El schiarettismo cambia de nombre para ensanchar la coalición con radicales y PRO. Las dos definiciones que faltan. Acto en Capital, calculadora en el interior.
Por César Pucheta
Se va a llamar “Juntos Hacemos por Córdoba” o “Hacemos Juntos por Córdoba”, no sale de esos dos. La afirmación surge del riñón mismo del equipo de Martín Llaryora y anticipa uno de los desenlaces más esperados en el escenario electoral mediterráneo: el que redefinirá la identidad del oficialismo.
La necesidad del cambio de nombre surge a partir del deseo de poder expresar un cambio de época en el armado cordobesista. Del mismo modo en que Juan Schiaretti entendió que había que dejar atrás Unión por Córdoba, el sello que había craneado José Manuel De la Sota en 1998, para abrirle las puertas a sectores que se habían mantenido afuera del esquema oficialista; Llaryora cree que la suma de actores debe contemplar esa misma gestualidad. Sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las incorporaciones llegarán desde las filas que hasta hace apenas unos meses se encolumnaban con la oposición. La mixtura, entonces, contemplará la palabra “Juntos”.
“No hay problema si la marca fuerte sigue siendo Hacemos, que es la característica identitaria del proyecto político, pero es posible que haya algún tipo de reclamo por la incorporación del "Juntos". Para nosotros es una expresión de unidad, del trabajo codo a codo”, dicen en el llaryorismo abriendo el paraguas por el reclamo cantado que intuyen tronará en Juntos por el Cambio (JxC), la coalición que buscará terminar con 24 años ininterrumpidos del peronismo en el poder.
Esa identidad también estará marcada por la otra gran definición que espera el arco político provincial: la revelación del nombre que completará la fórmula que encabezará Llaryora. En el comando de campaña reciben encuestas “todos los días”. Los números se analizan minuciosamente y las posibilidades se abren hacia todos los sectores. Alejandra Vigo, Juan Manuel Llamosas, Natalia De la Sota, Myrian Prunotto y Gustavo Santos son los nombres que deja escapar el hermetismo llaryorista.
“Nos vamos a tomar un tiempo y muy posiblemente lo confirmemos en la semana previa al 6 de mayo”, que es el día que cierran las listas, afirman. La razón no es sólo estratégica: es también política. Ninguno de los nombres que se ponen sobre la mesa eleva el piso que garantiza Llaryora. “Martín es el que empuja, los demás acompañan”, advierten quienes tienen acceso a esos sondeos. Apenas si en el departamento Río Cuarto la presencia de Llamosas fortalece “un poco” la perfomance que garantizaría Llaryora. “En el resto del interior mide lo mismo que los otros”, afirman.
El interior es precisamente el horizonte hacia donde se apuntan los cañones para las acciones inmediatas del oficialismo provincial. Sólo con la excepción de 2019, el peronismo siempre triunfó en Córdoba con el interior provincial como sustento más importante. Sólo Llaryora logró revertir la suerte en la capital provincial que siempre le fue esquiva al cordobesismo, que de todos modos se alzaba con la victoria provincial.
La calculadora
El martes habrá un encuentro que el llaryorismo define como “primordialmente territorial”. A las 19, cerca de 200 intendentes se reunirán en el hotel Quorum. Hablarán Schiaretti, Llaryora y unos seis jefes comunales cuyos nombres todavía no están definidos.
En ese lugar se reunirán también representantes del funcionariado y de la bancada legislativa oficilaista, candidatos y candidatas a encabezar la renovación en los municipios que el cambio de la ley electoral dejó sin re-reelección y referentes de los sectores aliados que se sumarán a la nueva estructura cordobesista.
Mientras que las conversaciones con algunos sectores del PRO ingresaron en una meseta, cuyo cambio de estado depende de acuerdos “a nivel macro”, al encuentro del martes se giraron invitaciones a todo el cuerpo de intendentes que se encolumna detrás del jefe comunal de Villa María, Martín Gill. De hecho, en las unidades básicas cordobesistas celebraron que la mayoría de esos intendentes formen parte de la lista de más de 220 jefes y jefas comunales que convocaron a votar el próximo 25 de junio, el mismo domingo de las elecciones provinciales.
En líneas generales, en el oficialismo están conformes con el trazado del mapa electoral, sobre todo teniendo en cuenta cómo quedó repartido el electorado territorial y políticamente. Mientras Llaryora mantiene en veremos la fecha de la votación en la Capital, en sus tinglados hacen cuentas e inflan el pecho.
“De los que votan el 25 de junio, hay unos 195 intendentes que se van atrás de la candidatura de Martín. De esos, hay uno 15 que vienen del PRO y del radicalismo”, dicen y hacen cálculos. “Los 31 intendentes que van con Luis Juez gobiernan municipios que juntan unos 37 mil electores. Los radicales y vecinalistas que van con nosotros, juntan casi 60 mil”, aseguran y destacan dos territorios que explican buena parte de la celebración: Arroyito, gobernado por el radical díscolo Gustavo Benedetti, y Salsipuedes, que comanda Marcelo Bustos, uno de los integrantes de la mesa del Comupro, el grupo de intendentes más cercanos al PRO a nivel provincial.
Con el proceso en marcha, el peronismo confía en los números que llegan a su mesa. Un sondeo de la consultora Delfos, que dirige Luis Dall'Aglio y fue realizado entre el 17 y 26 de marzo, con los conflictos en torno a la inseguridad y los docentes provinciales en pie de guerra contra la administración schiarettista, ubica a Llaryora entre ocho y diez puntos por encima de Juez. Esa diferencia se sostiene incluso a pesar de una variación negativa que se observa sobre la imagen de Llaryora, sobre todo en el interior, donde Juez se mantiene estable en los niveles históricos que siempre expresaron los armados opositores.
Más allá de ese detalle, el sanfrancisqueño se impone y en el centro cívico celebran, aunque no dejan de mirar con atención el fenómeno de cierto descontento con la clase política, que ubica a Javier Milei en el segundo lugar de a la hora de auscultar preferencias presidenciables, detrás de Schiaretti, que se hace grande en el pago chico de cara a las primarias de agosto.
En ese recorte, incluso, el llaryorismo encuentra un dato a su favor. “Somos conscientes del clima general, pero eso no nos está afectando en la candidatura”, dicen. “Tenemos que hacer propuestas superadoras de las políticas aplicadas hasta ahora, pero eso es lo que expresa Martín, una nueva generación, distinta a la que expresa Juez, que es un dirigente que está ocupando cargos desde los años 90”, aseguran.
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