El Presidente reconstruye su mesa política. Durán Barba se instaló en Olivos. Las alusiones a Lavagna y a Massa.
Ernesto Sanz había bromeado con Mirtha Legrand y Susana Giménez. Se había saludado con Ricardo Darín y Valeria Mazza y había intercambiado opiniones sobre el rumbo del país con Andrés Calamaro, con quien alguna vez compartió un asado y se sorprendió frente a sus consideraciones políticas. Cuando los tiempos del protocolo le dieron lugar, Sanz se acercó a saludar al rey Felipe VI de España. Pegado a él estaba Mauricio Macri. Hacía varios meses que no se veían.
-¿Mirá dónde te vengo a encontrar?- le dijo Macri.
-Mucho gusto, Presidente. Soy el embajador de San Rafael, Mendoza- contestó Sanz.
Mauricio Macri y Juliana Awada, junto al rey Felipe y la reina Letizia.
Ocurrió hace diez días, en el hotel Four Seasons, durante uno de los agasajos que le brindaron al rey y a la reina Letizia antes del Congreso de la Lengua. Unos días después sonó el teléfono de Sanz. Marcos Peña lo invitaba a desayunar a la residencia de Olivos. El encuentro se concretó este miércoles. El ex senador asistió con Jesús Rodríguez, que también había participado de la recepción a la monarquía española y había despertado la atención del propio Macri cuando el rey contó que habían estudiado juntos en la Universidad de Georgetown. Sanz y Rodríguez venían de insinuar en distintas conversaciones privadas que había que cambiar muchas cosas para que Macri pudiera encarar con posibilidades de éxito el proyecto reeleccionista. Sus reproches hacían eco en el partido de Alem: un sector rebelde, minoritario pero con poder interno, ya agitaba la posibilidad de saltar a las filas de Roberto Lavagna. El mensaje no tardó en llegar a la cima del poder. El desayunó con el jefe de Gabinete duró una hora y media.
Cuando salió de la residencia presidencial, Sanz -que, al igual que Elisa Carrió, se siente el padre de Cambiemos- habló con Alfredo Cornejo y Gerardo Morales, los hombres fuertes de la UCR. Y 24 horas más tarde Cornejo y Morales -junto al otro gobernador radical, el correntino Gustavo Valdés- fueron recibidos en el Palacio de Hacienda para que el ministro Nicolás Dujovne les expusiera minuciosamente el estado de situación de la economía.
Es el punto más sensible de la alianza. Los macristas puros insisten con que van por el camino correcto y que la crisis es necesaria para sentar las bases de “una economía sana” antes de volver a crecer; los radicales creen que si no se revisan las tarifas y no se reactiva con cierta urgencia el consumo existe un riesgo grande de ser derrotados en octubre. Hasta ahora la posición de los radicales era desoída por el Ejecutivo. Algo pareció cambiar esta semana.
Elisa Carrió se muestra en sintonía con la Casa Rosada.
Después de la cita en Hacienda, Cornejo y Morales cenaron en un restorán de Recoleta con Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Rogelio Frigerio y el mismo Peña. Entusiasmados, al otro día los mandatarios radicales conversaron con varios economistas de la UCR. “Preparen todos los papers que tengan que en la próxima semana nos volvemos a reunir”, ordenaron.
“Esto es lo más parecido a la reconstrucción de la mesa política de 2015”, dice uno de los operadores macristas que trabaja sin cargo para la Casa Rosada. En efecto, es lo que busca Macri por estas horas: cerrar filas con la UCR y bloquear el plan de seducción que pueda estar siendo elaborado por Lavagna. En el macrismo minimizan sus chances electorales, pero no mastican vidrio. Esta semana hubo reuniones que trascendieron y otras que permanecieron en la clandestinidad para mantener la paz en Cambiemos.
Mauricio Macri volvió a ubicar a Rodríguez Larreta y a Vidal en la mesa de las decisiones clave.
“Los radicales con votos están con nosotros”, es la lectura que hacen en Balcarce 50 cuando alguien menciona los coqueteos con Lavagna de dirigentes como Ricardo Alfonsín y Federico Storani, o por el más crítico de todos, Jorge Sappia, un desconocido por afuera de la política, pero que preside la Convención radical, el máximo órgano del partido. La Convención sesionará en mayo. Los rebeldes irán con una postura intransigente. Asoma una ruptura.
¿Y Elisa Carrió? El Gobierno se encargó de cuidar a su socia más temida cuando Clarín publicó que se abría la negociación con la UCR por la vicepresidencia. Suponían -con fundamentos- que Lilita podría llegar a poner el grito en el cielo. Peña se comunicó con dirigentes de la Coalición Cívica para transmitirles que no había ninguna decisión tomada. También intercedió Mario Quintana, el ex vicejefe de Gabinete, a quien la diputada elogia cada vez que puede. Carrió devolvió el mensaje con gentileza: aseveró que la elección del vice debe ser una decisión exclusiva de Macri y que confía en el diálogo de la Mesa Nacional de Cambiemos. El silencio de Carrió siempre es un alivio para el Presidente. Se comprometió a no hablar con los periodistas hasta después de Semana Santa.
Roberto Lavagna y Sergio Massa podrían ir separados a las PASO. Foto: Reuters
“Estamos ordenando la tropa y tratando de preservar el buen clima antes del tramo decisivo de la campaña. Es lo que nos pide Mauricio”, afirman quienes trabajan cerca del jefe de Gabinete. Los movimientos de los últimos días apuntaron a la reconciliación con actores que fueron clave en la campaña de 2015. La excepción resulta Emilio Monzó -fundamental en aquella contienda-, hoy con más ganas de irse como embajador a España que de seguir siendo el principal sostén de las leyes que impulsa el oficialismo en el Congreso.
De espaldas a los movimientos con el radicalismo y la Coalición Cívica el que nunca deja de tallar en las decisiones del primer mandatario es Jaime Durán Barba. El estratega ecuatoriano estuvo el lunes en la Rosada y el martes y miércoles en Olivos. Mantuvo reuniones con Macri y con Peña y el jueves llevó adelante un nuevo trabajo de focus group para sumar a la voluminosa encuesta cualitativa y cuantitativa que estará lista en los próximos días. También charló en profundidad con Vidal y con Rodríguez Larreta, juntos y por separado. La gobernadora y el alcalde porteño han recuperado su lugar en la mesa de poder nacional. “Macri los consulta todo el tiempo”, admiten en sus entornos.
Jaime Durán Barba es el estratega electoral de Cambiemos.
Rodríguez Larreta es un obsesivo de su imagen, pese a que el estratega le muestra con frecuencia números que lo tranquilizan. En cambio, a Durán Barba le inquieta la resistencia que persiste en el Conurbano al modelo macrista, aunque nadie podría verlo como una revelación: es donde más se siente el ajuste y los saltos constantes de los precios en alimentos y servicios. Ese paisaje traza un interrogante que aún no tiene respuesta para el laboratorio oficialista: ¿Será mejor o peor que Macri acompañe a Vidal en sus actividades de campaña?
La fe macrista ha vuelto a sustentarse, en parte, en que “lo peor de la crisis cambiaria ya pasó y nos alejamos del epicentro”, al decir de Dujovne. Ese diagnóstico se suma al misterio sobre el futuro de Cristina y a lo que llaman el “desconcierto del resto de la oposición”. Las declaraciones de Lavagna sobre sus diferencias con Sergio Massa se celebraron silenciosamente en Olivos. “Se ve que ya no son más el espacio del consenso”, dijo un funcionario y provocó la risa de varios. Instantes de jarana en medio de la tormenta.
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