El Presidente quiere varios meses sin movilizaciones y con la economía creciendo; el fallo contra la vicepresidenta y las presiones del cristinismo obligaron a postergar la puesta en marcha del plan
Jaime Rosemberg
“Qué lástima lo que pasó. Había que pegar en caliente”, se lamentó uno de los referentes kirchneristas, aún contrariado por la suspensión (Covid-19 mediante y por una semana) del acto de desagravio público a la vicepresidenta Cristina Kirchner que el Gobierno tenía preparado para este lunes, con presencias internacionales en el CCK y movilización callejera en sus adyacencias como ejes centrales.
El paréntesis en la movilización también condiciona el “plan verano feliz”, que desde el gobierno de Alberto Fernández enarbolan como bálsamo temporario para ir mejorando “el ánimo de la gente”, mientras el PJ debate las candidaturas presidenciales, con Cristina Kirchner fuera de carrera por decisión propia, una decisión que parece no tener vuelta atrás. “Les dijo que no piensen en otro 17 de octubre y que se pongan ya a laburar”, resumió otro de los referentes que conoció detalles de lo conversado en la cena bonaerense que la expresidenta realizó en Ensenada, rodeada de leales, luego del fallo condenatorio del Tribunal Oral Federal N°2.
Según cuentan a su lado, y aún felices por el triunfo argentino en los cuartos de final del mundial de Qatar (“mejora el clima, sin dudas”, afirman) voceros del oficialismo aseguran que el Presidente impulsa la teoría de una mejora “en el vínculo con la gente” en base a distintos supuestos: un aumento del consumo popular en base a “paritarias y bonos”; menos conflictos internos y menos movilizaciones en un diciembre que suele estar plagado de paros, cortes de calles y puentes; una temporada turística que -otra vez, prometen- será “récord”, basada en la escasez de dólares para veranear en el exterior; y una baja “aunque sea un poquito” de la inflación, a tono con los deseos del ministro de Economía, Sergio Massa, que luego del anunciado paso al costado de la vicepresidenta se convirtió en un candidato posible y potable aún para sectores alejados de su pensamiento en el Frente de Todos.
“Sergio le está poniendo el pecho a una situación difícil. Y no le está yendo tan mal”, lo elogiaron desde un búnker con trayectoria militante en el progresismo, alejados del ajuste en las cuentas y los acuerdos con organismos internacionales de crédito que lleva adelante el tigrense, para quien la tranquilidad de las variables económicas es también condición imprescindible para aumentar su capital político.
La puesta en marcha de este “plan verano en paz” choca con la serie de manifestaciones que, luego de las dudas iniciales, se programaron para apoyar a la vicepresidenta. “La gente no quiere protestas ni manifestaciones, vota por sus demandas, tenemos que ser útiles y eficaces. Más iniciativa y menos ruido político”, comentaba a mitad de semana un ministro que, paradójicamente, horas después impulsaba las manifestaciones contra la Justicia y en favor de Cristina.
¿Cambio de estrategia? Al menos, una postergación en el escenario ideal. “Hay que cumplir con el ritual. El Presidente marcó una línea, había que salir a bancar a Cristina y todos lo hicieron. Tal vez hubo matices, pero borrarse no se pudo borrar casi ninguno y diferenciarse mucho menos”, comentaron cerca de otro de los ministros clave del Gobierno, ubicado en las antípodas del pensamiento cristinista, en relación al respaldo del PJ a la vicepresidenta y la “persecución judicial” que denunció en su alegato mediático posterior al fallo.
Si bien las manifestaciones callejeras condicionan su puesta en marcha, el plan de alivio tiene el aval de Massa y de la propia Cristina, que se mostró -según aseguran desde el gabinete- más proclive al pragmatismo en lo económico y la unidad del frente en sus últimos discursos en Pilar y La Plata, antes del fallo de seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos, aplicable sólo después de la eventual confirmación de tribunales superiores. “Salir quieren y tienen que salir a bancarla, pero la militancia va a ir donde Cristina lo diga”, se ilusiona un peronista moderado que es parte de la gestión.
La necesidad de encontrar señales de mejora económica y una salida electoral viable después de conocido el “renunciamiento” de la vicepresidenta morigera las críticas desde el cristinismo al propio Presidente por su actitud inicial luego del fallo. Cerca de Cristina Kirchner prefirieron restarle importancia a las declaraciones de Diosdado Cabello, número 2 del régimen chavista en Venezuela, quien el miércoles criticó a los “tibios” que “se quedan tranquilos mientras la hiedra los va asfixiando. Eso estaba cantado y el pueblo no se movilizó”, dijo el hombre fuerte del régimen de Nicolás Maduro, en referencia al Presidente, pero también a La Cámpora, que en las horas posteriores al fallo se mantuvo sin ordenar movilizaciones a la tropa hasta que dio a luz la marcha y acto en el CCK, finalmente suspendida por el contagio de la vicepresidenta.
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Aún con esas disidencias en el seno del Frente de Todos, en el oficialismo se ilusionan con otros datos que consideran alentadores desde las provincias. “Todas tienen caja, y los gobernadores peronistas ya van acomodando sus calendarios electorales”, afirman desde el Gobierno, donde también ven a un Presidente “con más espíritu y más convicción, cometiendo menos errores, él y los que tiene cerca”. Lo ven dispuesto a “dar la batalla” hacia 2023, sea o no finalmente candidato a su reelección, uno de los principales motivos de controversia con la expresidenta.
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