Marcha LGTB: Javier Milei, sobregirado, crea una protesta y afecta al tercio móvil

Marcha LGTB: Javier Milei, sobregirado, crea una protesta y afecta al tercio móvil

El problema que puede disparar la Marcha Federal es que allí, quizás, está el otro tercio que pendula.

Por Ariel Basile

Será, ahora, una discusión matemática. Cuántas personas había. El Gobierno jugará a la subestimación. Los organizadores, acaso, inflarán cifras. Una pulseada de guarismos para determinar la efectividad de la Marcha Federal LGTB que se llevó a cabo este sábado en las principales ciudades del país, pero con epicentro en Buenos Aires.

Como sea, la foto de la multitud que se expresó en paz en las calles podría haberse evitado. Javier Milei y sus escribas, pasados de confianza por algunos indicadores económicos con correlato en encuestas de imagen, se sobregiraron en el Foro de Davos. El Presidente, lejos de hablar de negocios, buscó sintonizar con lo que ahora se denomina “agenda anti-woke”, un eufemismo, que ganó musculatura con la llegada de Donald Trump al poder en los Estados Unidos. Un discurso de las derechas reaccionarias que se expande y del que Milei no quiere formar parte apenas como integrante de un coro amorfo, sino que aspira a ser una de las voces cantantes. Si el progresismo se pasó tres pueblos, como suele decirse, y generó demandas que se alejaron de los intereses de gran parte de la sociedad, ahora ocurre un fenómeno similar, pero en el sentido inverso.

La batalla cultural del Gobierno, tres tonos arriba, en un foro económico global vuelve a quedar lejos de las preocupaciones de hombres y mujeres de a pie. Pero además quedó fuera de lo que esperaban los encargados de los negocios, que aguardaban otro tipo de señales desde el atril de Suiza.

Disparates que sin duda marcaron la agenda, pero que por otro lado generó una reacción masiva en un verano de inusitada calma social. Al menos en cuanto a movilizaciones de este calibre.

Lógica de equivalencias

El gobierno intentó bajar el tono en la semana. Explicar la cuadratura del círculo. Ensayó justificaciones cuando el clima se puso espeso. Y bajar el tono incluyó, primero, desandar el camino del micro ejemplo para generalizar una barbaridad; pero, en paralelo, volvió a tropezar al exigir que la homosexualidad quedara determinada solo puertas adentro del hogar. El segundo paso: apeló vía redes, con tropa de tuiteros y otros aliados, a denunciar una suerte de “indignación selectiva”. Y entonces comenzó una absurda comparación entre casos particulares de los que se encarga la justicia ordinaria con una política y un simbolismo que baja de lo más alto de Estado.

Como fuera, la Casa Rosada intentará forzar la polarización, mostrar que aquellos que marcharon son solo opositores al Gobierno. Un favor le hizo la dirigencia política al participar con banderas partidarias. Los estandartes de La Cámpora o el llamado a movilizarse de Axel Kicillof fueron agua para el molino libertario.

Está claro que buena parte de la sociedad que está en la vereda de enfrente de La Libertad Avanza no está siendo interpelada por la política tradicional y toman las oportunidades que ofrecen marchas como la de este sábado. Ocurrió a principio de 2024 con la movilización de la CGT y luego con las dos marchas federales universitarias. Opera la lógica de las equivalencias, como mencionaba el teórico argentino Ernesto Laclau. “Una situación social en la cual las demandas tienden a reagruparse sobre la base negativa de que todas permanecen insatisfechas”, escribía en su teoría sobre los populismos, pero sin la carga peyorativa que luego adquirió el vocablo. En este caso concreto, suena lógico que detrás del colectivo LGTB haya estudiantes enfadados por el escaso presupuesto universitario, jubilados que perdieron con la motosierra, los nuevos desempleados, los que no llegan a fin de mes, y un largo etcétera.

Las equivalencias, que unen las demandas, se expresan a través de la metáfora, que sustituye símbolos. Lo contrario es lo que hizo Milei: el uso de la metonimia; es decir, la parte por el todo. El caso de pareja estadounidense que abusaba de sus hijos para signar a todo un colectivo.

Hasta acá el Gobierno fue sagaz para desactivar bombas. El sindicalismo que hace un año parecía ponerse al frente de ese conjunto pasó al silencio, en parte por algunas mejoras económicas y por la necesidad de defender intereses específicos de los trabajadores de cada actividad. Los estudiantes fueron licuados por el Presidente, quien terminó imponiendo las reglas de juego: los universitarios entraron a discutir sobre las auditorías, y allí quedaron en un pantano.

Esta vez, el primer reflejo para contrarrestar una marcha evitable fue empujarla a la mano espuria de los partidos de la oposición, principalmente del peronismo. También prevén que la baja de la inflación y un repunte esperable de la economía vayan evaporando los aspavientos LGTB.

Aún es pronto para determinar el alcance de la protesta, y en cuánto influye en la batalla cultural que encara Milei.

Líderes y tercios

Otra lectura posible: Milei está lejos de cualquier ideología fascista. El espasmo de Davos fue, ni más ni menos, que una sumisión al liderazgo de Trump. Por caso, esa obsesión por su imagen global lo llevó a tener en otros tiempos no tan lejanos una reacción inversa.

Cuando los jugadores de la Selección, con más inocencia, tribunearon con cantos racistas, el Gobierno fue corriendo a pedir disculpas a la embajada de Francia primero y a París después. El amor del Presidente por los perros con un trato humanizante hacia los canes se inscribe más cerca del “wokismo” que del “anti-wokismo”. Y, en el plano profundo, la propia definición del liberalismo, autoría de Bertie Benegas Lynch, citada en cada acto pareciera oponerse al discurso de Davos: “El respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión…”.

Milei pasó un límite. Y en ese trance se vieron afectados no solo opositores, sino también sus potenciales adherentes. El colectivo LGTB es transversal y entre sus miembros no solo hay simpatizantes del Gobierno, sino también dirigentes que avalan a Milei y el rumbo del país trazado. Ahora quedan en posición incómoda.

La diatriba de Davos puede contener a un núcleo duro. A la Argentina blanca y al anti-peronismo, términos que muchas veces se funden. Un universo que antaño supo liderar Mauricio Macri y ahora se encolumna detrás de Milei. En rigor, el tercio del país que rechaza lo popular (el otro tercio) y abraza al principal antagonista más allá de sus cualidades.

El problema que puede disparar la Marcha Federal es que allí, quizás, está el otro tercio, el que pendula de acuerdo al momento y que define elecciones.

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