Logró números récord en Córdoba, repitió en la Ciudad, Santa Fe y Mendoza, y dio vuelta Entre Ríos. Además, se acercó en Buenos Aires. Secundado por sus aliados, Sanz y Carrió, prometió "trabajar para unir a los argentinos".
Armó un partido y les ganó. El fin de la era K llegó como lo habían reclamado sus dirigentes, cuando la gente empezaba a manifestar su hartazgo en las calles y ellos sugirieron batirse en las urnas. Mauricio Macri supo canalizar esa bronca y con una fuerza que formó hace sólo 10 años, más algunos aliados, barrió a Daniel Scioli en el primer balotaje presidencial de la historia argentina: cerca de la medianoche, con más del 97% de las mesas escrutadas, el candidato de Cambiemos le sacaba unos 3 puntos a su rival del FPV.
Por el final de la película, ganó el miedo, pero no a un ajuste y una devaluación, sino a una continuidad del modelo. Si se toma como parámetro el umbral de las primarias, a Scioli le costó romper el corset de votos cautivos que consiguió aquel 9 de agosto. En paralelo, Macri, que partió de un piso notoriamente más bajo, capitalizó el apoyo opositor, en particular el que había elegido a Sergio Massa. Entre el 25 de octubre y ayer sumó más de 4 millones de sufragios, contra 2,7 millones de Scioli.
La diferencia cuantitativa explica apenas una parte del triunfo de Macri. Cambiemos ganó en 9 de las 24 provincias, cuando el 25 de octubre lo había hecho sólo en 5. Pero, además, lo hizo en casi todos los distritos clave: logró números récord en Córdoba, con más de 70 puntos. Repitió en la Ciudad, Santa Fe y Mendoza. Dio vuelta Entre Ríos. Y se acercó en Buenos Aires, subiéndose de costado a la ola que arrancó María E. Vidal. ¿El plus? Un triunfo simbólico en Jujuy.
Como habían prometido, esta vez los datos se conocieron temprano. Incluso antes de lo anunciado. Un serio ministro Julio Alak, junto al director electoral Alejandro Tullio, rompieron el silencio antes de las 19.30 y desde entonces comenzaron a difundirse los números. La actualización fue minuto a minuto. La derrota final, que resultó acotada gracias al aporte del conurbano, no ameritaba nuevas demoras. Un par de horas más tarde, dio finalmente la cara Scioli. Antes, había llamado por teléfono a su contendiente para felicitarlo. Fiel al manual del perdedor, frente al micrófono arrancó valorando la “jornada democrática”. Su mujer intentaba sonreír a su lado. Su compañero de fórmula, Carlos Zannini, ni siquiera eso. Aun con la seriedad que imponía la jornada, el gobernador transmitía cierto alivio en su rostro. ¿Liberación tras una campaña insoportable?
Pocos minutos después, apareció la estrella de la noche. Con un mensaje emocional, por momentos tipo gurú de autoayuda, Macri prometió trabajar para “unir a los argentinos” y tener “buenas relaciones con todos los países del mundo”. Lo secundaban sus aliados Ernesto Sanz y Elisa Carrió, arquitecta original del frente. El flamante presidente electo también tuvo una mención especial para su futuro jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Macri tendrá el desafío de gobernar con un mapa político inédito: por un lado, manejará las tres principales cajas del país (la Nación y las dos Buenos Aires), pero luego tendrá apenas un puñado de gobernadores aliados (los radicales Gerardo Morales -Jujuy-, Alfredo Cornejo -Mendoza- y Ricardo Colombi -Corrientes-). El resto será básicamente peronista.
Su relación con esos gobernadores, desde el 10 de diciembre, se relacionará con otro ring adverso: el estratégico Senado. Macri apostará a que una buena relación con los mandatarios, siempre dependientes del poder central, lo ayude a disciplinar legisladores anti PRO.
En Diputados, la llave tiene nombre y apellido: Sergio Massa. Su bloque, UNA, contará con una treintena de dirigentes cuyas manos serán clave a la hora de votar en la Cámara Baja. El ex jefe de Gabinete de Cristina se mostró ayer abierto a acompañar las medidas que considere positivas. La negociación por cargos en la provincia de Buenos Aires también podría ayudar a convencerlo.
En lo formal, Macri se convertirá en el sexto presidente elegido por el voto popular desde la vuelta de la democracia: lo antecedieron tres peronistas (Carlos Menem, Néstor y Cristina Kirchner) y dos radicales (Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa). Otros cuatro dirigentes del PJ se colaron por la puerta del costado: Eduardo Duhalde, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Ramón Puerta.
El líder del PRO, una alianza que se oficializó para las legislativas de 2005, será así el primero que rompe con la hegemonía de los dos grandes partidos tradicionales del país. La UCR formará parte del próximo Gobierno nacional, pero como vagón secundario detrás de la locomotora macrista.
Lo del actual jefe de Gobierno será histórico también por origen. Es un empresario que viene de afuera de la política, más ligado al marketing y al deporte, aunque con 8 años de gestión en la Ciudad ya forme parte de la corporación. Será, además, el primer ingeniero votado para sentarse en el sillón de la Rosada. Cuando asuma, el 10 de diciembre, estará a dos meses de cumplir 57 años. Edad promedio para la tradición argentina moderna. En eso, no hubo cambio. El resto, en 18 días, se terminó.
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