Un fantasma maloliente espanta en los barrios, en el centro y en la periferia de Tucumán. Por donde sea que se pregunte, los vecinos recuerdan con sus narices la nube pestilente que recorrió la noche del lunes 17 de marzo, después de unos días de calor abrumador. Y el miércoles al mediodía y el jueves a primera hora (aunque con menor intensidad) el fantasma reapareció.
No hay rincón del Gran San Miguel que se haya salvado. El fuerte olor que aparece de manera repentina desconcierta incluso a los especialistas, que no pueden explicar con precisión de qué se trata. “Recorrimos todos las posibles fuentes y no encontramos ninguna situación irregular”, asegura Alfredo Montalván, secretario de Medioambiente de la Provincia. “Es un fenómeno difuso. La actividad económica de Tucumán, la agroindustria, genera residuos orgánicos que pueden producir olores; pero en general, como el caso de la vinaza, vuelven al campo. Hemos rastrillado toda la provincia: compost, cenizas, vinaza, desechos cítricos... todo está controlado. Y si hubiese una fuente de olor lo sabríamos porque la gente del interior ya lo hubiese denunciado”, dijo el funcionario. Un misterio.
En busca de respuestas, se consultó a varios especialistas vinculados al medioambiente: Montalván, el químico Juan Carlos Luján, el industrial Julio Colombres, el biólogo Juan González y el meteorólogo Juan Minetti. La mayoría coincide en que el olor fue generado por una sumatoria de fuentes, combinada a un fenómeno climático de dispersión y transporte de gases. En las zonas señaladas por ellos, nada más allá de los problemas habituales llamaba la atención.
Más dudas que certezas. Ese es el saldo en torno a este olor “masivo” que cacheteó la rutina y que tiene desconcertados a los especialistas. Una pregunta queda flotando en el viciado aire: ¿volverá?
Estabilidad e inestabilidad climática
Según el meteorólogo Juan Minetti, la inversión térmica se favorece con condiciones de estabilidad climática y es más habitual en el invierno. “Provoca que el polvo y los gases se queden en los primeros 100 metros desde la superficie. Por eso lo percibimos”, explica. “Las condiciones de inestabilidad, como las que hubieron los últimos meses, provocan el efecto contrario. En los momentos previos a la lluvia la presión atmosférica disminuye y facilita la dispersión de gases que provienen de las cloacas, por ejemplo y se suelen percibir olores fuertes”, distingue.
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