De aprietes y discusiones I. La tensión ya era insoportable en el HCD: todos estaban notificados de que el final de la UCR al frente de la Presidencia del Concejo Deliberante había llegado. Nicolás Maiorano buscaba un momento de distensión luego de darle largas a un espích que detallaba situaciones desdorosas del intendente Gustavo Arnaldo Pulti, en especial las de la causa penal que lo tuvo por años bajo escrutinio procesal por apoderarse indebidamente de cospeles de un teléfono público en la peatonal. De dicha situación GAP salió por un ingenioso escrito del ex juez federal Julio Eduardo Pettigiani, quien resolvió que no había dolo para el Estado toda vez que los cospeles habían sido apropiados antes de ingresar a la alcancía del teléfono en cuestión. Cansado, Maiorano se dirigió a la privada de la Presidencia del Concejo, para encontrarse allí con el propio intendente cuestionado.
De aprietes y discusiones II. En la puerta de la privada del presidente del Concejo estaba, en rol de guardaespaldas, el ex edil Gerardo Cirese. El intento de este aspirante a patova de impedir el ingreso de Maiorano quedó en nada. En el interior del despacho estaban el intendente; su esposa y secretaria Lucila Branderiz; Manuel Cotado -señalado como contratante de mano de obra criminal para pintadas injuriosas-, y Débora Marrero.El cruce fue fuerte, ya que GAP estaba histérico por los dichos de Maiorano en el recinto. Fueron truécanos y retruécanos por un largo rato, sin que nada fuera a definir las acciones finales que llevaron a dar una nueva conducción espuria y anti democrática, como ya había quedado establecido.
Hundidos sin esperanza. Ya no queda esperanza para los familiares de Pablo Vaccarezza y los marinos Alejandro González, Carlos Peña, Maximiliano Alí y Rogelio Hernández. Lo que viene es un fuerte reclamo de las familias por lo que consideran una actitud obstructiva por parte de Prefectura para actuar de inmediato en la búsqueda de los cuerpos de sus familiares desaparecidos. Puede haber otra vuelta de tuerca si, tal como está en nuestro conocimiento, hay una acción para darle entidad a la sospecha de que el barco sufrió modificaciones que tuvieron importancia cierta en su hundimiento. De ser así, habrá un capitulo intensísimo, por cierto.
Quejas y abandonos. El 22 de febrero, María Belén Guerrero Torres (14 años) y su hermana Liliana Guerrero Torres (18) se bajaron del micro de la línea 717 en el barrio de San Carlos (Ruta 226 km 17) para asistir a los festejos del carnaval que allí se realizaban. Al momento de cruzar la ruta fueron embestidas por Delfín Ramón Ruiz Martínez, quien circulaba en sentido hacia Balcarce en una moto tipo “Tornado”. Liliana quedó con múltiples golpes y fractura de cadera, en tanto que María Belén no tuvo la misma “suerte” y falleció cuando era trasladada al Hospital de Niños. Ruiz Martínez intentó darse a la fuga, pero fue retenido por las personas que estaban en las inmediaciones; la moto en la que circulaba no tenía seguro, ni patente, ni cédula verde o verificación técnica, ni tampoco él tenía carnet de conducir, sin dejar de mencionar que al momento del accidente, conducía alcoholizado (0,21%). Hoy circula a su libre albedrío, como si el episodio jamás hubiera ocurrido. Pero como no tiene apellido notable, se beneficia con la indiferencia judicial y general.
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