Por: Carlos M. Reymundo Roberts. Por fin pude descubrir cuál es la causa de los problemas que aquejan al Gobierno. La mala suerte. Malísima, al punto de que ya se podría pensar en una conjura de los cielos.
O de los infiernos. La semana pasada Macri todavía bailaba en una pata por lo bien que le había ido en el G-20, y de pronto empezaron a pasarle cosas espantosas, verdaderas tragedias. La más grave, que Boca haya perdido con River en Madrid. Pura mala suerte, como lo demuestra ese tiro de Jara que pegó en el poste sobre el final del alargue. Y anteayer nos enteramos, por el relevamiento de la UCA, del terrible aumento de la pobreza. Otra vez la fortuna jugó en contra. Antes los curas para Navidad daban buenas noticias. Ahora se les ocurre salir a contar pobres.
La sucesión de hechos dolorosos parece no tener fin. La Corte rechazó, por unanimidad, el reclamo del radicalismo de Santa Cruz contra la ley de lemas, trampa electoral para que gobierne allí el kirchnerismo. En la Casa Rosada la sentencia fue un baldazo de agua fría, pero no por los pobres santacruceños, y menos por los pobres radicales, sino porque soñaban con una Corte más amigable. Y resulta que Lorenzetti, ahora sin el poder de la presidencia del cuerpo, está más activo y conspirador que nunca. ¿Mala praxis de los operadores judiciales del Gobierno, tipo Pepín Rodríguez Simón? No. Una simple desgracia: la taba cayó del lado equivocado. De vuelta: el tiro de Jara viaja feliz hacia el empate y aparece un poste maldito que lo desvía.
Otro hecho. La Justicia liberó a Boudou. "Qué injusticia", rezongó Macri, y tiene razón, porque pocos como el exvicepresidente han hecho tanto, durante tanto tiempo, para merecer las rejas. No era un preso político, como denunció, sino un político preso. En sus años de afiebrado adolescente, cuando trabajaba de disc jockey y urdía trapisondas, una vez le preguntaron a Amado qué le gustaría ser de grande. Contestó que su sueño era "poder salir de la cárcel". Acaba de conseguirlo, y frente a esta contrariedad Macri debería mirar los aspectos positivos. En tiempos de campaña, está bueno que el mayor piantavotos esté libre. Además, enseguida se va a poner a gastar plata, lo que podría impulsar una reactivación del consumo.
Otro. Gianfranco Macri, hermano del Presidente, se presenta a una indagatoria en los tribunales de Comodoro Py por la causa de los cuadernos, y cuando una periodista le pregunta si su padre pagó coimas, lo manda en cana: "No sé, pregúntenle a él". Gianfranco, Gianfranco... qué gianfranqueza la tuya. ¡Habiendo tantas respuestas posibles, tantas formas de zafar! ¿No podrías haber resguardado el buen nombre y honor de la familia diciendo, por ejemplo, que lo sospechás, pero que no te consta? ¿O que no se pagaron coimas, sino comisiones? ¿No podrías haber pensado en tu hermano, que encabeza una cruzada contra la corrupción? Ya lo dijo De Vido el martes, y de esto sabe: "Los buchones son peores que los torturadores".
La economía también le juega en contra al Gobierno. La inflación de noviembre fue de 3,2%, bastante más de lo que se esperaba. Y probablemente el año termine con una suba de los precios cercana al 48%. Que coincida una recesión machaza como la que tenemos con alta inflación técnicamente se llama estanflación y se da muy pocas veces. Cuando se da es porque andás con poca suerte. Lo mismo con el riesgo país, que ayer volvió a subir y arañó los 800 puntos básicos, una enormidad. Suenan las alarmas: riesgo alto equivale a falta de confianza de los mercados en la capacidad de pago de un país. ¿No confían en nosotros? Qué mala leche.
Tampoco estás con el pie derecho si alguien tan respetable como Luis Pagani, CEO de Arcor, la mayor multinacional argentina y la de mejor reputación, afirma que el Gobierno no tiene un plan, sino que se limita a seguir "directivas del Fondo Monetario para bajar el déficit". Deberían llamarlo a Luis y decirle que de un fabricante de golosinas se esperan declaraciones que no dejen tan feo sabor en la boca.
Incluso la deriva del espeluznante caso Fardin-Darthés le infringió ayer un golpe al Gobierno, al resultar acusado por abuso un senador de Cambiemos: Juan Carlos Marino, del radicalismo de La Pampa. Lo único que le faltaría a la Casa Rosada, para coronar una semana de terror, es que un importante funcionario cayera en las redadas de denuncias. Dios no lo quiera. El dólar se pondría intratable.
No todas fueron pálidas en estos días. Después de 17 años, la Argentina volvió a exportar carne a Estados Unidos. La reapertura de ese mercado es un notición, aunque por ahora se trata de cantidades más bien modestas: el primer envío fue de 500 kilos, a Miami. Para un par de asados alcanza.
En eso se tiene que refugiar Macri. En las buenas noticias. Por ejemplo, que Lilita sigue callada, que se va Guillermo Barros Schelotto, que los pilotos de aviones acataron la conciliación (si les pagan lo que están pidiendo, me hago piloto) y que se acaba de poner en venta una isla de las Malvinas, gran oportunidad de inversión para los Kirchner.
Una vez leí que la buena suerte no necesita explicación. La mala, tampoco.
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