Al nuevo titular de Cultura le llueven las críticas por su inexperiencia en la gestión pública, entre otros cuestionamientos. Él se defiende: “Puedo aportar mucho”.
Hubo un Mahler que descolló en la tradición romántica a fines del siglo XIX, con sus sinfonías a gran escala y sus ciclos de canciones, Gustav. Hay otro Mahler que, un siglo más tarde, llenó estadios con musicales como “Drácula”, Angel. Que en realidad no se llama como aquel compositor, sino Pititto, y que tomó prestado el apellido porque, “alguien me dijo que había un compositor con ese nombre y me gustó cómo sonaba”, según declaró hace años a Página/12.
El nombramiento no cayó bien en ciertos círculos. Angel Mahler afirma haber sido alumno de Manolo Juárez, uno de los grandes pianistas argentinos, que ha fusionado folklore y jazz. “Alguna vez pensé en hacerle juicio. Después desistí porque era mucho lío. Lo eché cuando me dijo que se iba a poner Mahler como nombre artístico. ‘Es ridículo’, le explicaba yo. ‘Es como si me pusiera Manolo Beethoven.” Le pregunté si había escuchado algo de Mahler, si amaba su música, si por lo menos había mirado alguna partitura, y me dijo que no. Así que le dije que no volviera”, relató Juárez a Página/12 a fines de 2014.
Un año y medio más tarde, el compositor de los musicales de Pepito Cibrián desembarcó como ministro de Cultura de la ciudad. Una ciudad que se ha llamado a sí misma “Capital cultural de América latina”.
La llegada de Mahler a la cartera de Cultura se produce tras la polémica gestión de Darío Lopérfido. Designado en diciembre, Lopérfido quedó en el ojo de la tormenta por haber negado la cifra de desaparecidos durante la última dictadura militar. Tras varios meses, dejó el cargo, aunque conserva la dirección artística del Teatro Colón. Pasados diez días, AngelMahler tomó las riendas.
Al asumir, prometió un “gabinete del disfrute”, reafirmando que “son oportunidades que se dan en la vida y uno tiene que decidir, o mirar de afuera o involucrarse. Mirar de afuera está bien, pero en este momento de mi vida yo elijo esto porque creo en lo que está haciendo el gobierno y creo que puedo aportar mucho. Por ahí va a ir toda esta gestión”.
En diálogo con La Nación, el flamante ministro aseguró que el jefe de Gabinete le pidió “inclusión, que la gente salga a la calle, usar el espacio público. Hacer cosas buenas… Le gustó mucho la idea de trabajar con los chicos, algo que le comenté antes del acto. Darle la posibilidad a un chico de 5 años de que conozca otras músicas o llevar a Mozart y Beethoven a las escuelas”.
Ante la pregunta de si es consumidor de la oferta cultural (el FIBA, el Bafici, los museos, etcétera), respondió: “No, no. O sea: he ido, pero no con la mirada que voy a tener ahora. Mañana voy a empezar el recorrido para ir conociendo el potencial de cada lugar. Me dicen que los museos se llenan en épocas de vacaciones, lo cual es una cosa fantástica. Me contaron de la muestra de Picasso que se va a hacer el año próximo…, hay muchas cosas que están y que me encantan”.
A Mahler sólo lo ha apoyado públicamente su antiguo socio, Pepe Cibrián: “Mas allá de nuestro alejamiento en la profesión le deseo la mejor gestión, que pueda cumplir sus sueños, que su aporte a la cultura sea el necesario para hacer de nuestra ciudad un mejor espacio creativo y en donde, sin duda, los jóvenes y tantos talentos relegados tengan preeminencia. Brindo por esto ya que es una gran oportunidad en su carrera sumar este galardón”.
Ya antes de asumir y despacharse con sus declaraciones, el rumor luego confirmado de Mahler como ministro había generado mucho resquemor. El reconocido director de teatro Rubén Szuchmacher se expresó por Facebook en estos términos: “Habrá que ir comprando ristras de ajo para hacerle frente a la incompetencia. Los que deciden los nombres de los funcionarios de Cultura son bestias salvajes que deberían tener un poco más de respeto por las instituciones que pretender conducir. No critico la posible designación porque haya escrito música fea o porque porte un nombre de músico que no le es propio, sino porque carece de la más mínima experiencia o reflexión sobre los temas de cultura de la ciudad. ¿Alguien ha leído o escuchado alguna vez algo de AM hablando sobre los problemas de la cultura de la ciudad? ¿Qué es lo que nos permite saber acerca de su posible gestión?”
El crítico musical Diego Fischerman se expresó por el mismo medio: “Carece de antecedente alguno en el campo de la administración cultural en particular y de la gestión pública en general, y, como músico es espantoso, aunque tiene algún talento para imitar los rasgos más aparentes de los estilos ajenos”.
Por su parte, en un largo texto por la misma red social, el periodista y autor teatral Diego Manso consideró: “¿Acaso nos sorprende? ¿Acaso ignoramos que el Gobierno de la Ciudad “donó” el teatro Alvear para extensas temporadas de las mamarrachadas de la dupla Cibrián-Mahler? ¿Ignoramos las veces que se ha cortado con escenarios la Avenida Corrientes para que las “comedias musicales” del momento se promocionaran a costa del erario público? ¿Ignoramos también que mientras cuatro de nuestras salas de repertorio se encuentran cerradas por tiempo indeterminado el Gobierno de la Ciudad auspició congresos de Valeria Lynch, clases magistrales de Vicky Buchino y que montó un recital de Violetta en el Monumento a los Españoles? Ya no hablaremos entonces de cultura, esa antigualla, sino por fin de negocio. Puesto así, el desatino se convierte en “sinceramiento”, el término de actualidad que redime las consecuencias de cualquier crimen o imbecilidad políticos.”
Si todos estos argumentos son previos a la asunción de Mahler, y el nuevo ministro afirma, ya en funciones, que “me dicen que los museos se llenan en épocas de vacaciones, lo cual es una cosa fantástica”, cabría alguna posibilidad de que las críticas se vayan sumando.
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