Si hay alguien que en estos días se siente reivindicado, esa persona es Mercedes Marcó del Pont. Autora intelectual y perpetradora material del cepo original que rigió desde fines de 2011 hasta fines de 2015, ahora tiene la satisfacción de que el propio macrismo haya sido el que reinstauró su denostada invención. Y, como si fuera poco, también es la ideóloga del desdoblamiento cambiario anunciado por el ministro Martín Guzmán y que el Congreso convirtió en ley.
Aunque ya no ocupe un rol tan protagónico como el que le tocó entre 2010 y 2013, cuando presidió el Banco Central durante el gobierno de Cristina Kirchner, hay un reconocimiento unánime sobre la influencia que ejerce ahora en el gobierno de Alberto Fernández.
Por lo pronto, se la señala como mentora de otros funcionarios que hoy ocupan lugares destacados, como Cecilia Todesca y Matías Kulfas. Pero, sobre todo, desde su "think tank" desarrollista, la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), se encargó de coordinar y orientar a los técnicos que diseñaron el plan que se está aplicando en estos días.
Durante la campaña electoral había adoptado un perfil bajo, por lo cual no se terminó de decodificar ciertas señales que enviaba desde trabajos técnicos de la FIDE.
Por ejemplo, cuando abogó por la desdolarización de la economía y defendió la necesidad de que esa tarea fuera parte de la agenda del acuerdo social. Acaso haya allí una autocrítica de Marcó del Pont, no en el fondo sino en la forma: ella ratifica su convicción de que en la Argentina no puede haber un régimen de libre cambio como el que intentó sostener el macrismo, pero acepta que si hay controles, tienen que contar con un amplio apoyo social y la explícita aceptación del sector empresario, algo que no había ocurrido en el cepo original.
"Es necesario discutir la desdolarización no sólo como un problema para la acumulación sino que es importante para el acuerdo social que las regulaciones cambiarias sean parte de una política macroeconómica permanente", dijo al respecto, dando a entender que no se debe pensar en restringir el acceso a dólares solamente en tiempos de crédito escaso o de reservas en baja, sino que debería ser aceptado como una política de Estado.
Desde la FIDE, también hacía esta recomendación elocuente: "La vigencia de un régimen cambiario que combine tipos de cambio efectivos diferenciales con regulaciones tendientes a evitar la fuga de capitales constituye, a nuestro entender, un esquema coherente no sólo frente a la urgencia por estabilizar las principales variables macroeconómicas, sino también con el desafío más a mediano plazo de la industrialización y la equidad", remarcó.
Fue, en definitiva, lo que se terminó plasmando en la ley de emergencia económica, que estableció por largos cinco años el impuesto de 30% a la compra de divisas.
Las ideas de Marcó del Pont fueron debatidas por la plana mayor del nuevo gobierno, pocas semanas antes de la asunción de Alberto Fernández, en un encuentro promovido por la FIDE. Bajo el título "Diálogo en torno al acuerdo social", la economista defendió la idea de que el Banco Central debe jugar un rol clave en la asistencia del Tesoro, así como de articulador para canalizar el crédito de los bancos privados hacia la producción.
Una postura coherente con lo que había sido su paso por el Central, en el cual impulsó la modificación a la carta orgánica, de tal forma que la entidad pudiera usar libremente las reservas para saldar obligaciones y, además, duplicar la asistencia con pesos al Tesoro y así ayudar a financiar el déficit fiscal. En aquel momento, cuando tuvo que defender en el Congreso esa reforma, recurrió a esta elocuente argumentación, para espanto de los ortodoxos: "Si no recurrimos a las reservas, estamos obligados a un ajuste brutal".
Velando por la caja
Ahora, Marcó del Pont en su nuevo rol al frente de la AFIP, será la encargada de maximizar el ingreso de pesos con los cuales financiar un gasto público sobre el cual hay un diagnóstico claro: no se puede bajar en este momento.
El organismo recaudador la recibe con números extrañamente positivos. En noviembre hubo, luego de más de un año de resultados reales negativos, una recuperación: la recaudación subió un 58% interanual contra una inflación de 52%. Pero con un detalle: en plena recesión, esa mejora no obedece a un mayor consumo sino a un aumento de 265% en el rubro derechos de exportación.
La explicación es que los productores, adelantándose a la suba que llevó las retenciones de la soja a un 33%, se apuraron a liquidar sus tenencias, así como a adelantar ventas y declaraciones juradas de exportación.
Las estimaciones de los economistas independientes es que el conjunto de las medidas de carácter fiscal que se adoptaron en la nueva ley de emergencia podrán aportar un 2% del PBI, con lo cual se tendería a estabilizar el frente financiero, aunque no es un nivel de inflación bajo.
Provocando a la ortodoxia
Sobrina de Rogelio Frigerio, uno de los máximos referentes del desarrollismo en el país, Marcó del Pont se formó en esa escuela de pensamiento económico y siempre ha reivindicado el rol del Estado como interventor y regulador en la economía.
Una de sus obsesiones, ya desde su función como diputada, fue la reforma de la carta orgánica del Banco Central, objetivo que finalmente logró en 2012.
Y, particularmente, quería que la carta orgánica ya no fijara a la preservación de la moneda como misión fundamental de la entidad. En su lugar, se establecería que: "Es misión primaria y fundamental del Banco Central preservar el valor de la moneda, de un modo consistente con las políticas orientadas a sostener un alto nivel de actividad y asegurar el máximo empleo de los recursos humanos y materiales disponibles, en un contexto de expansión sustentable de la economía".
Su llegada al Banco Central fue en 2010, tras la escandalosa salida de Martín Redrado. En aquel momento, Cristina Kirchner sorprendió con su designación, dado que se esperaba la llegada de una figura de perfil "market friendly", como Mario Blejer. Lo cierto es que Marcó del Pont se encontraba casi en las antípodas de esa concepción de la economía y la función del banquero central.
Con su permanente sonrisa, que contrastaba con la gravedad del momento, sostuvo posturas que iban en el sentido absolutamente opuesto de la ortodoxia financiera.
Entre los momentos más recordados de su gestión figura la instauración del cepo en su versión más férrea, gracias a lo cual logró revertir la tendencia de caída de las reservas y llevarlas a un nivel de u$s52.000 millones. El lado oscuro de esa política fue el efecto colateral sobre la actividad en varios sectores, como el mercado inmobiliario que registró un desplome histórico.
La entonces titular del Central quiso sustituir al dólar como la moneda del negocio inmobiliario, pero su intento resultó en un rotundo fracaso.
El otro gran efecto colateral fue, naturalmente, la conformación de un mercado paralelo, en el que más allá de su volumen, el dólar blue se convirtió en uno de los indicadores de referencia de la economía.
Su heterodoxia se expresó en medidas tales como el tope a las tasas de interés para los préstamos personales. Y también en declaraciones polémicas, como las que cuestionaban el vínculo entre la emisión monetaria y la inflación.
"Solamente en Argentina se mantiene esa idea de que la expansión de la cantidad de dinero genera inflación", decía Marcó del Pont, en un momento en el que tanto en Europa como en Estados Unidos se recurría al estímulo monetario para reactivar la economía.
Lo cierto es que desde la ortodoxia siempre fue muy criticada. En especial por su gran obsesión con la desdolarización, algo que los economistas afirman que no se puede realizar de manera compulsiva.
A primera vista, su objetivo suena ambicioso para un país en el que hay ahorrados fuera del sistema bancario más de u$s300.000 millones, mientras que los depósitos en pesos llegan apenas a una cifra equivalente a u$s52.000 millones, con tendencia a la baja.
Los comentarios de los economistas fueron unánimes en cuanto a que no hay chances de que en este momento haya una desdolarización voluntaria.
"Tendremos que empezar a preguntarnos si la idea es que los argentinos que tienen dólares los vendan, o que desde ese momento dejen de comprar", dijo Rodolfo Santangelo, uno de los analistas más influyentes. Y agregó que si el nuevo gobierno quisiera pesificar compulsivamente "sería un ataque a la propiedad privada muy fuerte".
Más explícito aun, Carlos Rodríguez, ex secretario de política económica durante los ’90, advirtió que la propuesta "es muy efectiva para generar más miedo en los mercados y dolarizar más la economía".
Y agregó, con ironía: "Así sube el dólar blue y siguen los retiros de depósitos en dólares. La Gendarmería no le va a alcanzar para pesificar la economía argentina".
Pero Marcó del Pont ha demostrado que los malos augurios no la desaniman y, además, que hasta sus más acérrimos críticos la terminaron reivindicando al aplicar sus medidas más polémicas. Lo cual hace pensar que ya tiene en mente la fase 2 del plan, una vez pasada la emergencia del verano.
Ella misma aclaró que "es ingenuo pensar que nuestro bimonetarismo se arregla simplemente con una medida del Banco Central". Toda una señal sobre que hay más medidas en el horizonte cercano.
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