La pluma de un acólito en campaña fue decisiva para bordar la misiva que reunió a casi todo el arco político. Las terminales que aceitaron las firmas. El operativo 2024.
Por Guillermo Villarreal
Jorge Bergoglio lo hizo. El papa consiguió lo que pocos entre quienes ostentan poder en la política vernácula. Logró que las máximas figuras del oficialismo y la oposición suscribieran una carta colectiva “sin grietas” por los diez años de su pontificado y pidiéndole que visite pronto la Argentina; un convite que Francisco viene dilatando desde el 13 de marzo de 2013 con el argumento de evitar que su figura se use con fines partidarios. La pluma de un acólito presidenciable, en plena campaña por posicionar su imagen en el electorado, fue decisiva para bordar la misiva que reunió a casi todo el arco político.
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En la génesis de la decisión de escribirle a Bergoglio están los movimientos populares, a los que el pontífice considera una fuerza de transformación social. La dialéctica discursiva de estas organizaciones de base se nota en el texto, que tuvo entre sus redactores a Juan Grabois, asesor papal en el Dicasterio de Desarrollo Humano Integral y quien presentó este viernes en Roma, con traje (o campera) de presidenciable, su libro Los Peores. Vagos, chorros, ocupas y violentos. Alegatos del humanismo cascoteado junto al expremier italiano Giuseppe Conte.
Al intentar reconstruir cuáles fueron los nombres propios, además de Grabois, que tuvieron responsabilidad en el armado y redacción de la carta colectiva, la respuesta a Letra P fue: “Entre varías personas; pero lo que importa es el mensaje de unidad”, dijo una legisladora nacional que pidió no ser nombrada y que también suscribió la nota.
Tras la redacción se aceitaron las terminales políticas a fin de hacer circular la carta y conseguir el mayor número de adhesiones. A esa tarea contribuyeron el ministro del Interior, Eduardo de Pedro; el secretario de Culto, Guillermo Oliveri; la diputada Victoria Morales Gorleri, el diputado Eduardo Valdés y otras referencias de la política, el sindicalismo, las organizaciones sociales y las religiones.
Tan solo 48 horas después de la difusión pública de la misiva, el papa utilizó, sorpresivamente, el espacio de la audiencia general de los miércoles para agradecer el gesto de sus compatriotas y lo hizo apelando a una queja sutil hacia la clase dirigente por sus permanentes divisiones: “Se me ocurre decirles: así como se han unido para firmar esta carta, qué lindo que se unan para hablar, para discutir y llevar la patria adelante”, improvisó ante los peregrinos presentes en la plaza San Pedro.
En un año electoral, en el que todo gesto visibiliza las internas y se lee con ojos de campaña, la enumeración de quienes firmaron y no firmaron la misiva expresando “admiración y cercanía” al papa da lugar a un punteo diferenciado. Ni el presidente Alberto Fernández ni la vicepresidenta Cristina Kirchner podían dejar de estampar su firma, más allá de las diferencias irreconciliables que hoy los distancian y el dispar vínculo relacional que tienen uno y otra con Bergoglio.
El alcalde Horacio Rodríguez Larreta era una rúbrica lógica de Juntos por el Cambio en tiempos de exposición mediática tras su lanzamiento como presidenciable por el espacio opositor. Igual lectura para la firma que puso la exgobernadora María Eugenia Vidal. Menos racional es la excusa del expresidente Mauricio Macri para no suscribir la nota colectiva, y totalmente fuera de análisis la ausencia de Patricia Bullrich; más cuando las dos máximas figuras del PRO fueron invitadas a adherir.
No tan juntos para la carta al papa
“Macri tiene su propio mensaje”, justificaron en el entorno del fundador del PRO poco antes de que posteara dos mensajes alusivos en su cuenta de Twitter. “Los diez años del papa Francisco nos invitan a reflexionar sobre su impacto. Inspiró a miles a trabajar por un mundo más solidario. En Argentina, me gustaría recalcar el trabajo de los Hogares de Cristo, que hace 15 años luchan contra las adicciones entre los más vulnerables”, escribió.
Bullrich optó por no levantar la mano para dar su adhesión y se mantuvo en silencio sobre su decisión, mientras se mostraba en Miami junto al obispo nicaragüense Silvio Báez, obligado por el régimen de Daniel Ortega a irse del país por sus críticas a la administración sandinista. Otra de las firmas ausentes fue la de Elisa Carrió, la profeta de la Coalición Cívica y agnóstica devenida en católica que en 2016 excomulgó a Bergoglio de sus afectos espirituales por el rosario bendecido que le envió a Milagro Sala, presa en Jujuy.
La invitación a medias y la carta episcopal
Aunque la carta colectiva de la dirigencia tenía como objetivo saludar a Bergoglio por su década en el Vaticano, apelaba también a un giro gramatical para invitar sin invitar al papa para que finalmente incluya a la Argentina en su agenda de viajes internacionales 2024. “Aunque deseamos y ansiamos tu visita, confiamos en tu sabiduría para decir sí y eventualmente el cuándo”, se subrayaba en la nota.
Así, mediante la misiva, la política activaba el operativo clamor para una eventual visita papal. Luego también se sumó la Conferencia Episcopal Argentina con otra carta, en la que los obispos transmitieron a Francisco el deseo de verlo pronto en el país, pero dejando en claro que no iban a interferir en el cuándo y en qué circunstancias lo hicieran posible.
Aunque Bergoglio no dio certeza de fechas, una respuesta suya en una entrevista con Infobae –que incluía muchos peros- puso el semáforo en amarillo, y a un paso para el verde, para comenzar a programar una posible visita en 2024. Ante la pregunta de si podría concretarse después de una elección, Francisco contestó: “Después de una elección ciertamente que sí… Yo quiero ir a Argentina”.
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