Por: Nelson Castro. Así se puede describir el escenario que atraviesan el Gobierno y el Presidente.‘Intrai per lo cammino alto e silvestro’. Entré por el camino duro y salvaje.
“Ala mitad del andar
de nuestra vida
Perdido me encontré
en selva oscura,
Hallando que la salida directa estaba perdida”
Así comienza el Canto I de La Divina Comedia, la monumental obra de Dante Alighieri. Pertenece al Infierno y representa la situación del protagonista que, en el medio de su vida, se encuentra atrapado en una maraña de la que no encuentra la salida. Bien podría este párrafo ilustrar la situación por la que atraviesa el Gobierno en general y, el Presidente, en particular.
Es una situación inédita en la política vernácula desde la recuperación de la democracia. Fernando de la Rúa supo enfrentarse con un Marcelo Tinelli que se hallaba con el poder que le daba el apogeo de su popularidad. Alberto Fernández, en cambio, se ha entreverado en una disputa sin destino con “Alpha”, un ignoto participante del reality Gran Hermano que bien podría enmarcarse dentro de lo que, en la jerga popular, se define como un “chanta”. Para darle a todo esto una cuota más de surrealismo mágico, que bien le hubiera costado imaginar tanto a Gabriel García Márquez como a Mario Vargas Llosa, alguno de los periodistas de renombre adictos al kirchnerismo, han desplegado una profusa argumentación en pro de la idea de que, dicho personaje, no es sino un agente del gobierno de los Estados Unidos que, a través de la Paramount Pictures, procura dañar políticamente al Dr. Fernández. Así de simple y turbadora es la degradación del kirchnerismo que, de tener como enemigos a los popes de las finanzas internacionales y a los líderes de las potencias capitalistas del mundo, ha pasado a tener como tales a una confabulación pergeñada por personajes marginales como los integrantes de “la banda de los copitos” o advenedizos como “Alpha”.
Las cosas que dicen en estricto “off the record” varios de los ministros y secretarios del gabinete nacional, reflejan un azoro poco común. Algunos creyeron que la querella del Presidente contra el de la noche a la mañana devenido célebre participante del reality de Telefe era una fake news. Otros, en cambio, pensaron que era sólo una broma. “Hay que irse de acá lo antes posible”, hizo saber a sus colaboradores más estrechos uno de esos funcionarios que está buscando volver a su terruño municipal. Con matices, todos coinciden en que Fernández –fogoneado por su portavoz– volvió a banalizar la comunicación política: “Sigue convencido de que es un buen comunicador y se la pasa pergeñando ideas erróneas junto a Cerruti. Los resultados están a la vista” –señalan con enojo.
El kirchnerismo duro está que brama. Los que la han escuchado a Cristina Fernández de Kirchner subrayan que su enojo para con el Presidente es creciente. El descalificativo terminado en “tudo” que la vicepresidenta utiliza de consueto para maltratar a muchos de sus secuaces, es ahora crecientemente aplicado para maltratar al Dr. Fernández, cuyo discurso ante los empresarios en el Coloquio de IDEA la irritó profundamente.
A los caídos en desgracia con la ex presidenta en funciones se sumó la portavoz del Gobierno, a quien también le aplica el descalificativo terminado en este caso – en “tuda”. Para colmo, Alberto Fernández se encaprichó en gritar a los cuatro vientos que su legado será su “decencia”, pero como –desde hace tiempo– se ha venido esmerando en dañar la credibilidad de su palabra y su coherencia se hace cada vez más difícil tomarlo en serio.
En La Cámpora, lo que reina es el espanto. Esto se da en un marco particularmente intenso en el que la organización que lidera Máximo Kirchner sostiene una batalla en varios frentes. Una de esas batallas –que es de una creciente intensidad– la sostiene el hijo de la vicepresidenta contra Axel Kicillof. El presente del gobernador de la Provincia de Buenos Aires luce complicado. Y su futuro, también. Intenta sin éxito colar alguna idea en el rumbo que ha tomado Sergio Massa.
Pero el ministro es casi un “artista” de la arena política. “Sergio le da participación en los diálogos, escucha, pero es él quien decide”. En buen romance juega a hacerle creer que tiene un lugar en la mesa de decisiones que no es tal. El gobernador bonaerense lo sabe. Su paciencia se agota, pero también se agotan sus aliados en el círculo de poder. El líder de La Cámpora se encarga personalmente de limar su figura. Se detestan.
En medio de este juego de vanidades la economía real se desmorona. Las reservas del BCRA vuelven a encender las alarmas. Un hombre de la línea de la institución lo describió así: “No dejaban de venir empresarios a pedir ampliación de cupos para importar. La respuesta era la misma para todos. Ya no sabíamos cómo caretearla. Ahora ni eso, hay resignación. Pero cuando necesiten insumos van a volver”. La duración de la relativa calma cambiaría es todavía una incógnita. El dólar Qatar trajo más problemas que beneficios. Asociaciones de Bancos, Tarjetas de crédito y Procesadores aún no saben cómo aplicar los cambios.
Un banquero se preguntó entre incrédulo y enojado: “¿Para qué lanzan medidas sin analizar antes de saber su viabilidad?”. Puro sentido común. Es que adaptar los softwares y desarrollar planes de emergencia no es tarea de un día para el otro.
El éxodo en el Gobierno es la otra gran preocupación, no tanto por la pericia de los caídos –claro está– sino porque en cada renuncia se hace más difícil encontrar funcionarios capaces que tengan intenciones de subirse a este barco. El problema es que la embarcación se llama Argentina y tristemente todos estamos a bordo de ella.
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