Máscaras que caen

Máscaras que caen

Por: Javier Calvo. Hagamos el ejercicio de mirar el vaso medio lleno. Desde el resultado electoral de hace apenas una semana, quedó al desnudo gran parte de la hipocresía de nuestra dirigencia política. No toda, hay más. Peor es nada.

 

En los últimos meses –y hasta en el texto publicado en la edición de PERFIL del pasado domingo 22 se advirtió sobre las modificaciones que sobrevendrían en nuestro sistema político tras los comicios. Dejaría de ser tal como fue en las últimas dos décadas.

El sorprendente triunfo de Sergio Massa, el llamativo estancamiento de Javier Milei y, en especial, el desinfle de Juntos por el Cambio aceleraron todo. Se viene la segunda vuelta y el tiempo es veloz.

Los virajes más evidentes se iniciaron la misma noche de ese domingo electoral. Antes de salir al escenario del Golden Center de Parque Norte a dar su discurso de derrota, Patricia Bullrich participó de un áspero cónclave con las principales figuras de JxC.

Allí estaban Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió, Jorge Macri, María Eugenia Vidal y Gerardo Morales, entre otros. Además de pases de factura varios y caras largas, la discordia central pasaba por el tono que debía tener la alocución de Bullrich.

Tras algunas palabras subidas de tono, se acordó aceptar la derrota y limitarse a que el espacio seguiría izando las banderas de la república, la racionalidad y la transparencia. La idea era obvia: evitar pegarse a cualquiera de las dos opciones que pasaron al balotaje.

Sin embargo, Bullrich fue más allá en su oratoria pública. “Nunca vamos a ser cómplices del populismo de la Argentina y nunca vamos a ser cómplices de las mafias que destruyeron este país”, planteó como un guiño a LLA, tal como demandaba el expresidente Macri.

Fuentes libertarias admiten que Milei tomó nota en el Hotel Libertador de esa señal. También de un mensaje de felicitación de Macri. Allí arrancó su mutación.

“Tabula rasa” ofreció Milei, para arrancar de cero con buena parte de la dirigencia de JxC a la que había atacado, despreciado e insultado, empezando por la propia Bullrich. Sin disimulo, el relato libertario dejó de ser contra la casta y volvió a ser antikirchnerista. Volver a 2015.

Números. Massa se agarra de que estuvo a tres puntos y monedas de ganar en primera vuelta. Es una interpretación. Tan válida como la que marca que dos terceras partes del electorado votó un cambio de gobierno. O que siete de cada diez prefieren a otro candidato que no sea Milei. Elige tu propia aventura.

Macri también hizo cuentas, desde el lunes por la mañana. Pidió un tracking telefónico rápido en pos de estimar cuántos votos de Bullrich irían a Milei el 19 de noviembre.

Le acercaron como resultado un 70% de desplazamiento. En votos contantes y sonantes, serían algo más de los 4 millones de sufragios que cosechó Bullrich en la PASO frente a Larreta. Así, Milei sumaría unos 12 millones. Una cifra similar estiman en UxP si incorporan votantes de Larreta, UCR, Schiaretti y la izquierda.

La lógica macrista es que quien votó dos veces a la candidata de JxC respaldaría al que ella apoye. Por eso el expresidente se movió veloz para agregar a Bullrich a su acuerdo con Milei, desarrollado en público y bajo cuerda durante la campaña.

El entendimiento se coronó el martes a la noche en el domicilio de Macri. Milei y Bullrich pactaron borrar el pasado a cambio del aval el 19/11. Karina Milei, Guillermo Francos, Diego Santilli y Cristian Ritondo fueron testigos de la reconciliación.

En el trato hubo mucho más que disculpas y perdones. Entre otras cosas, Milei se comprometió a desdibujar su propuesta de dolarización y relativizar el final del Banco Central.

De hecho, aceptó incorporar a su equipo los consejos de dos expresidentes del BCRA de Macri, Federico Sturzenegger (con el que ya tenía nexos) y Guido Sandleris. “Fracasados”, los había calificado Milei días atrás. Todo cambia.

Bullrich ofreció ayuda para la fiscalización, en vista de que los libertarios quedaron disconformes con la performance de los gastronómicos de Luis Barrionuevo, que se alejó después de conocerse el nuevo frente opositor. Macri, además, prometió renovadas gestiones de financiamiento electoral, gobernabilidad legislativa y cuadros para la administración.

Esta transacción causó algunos desgajamientos en LLA (sobre todo en el equipo económico) y terminó de detonar al PRO y a JxC.

Antes de la conferencia de prensa del mediodía del miércoles, Bullrich recibió en su departamento de Palermo a Macri, Larreta, Vidal, Grindetti, Santilli, Ritondo y Jorge Macri, el nuevo jefe de Gobierno porteño y uno de los pocos (junto al gobernador electo de Entre Ríos, Rogelio Frigerio) que sobrevivieron a la debacle del domingo 22.

Hubo allí palabras subidas de tono, acusaciones de traición y de gestiones secretas a espaldas de los involucrados. Al punto que Bullrich demoró una hora el inicio de su exposición, que debió llevarse a cabo en la sede de su fundación y no en la del PRO, que aún preside.

Larreta y Vidal explicitaron que ellos no iban a pedir el voto para Milei, que con este acuerdo se rompería la sociedad con el radicalismo, la Coalición Cívica y el peronismo de Pichetto y que se ponía en riesgo la cohesión del PRO. Nadie se fue con una sonrisa.

Después del anuncio de Bullrich, la UCR se aglutinó para rechazar el cambio de postura y propició la equidistancia y libertad de acción. Al igual que Carrió, salieron Morales y Martín Lousteau a proclamar que JxC no puede avalar ni a Milei ni a Massa.

La sucesión de chicanas y acusaciones fue imparable desde entonces. Los radicales vomitan ya sin disimulo contra Macri. Y este los trata de traidores y de hacer acuerdos bajo cuerda con Massa.

En un difícil equilibrio sin siquiera haber asumido, la decena de gobernadores electos de JxC (una cifra inédita para la coalición) piden mesura e intentarán que el vendaval no los arrastre: necesitarán de quien gane para encarar la gestión de sus distritos.

Mientras, Massa hace silencio y se apega a su estrategia de ser el protagonista único de su campaña. Ahora prefiere volver a mostrarse como ministro y evitar que la fragilidad económica se exprese en cimbronazos antes del balotaje. Dólar incluido.

El candidato oficialista intuye que la sociedad Macri-Milei hace más competitivo al líder libertario. Por eso afina contactos con propios y ajenos.

Uno de ellos fue la reunión del jueves con todos los gobernadores peronistas en el CFI. Allí les agradeció la movilización de la maquinaria electoral, que le posibilitó agregar 8 puntos de presentismo y más de 3 millones de nuevos votos a UxP respecto a las primarias. Obvio, les reclamó que mantengan la actitud el 19, cuando solo esté en juego la presidencia. Auguró fondos para activar de nuevo el aparato. Hay ahí otro sinceramiento en ciernes.

La reconfiguración política se acentuará hacia la segunda vuelta. Y no se detendrá, cualquiera sea el resultado.

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