por Jorge Fontevecchia
Con Kicillof pasa lo mismo que con Jaime Duran Barba: se puede discrepar muchas veces pero conversar con él es una experiencia intelectualmente gratificante. El reportaje largo de esta edición, programado con anticipación, coincidió con el ruido que generó el del domingo anterior al economista Guillermo Nielsen, quien calificó a Kicillof como ignorante del mundo financiero globalizado y como “marxista disfrazado de keynesiano”, exponiendo las divergencias económicas dentro del kirchnerismo. Kicillof fue ministro de Economía solo dos años, lo mismo que su predecesor Ricardo Lorenzino, a quien nadie recuerda, como tampoco se recuerda a Carlos Fernández o a Miguel Peirano, todos ministros de Economía de Cristina Kirchner. Que Kicillof haya cristalizado tan rápido una imagen pública perenne explica por qué es a quien más fácilmente se le trasmiten los votos de Cristina Kirchner.
La madre y el padre de Kicillof se graduaron en Psicología y en su juventud Kicillof (quien ya se acerca a cumplir 50 años: tendrá 48 años cuando se vote) leyó los veinticuatro tomos de las obras completas de Freud. Una de las técnicas psicoanalíticas para curar neurosis consiste en atravesar el fantasma. Durante todo el reportaje estuvieron presentes los fantasmas de la clase media hacia lo que él representa: La Cámpora y Máximo Kirchner como verdadero poder o estatizar las empresas. Kicillof trató de atravesar esos fantasmas con argumentos. Konrad Lorenz, en Sobre la agresividad, explicó que siempre que los adversarios puedan hablar, confraternizan También, en la vereda opuesta de Jaime Duran Barba, Axel Kicillof descree de los consultores políticos, lo mismo que Alberto Fernández. Aborrece el marketing político, le daría vergüenza decir algo que otro le dijera que diga y prefiere “una campaña austera, a pulmón, como la de Pepe Mujica”. Pero no tener jefe de campaña puede ser comparable al peligro de –en un juicio– defenderse a sí mismo en lugar de contar con un abogado.
Se lo percibe en cierta desorganización en su agenda y en su propio manejo de los tiempos. Kicillof habla mucho y sin parar. Hace asociación libre y se va de un tema al otro entusiasmado en su didactismo verborrágico. Llegó solo a la mitad del cuestionario sin poder responder sobre las tiranteces con los intendentes bonaerenses y Massa, el PRO, Macri, los medios de comunicación, la corrupción y la Justicia. Quedamos, para después de las PASO, en continuar con lo que falta. Las fotos que acompañan esta columna son de la previa del reportaje mientras se lo maquillaba para la versión audiovisual en NET TV, donde Kicillof pedía utilizar el tiempo obviando las discusiones sobre teoría económica. Pero luego él mismo citó a Keynes: “Los hombres que se creen exentos de todo tipo de influencia intelectual a menudo son esclavos de algún economista. Muchas veces, cuando se actúa por ‘sentido común’, se lo hace cargado de prejuicios”.
Cuando Kicillof comenzó su militancia universitaria, contemporáneamente, surgía otra forma de militancia comandada por Rodríguez Larreta, que daría origen al PRO y a quienes en su libro Y ahora, ¿qué? definió como “tecnócratas y trepadores, el montón de ingenuos útiles que Macri necesitaba”. Durante el reportaje, el propio Kicillof recordó la influencia de Hegel en el pensamiento de Marx. Y Hegel en su dialéctica del amo y el esclavo explicó cómo el esclavo termina siendo amo del amo, lo que quizá concluya haciendo a Rodríguez Larreta el amo, y a Macri, el ingenuo útil. Axel Kicillof no vino enojado con Guillermo Nielsen porque en el reportaje del domingo pasado dijera en PERFIL lo de “marxista disfrazado de keynesiano” ni mal predispuesto sobre el tema. Aceptó debatir en profundidad sobre las diferencias entre Marx y Keynes, entre Néstor y Cristina, entre intervencionismo y estatismo, y entre él mismo y Alberto Fernández.
Elogió a Nielsen y a Alberto Fernández, a quien parafrasea diciendo “sin la economía no se puede, pero con la economía no alcanza”. Es una máquina de tirar frases. Además de las 21 citas destacadas en la propia edición de reportaje, agrega: “Caímos en la trampa de hacernos pelear con la clase media”. “Pensar que las empresas tienen que ser del Estado es un desquicio”. “Nadie le pregunta a Macri si es neoliberal friedmaniano”.
“Muchos medios actúan en sintonía con las necesidades del Gobierno”. “Keynes dice que el Estado tiene que intervenir para salir de las crisis. Y eventualmente retirarse cuando las cosas van bien”. “Nunca participé de un partido marxista ni trotskista”. Marxista, peronista o liberal no tienen que ser calificativos negativos que vacíen la ontología de su aporte a la política Reconoce que hay “muchas familias, tribus y formas de ser keynesiano” cuando se lo lleva a explicar cómo Alfonso Prat-Gay, el primer ministro de Economía de Macri, también se reivindica keynesiano cuando entre ellos no parece haber un corpus teórico común. La columna del domingo anterior polemicé con Jaime Duran Barba por sus críticas a la tercera vía.
Nuevamente ahora apelo a iguales argumentos para responder a la misma crítica a la tercera vía, de otro columnista de PERFIL, Artemio López, quien publicó en este diario que la tercera vía fue “un invento de la patria consultora”, citando las mismas encuestas de Duran Barba de la semana anterior y confundiendo también consecuencia con causa. Desde ambos lados de la grieta se critican los esfuerzos de síntesis de la terceridad sin comprender cómo sus efectos ya están produciendo beneficios visibles hasta en estos reportajes. Una recomendación: no hay que confundir faros con puertos.
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