17 de abril de 2022
La Casa del Trabajador y los idus de marzo I. Fue el letrado Julio Hikkilo quien, creativamente, le puso a la denuncia el nombre de «Causa de los choferes fantasma», concepto que la cadena de corte y pegue —siempre afecta a repetir y no pensar— utilizó hasta el cansancio. No es la primera vez que el abogado se presenta ante la justicia aseverando que lo hace en nombre de los trabajadores pero, hasta ahora, mucho ruido y, luego, un silencio ominoso. Así sucedió, por ejemplo, con los trabajadores del ex EMHSA. Lo que sucedió ahora es sencillo: le tocó perder. La denuncia —que siempre tuvo más cháchara que texto— tenía un sólo damnificado, no 357 o «casi 400» como le gusta decir al orate. Su enojo ante el acuerdo firmado que suspende el juicio es por el fracaso de su plan inicial.
La Casa del Trabajador y los idus de marzo II. A un político liberal correntino le gustaba decir en la década del 1950 «primero armamos el conflicto, y luego negociamos». Un poco más cerca en el tiempo, Juan Grabois en un video, hablando ante los kumpas, dice: «Cuando hacemos quilombo, es porque vamos por la plata. ¿Por qué otra cuestión haríamos quilombo?». Sin ser integrante del liberalismo ni del dicasterio papal, Hikkilo también hace quilombo cuando va por la plata. Había razones de a 50 mil lechugas para hacer quilombo. Le dijeron «nones» y ahí se lanzó. Quedó magullado mal, y no sería de extrañar que el juez Fernando Machado Pelloni busque que se le aplique una sanción por su ausencia de decoro y su falta de apego a los hechos en sus manifestaciones públicas.
Museo mar: la joda continúa. Dicen que todo pasa por Magui, el nom de guerre de la esposa de Marcelo Pasetti quien, en yunta de blondis, le armó el contrato de explotación del café del Museo Mar a su hijo, junto a José Ignacio Rizzo. El local funciona sin habilitación municipal, ya que el anterior concesionario, Miguel Martínez Alue, se fue con la mesa autografiada por Marta Minujin y dejándole impaga una boleta de $80 mil a OSSE. Más raro es que, la misma funcionaria que está siendo investigada por estas y otras irregularidades, Valera Bratelli, es la que pone el gancho en todo este armado. Y más raro aún, es que la fiscalía 10 deje correr y correr el tiempo con todo este asunto. Quizás tenga que ver con el paraguas protector que le brinda la ministra de gobierno, Cristina Álvares Rodríguez. Todes íntimes les chiques.
Poniendo primera. Marcelo González, quien le dio a Mar del Plata un teatro como el Tronador, que está a la altura de los establecimientos más renombrados de las grandes capitales y, a no dudarlo —diría Mario Roberto—, es más moderno de la Argentina, viene con todo. Así quedó demostrado en la reunión organizada para el lanzamiento de CNN Radio, evento que presentó Juan Pablo Varsky y al que concurrió el círculo rojo, el círculo morado, y los que están afuera del círculo y quieren entrar. El pasado viernes hubo reunión entre un funcionario y empoderado correveidile de Montenegro y González, donde se habló del siempre complejo tema de la Plaza del Agua, que una y otra vez la mediocridad rampante de los actores locales ha hecho caer. Mucha pasión por hacer en la ciudad. No se entiende bien por qué incomoda tanto.
Nerviosho. Así relatan que anduvo por la administración del Complejo de Punta Mogotes el empresario Sergio Kloberdanz, quien no entiende las razones por las cuales sus negocios de publicidad y parque de diversiones, que explota en ese lugar, van a ir a licitación. Llegó a amenazar al nuevo presidente del directorio, Fernando Maraude. Es obvio que en Punta Mogotes hay mucho por hacer, empezando por la página del ente en donde aún citan a Mariana Cuesta como la presidenta del Consorcio y no aparece el director municipal Carlos Aramburu —más conocido como «Carmela» o «Humo-Man»—.
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