Radiografía y secretos de la estrella del oficialismo. Futuro apolítico y culpa de madre. El lado oscuro de la gobernadora. Entrevista exclusiva.
En su afán por mostrarse sarcásticos, los políticos pueden hacerle un inmenso favor al adversario. “No nos compremos el cuento de Heidi”, canchereó Felipe Solá en plena disputa 2015 por el sillón de la gobernación bonaerense. Y le regaló a María Eugenia Vidal el estigma más provechoso del marketing proselitista nativo. Frente a un electorado harto de lobos, identificarla con esa figura bucólica del animé infantil, salida de los Alpes suizos para trajinar el conurbano, no hizo más que ponerle a la candidata el moño oportuno.
Mientras el fotógrafo la retrata en la gobernación de La Plata, seguimos conversando para estirar la hora de charla que nos dio el martes 26. Con picardía ganadora, le agradece a Solá la ocurrencia del apodo y se acomoda el vestidito blanco apenas interrumpido por un pequeño rosario de oro. Eligió unos zapatos de taco muy alto que le cuesta dominar en esos pisos lustrosos. Dice que sólo espera no encontrarse en la tapa de NOTICIAS convertida en una vedette por obra del fotomontaje. Lo desliza riendo, como siempre. Lo suyo, está claro, es la docilidad aguerrida.
Dos años después de haberse ganado el trono del territorio más caliente del país, Mariu –como la llaman desde la infancia– ostenta la imagen positiva más alta entre los políticos argentinos. Al ganar la gobernación, en diciembre del 2015, las encuestas le daban un 65,4% de consideración positiva y a Macri el 63,9%. Según la misma consultora (GOP, Raúl Timerman) la medición de noviembre pasado amplía la brecha con su mentor: 55,3% para ella; 49,1% para Macri.
Las medidas impopulares no parecen afectarla, aunque la reforma previsional que tuvo en jaque al Gobierno haya sido la fórmula que Macri encontró para devolverle el presupuesto que se le había ido fugando del Fondo de Reparación Histórica del Conurbano. Y hacerlo sin afectar a los demás gobernadores (razón por la que los peronistas la votaron). Es que desde hace dos décadas ese fondo, creado en 1992, comenzó a repartirse entre todas las provincias y este año Vidal sólo recibió 650 millones de los 53.000 millones de pesos de su presupuesto. Confían en que con 40.000 millones en el 2018 y 60.000 en el año siguiente, podrá hacer obras suficientes para alejar la amenaza del retorno peronista al bastión que gobernaron entre 1987 y 2015, y garantizar para el PRO la continuidad en el poder nacional.
Pocos la vieron, pero ella pasó en el Congreso las 17 horas clave del combativo debate para aprobar la reforma jubilatoria. Desde el despacho de Emilio Monzó, “alentaba, bajaba línea, nos daba fuerzas, hacía todo”, dice un diputado que tuvo tres reuniones con ella ese día. El Gobierno no podía permitir que el efecto Heidi se esfume. Desfinanciamiento mata pradera. Y el refuerzo de sus arcas es parte vital del blindaje inédito que encarna la gobernadora, sólo comparable al que, antes que ella, tuvo Daniel Scioli. Un blindaje que, además de los votos y el presupuesto, es sostenido por una personalidad carismática y fresca que el masivo periodismo amiguista colabora en lucir.
Y no es que, puertas adentro del poder real, todo sean rosas para ella. Aunque evita los sincericidios al estilo Carrió, se sabe que siente el ninguneo de Marcos Peña, con quien compite por la sucesión en el liderazgo del PRO; no tiene buena sintonía con Monzó (para quien la candidatura de Vidal a Buenos Aires era una carta de cambio si hubiera sido necesario pactar con la oposición), ni con Nicolás Caputo, que la consideraba de igual forma. En cambio no calla su opinión sobre Daniel Angelici, operador macrista y empresario del mundo del juego. A la biógrafa de Macri, Laura Di Marco, le confesó: “Se perfectamente cuál es su negocio y espero que no prospere”.
Entre sus históricos aliados están Rodríguez Larreta, Federico Salvai y su mujer, Carolina Stanley, Gabriela Michetti y, por fuera de la estructura partidaria, Durán Barba y el mismísimo Papa Francisco, que aprecia el perfil bajo de sus visitas.
Noticias: ¿Cómo hace para ser inoxidable?
María Eugenia Vidal: Qué sé yo… la encuesta es siempre una foto. Es difícil decirlo desde mí. Yo traté de ir construyendo con los bonaerenses una relación, aun cuando no me conocían. Y la cuido como uno cuida a los que quiere: no les miento.
Noticias: Dicen que es imposible no mentir nunca en política.
Vidal: (Por primera vez se pone seria). Yo estoy convencida de que se puede no mentir. La política está tan desacreditada y la gente se ha desilusionado tanto que es muy frágil el vínculo de confianza. Si mentís la gente siempre lo sabe. Yo nunca los subestimo.
Noticias: Parece ir a contrapelo de la posverdad, esta idea de que los hechos objetivos son menos importantes que la emoción, y que lo que aparenta ser verdad se impone a la verdad misma. El asesor del PRO, Jaime Durán Barba, es muy enfático en este nuevo abordaje.
Vidal: Es que, equivocada o no, no me siento cómoda ahí. Creo que los relatos se caen por su propio peso. Donde no funciona la información, funciona la intuición.
Noticias: Pero el equipo de Durán Barba debe haberla “coacheado” .
Vidal: El “coacheo” se ha demonizado y desvirtuado. Toda persona que tiene que enfrentar una cámara debe aprender a manejarse con los medios. Lo que es malo es construirse un personaje. Yo siempre me rebelé a que me moldearan. Si inventás un personaje, te tiene que acompañar siempre y eso es agobiante. Cuando Mauricio me propuso ser su vicejefa en la Ciudad le dije a Jaime que evaluara si servía o no así como soy, porque no iba a convertirme en otra. Por suerte, tuve ese reflejo y me lo respetó. Pero además Jaime es una persona apasionante, cultísima, de la que se aprende mucho.
Seis años después de ese primer encuentro, Durán Barba la considera una amiga: “Tenemos una relación muy intensa. La campaña para la gobernación la hicimos nosotros cuando nadie en el PRO creía que ella podía ganar. Soy entusiasta de las candidatas mujeres”, dice. El consultor la define como “alguien con muchas capacidades. Muy auténtica, que gusta siendo lo que es, modesta. Representa a la nueva política y es la persona que, por lejos, tiene mejor imagen en el país. La imagino para la Presidencia –dice–, aunque el 2019 es para Mauricio”.
Habrá que creerles, entonces, a ella y al estratega de su partido, que la figura que irrumpe en mítines y programas de tevé está libre de planificación. Ni el tono evangélico de su prédica componedora, ni la actitud física humilde, ni la voz que elige la imploración antes que el grito. Hasta ese enojo televisivo memorable cuando en agosto pasado acompañó a su candidato Esteban Bullrich a “Intratables” y el periodista Diego Brancatelli la chicaneó dándole la oportunidad de ese in crescendo emotivo de “me rompo el alma y el que te jedi”, una pieza oratoria acalorada que dejó mudo a todo el piso.
Dicen que es así. Que cuando se enoja no grita sino que se pone seria y hace preguntas inquisidoras que pueden ser hirientes. Y que su aura angelical oculta un lado menos presentable, que reconoce: “Es cierto que puteo, pero no grito. Y soy poco paciente. Me enojo fácil. Además soy poco elogiosa con la gente que tengo alrededor. Siempre tengo algo que criticar, una vara más alta para poner. Igual que soy conmigo, me cuesta reconocer mis límites”.
Desde las filas enemigas no mencionan a su temperamento desconocido como lo peor del lado B de Heidi. “La discriminación contra los intendentes peronistas existe”, se queja uno de ellos: “La provincia está en rojo pero Vidal tiene un blindaje mediático pocas veces visto. Mientras a los jubilados les recortaron 100.000 millones ella sale vestida de rojo a decir que le gusta el vitel toné y que es una buena mamá. Nos tienen cagando aceite y nos giran la plata de la coparticipación el día 20 cuando a partir del 1 tenemos que pagar sueldos. Y cuando te quejás te responden que si el municipio está quebrado por algo será. Son rosqueros como todos, sólo que ellos no lo dicen”.
Según datos del Ministerio del Interior, en lo que va del año, los intendentes oficialistas se quedaron con el 84,5% de los Aportes del Tesoro Nacional que se giraron al territorio bonaerense. 37 de los 69 municipios de Cambiemos recibieron 321 millones de los 379,5 millones de pesos de asistencia total. Sólo 4 de las 54 intendencias peronistas y una de las 11 massistas tuvieron suerte.
Pero no hay discrecionalidad que a Vidal le haga mella. Prevalece el mérito de haberles ganado la pulseada a los antes invencibles barones del conurbano, batallar contra la corrupción en las fuerzas de seguridad y su discurso de austeridad y trabajo. El estilo Vidal no confronta pero resiste: seis meses soportó el conflicto con el gremio docente encabezado por Baradel, hasta que aceptaron el aumento que proponía su gobierno.
A la vez que Durán Barba, el electorado argentino descubrió esta rara avis de Haedo que hizo la carrera de Ciencias Políticas en la UCA tomándose todos los días el tren Sarmiento y que, por azar (o designio divino opinará ella) se convirtió en la esperanza política a largo plazo del muchacho que viajaba al Newman con chofer. Lo de Vidal fue un crecimiento vertiginoso. Hoy es presidenciable. Hace diez años no la conocía (casi) nadie.
Según cuenta Ezequiel Spillman en su libro “La otra hechicera”, en el 2008 un tumulto de vendedores ambulantes y vecinos peruanos se amontonaban para hacerle un reclamo en su despacho de ministra de Desarrollo Social de la ciudad. Pero su cara era tan poco conocida que se abrió paso entre la multitud y nadie se dio cuenta de que la funcionaria se había escabullido en sus narices.
Vidal había llegado a ocupar ese primer puesto importante desde la plataforma de despegue del Grupo Sophia, semillero de la estructura de poder del PRO, de la que también participaba Horacio Rodríguez Larreta. Fue él quien la había llevado a trabajar en la ANSES en 1997, cuando ya era novia de un compañero de facultad, un peronista con facha de rockero apodado “Rama”. Ramiro Tagliaferro, que se convertiría en su esposo al año siguiente, usaba el pelo largo, camperas de cuero y arito, un atrevimiento anterior a los tatuajes que ponía incómodo a José Luis Vidal, un médico cardiólogo esperanzado en alguien más formal para su única hija mujer.
Tras la crisis del 2001, empresarios con aspiraciones políticas como Francisco de Narváez y Mauricio Macri se acercaron al think tank en busca de jóvenes talentos. Sin saber a quién estaba dirigido, Vidal hizo un informe técnico sobre políticas sociales por encargo. Tampoco sabía que el destinatario planeaba iniciar una carrera a la intendencia porteña. Pero a pocos días de la entrega, la contactaron para sumarse al equipo de Macri candidato. Ella tenía algunos prejuicios respecto de ese empresario que salía en las revistas y respondió que podía colaborar desde un rol técnico, pero que no iba a afiliarse a ningún partido. Lo curioso es que en su mejor momento y al menos según dice, no termina de casarse con la política. “Sé que un día esto se va a terminar y yo quiero volver a mi vida anterior. No me imagino rica ni súper poderosa. Quiero poder salir a la calle, mirar a todos a los ojos y tener una vida que pueda mostrar”, dice.
Noticias: ¿En serio se imagina fuera de la política?
Vidal: Claro. Parte de la sanidad es imaginarte algún día afuera. Porque si pensás en el próximo cargo, en sostener lo que tenés, empieza el conflicto con la gente. Decir la verdad es asumir que puede no gustar. Y que dejen de elegirte. Siempre voy a estar vinculada a lo público, pero no necesariamente a lo estatal. No me imagino trabajando para ganar plata en una gran empresa, pero sí en una ONG. Si querés hacer algo por lo público siempre hay algo, hasta voluntariado en un hospital.
Noticias: Pero a corto plazo aspira a la reelección…
Vidal: Es una opción. Pero para alegría de algunos y preocupación de otros todavía no lo he decidido, porque soy de respetar mis tiempos. Y no proyecto tanto. Si hacés lo correcto, a la larga o a la corta algo sucede. Todo es resultado del trabajo y de cierta providencia, pienso, porque soy una persona de fe. Creo que nada de lo que hacemos está totalmente determinado por nosotros. Es un poco mi destino, o lo que Dios me puso en el camino, y otro poco mi esfuerzo.
Noticias: ¿Habló con sus hijos de la posibilidad de candidatearse como Presidenta?
Vidal: Por supuesto. Mis hijos van a respetar cualquier decisión que tome. Son muy compañeros. Sin dudas son los que más se han sacrificado en este proceso. Más que yo. Vivir en una base militar no es lindo, no es normal. Aunque trate de que puertas adentro seamos una familia normal. Se hacen piyamadas, reuniones de trabajos de la escuela.
Noticias: ¿Cómo eligió la escuela para sus hijos? No es pública.
Vidal: No, no es pública, porque en la provincia la escuela tiene mucho por mejorar y me hago cargo de la parte que me toca. Si ya hubiese atravesado el proceso que atravesó en la Ciudad con Mauricio, los mandaría a la escuela pública. Pero elegí a la que van porque es chiquita y contenedora. No tiene doble escolaridad, no es bilingüe, ni tiene un megaedificio. Pero los acompañó y los sostuvo mucho a mis hijos. Para eso decidí quedarme en Morón y que ellos mantuvieran la escuela y a sus amigos. Y funcionó.
Signos
El desapego material aparecerá una y otra vez en la conversación. Que no se imagina ganando dinero, que eligió una escuela de barrio, en Castelar, para sus hijos. Que no tiene doble apellido y sí padres profesionales y laburantes de clase media. Y hasta justifica el perfil socioeconómico del lugar donde pasará sus vacaciones. Después de unos días en la residencia oficial de Chapadmalal hasta el 14 de enero, viajará con sus hijos a Villa La Angostura para descansar “siete días” –dice para achicar semánticamente la semana– en Cumelén, refugio habitual de la familia presidencial. “Hay casas de gente de plata y otras muy tranquilas, pero todas están frente al lago”, describe. Les prometió a Camila (17), María José (15) y Pedro (10) que va a ser un tiempo familiar. Pero no puede comprometerse a que apagará el celular, porque la pone nerviosa. No la deja disfrutar. “Desde mayo del 2008 (N de la R: cuando se convirtió en ministra de desarrollo social del gobierno porteño) no apagué nunca el teléfono. Ni siquiera lo silencio para dormir”.
Igual descansa poco. Y con ayuda de Somit. “No me duermo si no tomo la pastilla. Y siempre me despierto antes de que suene el despertador. Hoy, por ejemplo, amanecí a las seis y media y me puse a escribirle cosas a Sole, mi amiga-hermana del alma, que trabaja conmigo (ver recuadro). Ya le había escrito para hacerle encargos el 24 y el 25. Cuando venía para acá venía pensando: ¡qué hinchapelotas que soy!”
Noticias: ¿Tuvo que postergar la separación de su marido porque estaba en campaña?
Vidal: No. Si mi separación hubiera estado sujeta a la política no me habría separado a los dos meses de asumir. Nunca mi matrimonio ni mi familia tuvieron que ver con lo que convenía a mi imagen. Me separé un domingo y el lunes convoqué al equipo y les dije: hoy lo digo. Aunque muchos preferían que no lo haga. Agotamos las instancias de recuperar la pareja. Un desgaste que ya era previo a mi candidatura.
Noticias: ¿Y ahora?
Vidal: Qué incógnita, ¿no? (se ríe con ganas). Creo que para cualquier mujer con tres hijos que se separa a los 42 años después de 18 de matrimonio es difícil empezar de nuevo. Además tengo una responsabilidad enorme que me ha servido, de paso, como una gran excusa. No sé si estoy lista para encarar una nueva pareja. Estoy encontrando mi equilibrio. Puede aparecer alguien y en un minuto tirar abajo este razonamiento, pero por ahora no apareció.
Noticias: Con su imagen, ¿cómo se lleva? Cambió mucho desde que adelgazó bastante hace unos años.
Vidal: Vivo a dieta y dejando la dieta. Pero ya me perdoné el ir y venir. Tengo altibajos y si engordo un poco uso ropa más holgada, ya no me castigo tanto. Ayudó la terapia.
De hombres y espejos
Cuando nació su segunda hija empezó a analizarse por una depresión post parto. “Eso pasó pero el resto de los problemas siguen y no me dan el alta”, comenta y larga una carcajada. Tuvo una psicoanalista lacaniana los primeros 9 años y desde el 2011 otra, “más concreta, especializada en violencia”, que fue muy útil –dice– para amortiguar campañas en las que se sintió violentada.
Noticias: ¿Sigue asesorándola para vestirse Fabián Medina Flores?
Vidal: No, fue un tiempo. Soy muy desordenada y eso se refleja mirando mis looks de los últimos diez años. No tengo un estilo definido y eso tiene que ver con que no me importa mucho. Un día o dos y ya no me ocupo más de combinar y me pongo lo que venga. Entonces vienen Sole o mi mamá y me preparan equipos. A lo sumo tres días dura así el placard. Intenté todos los métodos. Armar los equipos el domingo para toda la semana pero después cambiaba el clima y me enojaba. Así soy yo. Unos días estaré divina y otros, un desastre. Las mujeres no estamos siempre impecables.
Noticias: Salvo Awada…
Vidal: Síiiiiiiiii, que se pone un jean y una remera blanca y está divina. Pero es una en un millón, siempre me ayuda. Cuando tuve que ir a China iba a hacer frío y yo tenía la ropa de invierno metida en una valija y unas botas destruidas. Me armó conjuntos y le compré lo que me quise quedar. Juliana nos cuida mucho. Conocí Cumelén gracias a ella. Me dijo: “Tenés que ir a descansar un poco con tus hijos”, y fuimos. Cuando llegué estaba todo impecable. Se le conoce ese rol protector con Mauricio, pero es así con todos.
Noticias: Por lo que leí, la gran influencia suya es su padre. ¿No?
Vidal: Mi papá es lo más. Tiene 68 años y sigue trabajando como médico en una clínica privada. Es de recontra bajo perfil. Es tan humilde y tan honesto que jamás se le ocurriría decir que es mi padre. Es de los que ya no hay. Tengo flor de Edipo. Posiblemente por eso no consiga novio.
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