Por: Gustavo González. La ceremonia es tan vieja como el Antiguo Testamento, pero se repite hasta hoy y, en general, sale bien: a un macho se lo llena de honores y se lo sacrifica. Al otro se lo humilla, se le cargan todas las culpas del pueblo y se lo echa al desierto, hasta que muera.
A algunos también se los apedrea en el camino, para que su muerte sea segura. Los machos son chivos y uno de ellos, además, es expiatorio. Porque este chivo se llevará consigo las culpas del resto.
El único detalle es que al depositar siempre las culpas afuera, los problemas de fondo seguirán sin resolverse y los errores tenderán a repetirse.
Especialidad peronista. En la historia reciente del país el método se probó con éxito.
María Julia Alsogaray fue la única alta funcionaria presa del menemismo. La sociedad, que durante una década había votado a Menem, un día descubrió que al final no había ingresado al primer mundo, que la convertibilidad generaba crisis y que había sido gobernada por cleptócratas.
Entonces el peronismo recurrió a aquella ceremonia ancestral que ya había usado antes (con López Rega, con Montoneros): entregó a una mujer que era ajena a sus raíces a una sociedad horrorizada por descubrir lo que ya sabía sobre la corrupción menemista.
Tiempo después estuvo a punto de pasar algo similar con Cristina Kirchner. Ella venía de ser reelecta en 2011 con el 54% de los votos (el segundo partido había obtenido 16 puntos). Era el tercer triunfo presidencial y consecutivo del kirchnerismo. Ninguna de las investigaciones que desde el principio hizo la revista Noticias, el diario PERFIL y algunos pocos medios, parecían hacer mella en aquella mayoría social.
Sin embargo, poco después, con el cansancio de doce años de kirchnerismo y tras la crisis del campo y de su último gobierno, un sector importante de la sociedad también buscó un gran culpable y ella era la candidata a serlo.
El propio Macri busca culpables entre sus ex subordinados. Le va a costar, habiendo sido él el presidente.
El peronismo no tuvo inconvenientes en repetir la ceremonia de expiación ofreciendo a la ex presidenta como chivo expiatorio, para que se llevara consigo todos los males mientras la sociedad y los herederos de Perón se purificaban.
El inconveniente fue que Cristina no es mansamente sacrificable y demostró una capacidad política superior a la media de la dirigencia argentina, peronistas incluidos.
Apunten a Duran Barba. Algo así dijo esta semana sobre ella Jaime Duran Barba. Para quien fue uno de los responsables de los triunfos electorales de Macri, Cristina es “la mujer más brillante de la historia política argentina”. Por eso lo castigaron tanto los medios como los ex funcionarios que antes recurrían a él para pedirle consejos salvadores.
Dijeron que buscaba trabajo en el Instituto Patria, pero no dijo nada distinto de lo que escribió tantas veces en este diario: considera a CFK una de las principales responsables del retroceso argentino, está convencido de que durante el kirchnerismo se montó una red de corrupción en el Estado y cree que su regreso le hace mal al país.
Y también piensa que es una política brillante que fue capaz de construir una épica que enamoró a un sector, que consiguió ganar dos elecciones presidenciales y que, antes de perder la de 2019, supo dar un paso al costado para volver al poder.
Pero el fracaso del macrismo (que es el fracaso de sus dirigentes y de quienes se sintieron representados por ellos) busca sus propios chivos expiatorios. Y la voz históricamente provocadora del consultor ecuatoriano, sumada a los enemigos que le generó su desprecio por la política y los partidos tradicionales, lo ubica en la pole position de esa triste competencia.
Peña candidato. El ex jefe de Gabinete es otro candidato a chivo expiatorio. Lo es incluso desde antes de dejar su cargo, cuando empezó a ser visto como un monje negro que manejaba a su antojo a Macri y que lo alejó de la realidad. El culpable de no darle a María Eugenia Vidal las herramientas para ganar en la Provincia (como la colectora con Massa) o de impedirle ser la candidata presidencial en lugar de Macri, como última carta del triunfo.
Esas críticas constantes del último año de gobierno hicieron olvidar que, junto a Duran Barba (y también con Larreta y la propia Vidal), fue co-rresponsable de los éxitos pasados del PRO.
Por las dudas, ya le había anticipado a su jefe que renunciaría en caso de ganar. Macri le ofreció la Cancillería, él le respondió que se iba, probablemente a estudiar en el exterior.
Ahora no está tan seguro. Por lo pronto regresó de sus habituales vacaciones en Uruguay y se prepara para volver a trabajar junto al ex presidente desde marzo. Se supone que será haciendo política interna, salvo que piense en acompañarlo por las ligas del fútbol internacional.
En cualquier caso, culpar por el fracaso del macrismo a uno de los mayores ejes de poder de ese gobierno puede ser razonable.
Aunque si el fracaso fue esencial y rotundamente económico, algunos podrían suponer que los mejores chivos expiatorios se encontrarían en esas áreas. Con un poco de ayuda de las nuevas autoridades, no sería difícil corporizar el mal en algún ex funcionario económico a quien se le puedan cargar culpas y vincularlo con negocios incompatibles con su rol.
Quienes ahora acusan a Duran Barba por decir lo que siempre dijo de Cristina, ansían un chivo expiatorio
Culpables según Macri. Quizá el propio Macri haya pensado eso cuando esta semana dejó por un momento sus vacaciones para contarle a un grupo de seguidores: “Yo les decía a mis funcionarios, ‘cuidado, nos vamos a ir a la mierda’; y ellos me decían ‘tranquilo’”, en relación al nivel de endeudamiento que su gobierno estaba tomando.
Macri también puede estar buscando sus propios culpables pero, como correspondería a cualquier presidente, no tiene más remedio que aceptar ser el principal responsable de todo lo malo o bueno de su gestión.
La culpa última nunca puede haber sido de técnicos como Dujovne o Sturzenegger, capaces de gestionar un crédito o de frenar la emisión monetaria.
Los economistas de un Estado trabajan a partir de la orientación político-económica que da quien fue elegido para conducir el Estado.
Salvo que la decisión de Macri haya sido dejar en manos de economistas el manejo del país. Que es lo que se vislumbra de su queja, en la que aparece como un opinador más en una mesa chica que ni siquiera lo tuvo en cuenta.
En ese caso, su culpa sería aún mayor: haber cedido a otros su responsabilidad de presidente para decidir salir de la recesión con un fuerte ajuste, con endeudamiento y con un retraso del dólar que después el mercado hizo explotar.
Por acción u omisión, a Macri le será difícil encontrar un chivo expiatorio que lo absuelva de los resultados económicos de su gobierno.
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