El ex presidente pidió que otros bloques, por fuera de Cambiemos, rechacen el proyecto de ley de consenso fiscal que se debatirá en Diputados. Mensajes por derecha e izquierda.
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CARLA PELLIZA
En medio del intento de proscribir a Cristina Kirchner, Mauricio Macri decidió seguir con su juego electoral para, en un escenario de polarización cada vez más extrema, contener al núcleo duro. Como en otras oportunidades, desde que reapareció en el mapa político, el ex presidente salió a marcar la cancha propia pero también de espacios ajenos. Esta vez, en el Congreso. Más precisamente en la Cámara de Diputados donde se debatirá el consenso fiscal que ya cuenta con media sanción del Senado, aprobación para la que colaboró un sector del radicalismo.
Usó el slogan de no permitir la suba o la creación de nuevos impuestos, algo pregonado en la campaña del año pasado y repetido, cada vez que se puede, en la actualidad. Con la clásica frase engañosa de "165 tributos y tasas", el líder amarillo se pronunció contra los Ingresos Brutos, puso en valor el consenso fiscal de su gestión e "invitó" a "legisladores de otros bloques, a los libertarios, a los representantes de partidos provinciales, a los peronistas que creen en la austeridad republicana, a la izquierda democrática a pronunciar un No rotundo" frente al proyecto de ley.
En Diputados, el proyecto saldría aprobado. Al menos ese es el cálculo que hace la propia oposición frente al escenario planteado. En principio, el interbloque de Juntos por el Cambio no votaría en forma unánime. De hecho, se espera que cuatro o cinco legisladores radicales opten por acompañar la iniciativa y que ellos, más el Frente de Todos y otros espacios ubicados en el medio de la grieta, aporten las voluntades necesarias.
Esos radicales que acompañarían aclararán que su voto no impulsa una suba de impuestos en sus provincias, de hecho los gobernadores de la UCR ya se comprometieron a no hacerlo, sino la posibilidad de que sus distritos puedan cobrar deudas que la Nación tiene con ellas. Estos posicionamientos fueron los que inspiraron a Mauricio Macri a realizar un pedido que puso en duda la unidad de la alianza. En un almuerzo PRO, le pidió a los suyos diferenciarse del partido centenario - y socio fundador - de la coalición por estar a favor de la suba del gasto o la creación de impuestos.
Ese pedido derivó en la ya vieja discusión de si la unidad es más fuerte que la transformación. Si Juntos o Cambio. La molestia o no del ex presidente no preocupa al radicalismo en el próximo debate. De hecho, en el Senado ya hubo votos divididos. En la UCR hubo cuatro ausencias (un mecanismo usado para no tener que votar en contra), una abstención y nueve acompañamientos. Algo que llamó la atención. Sobre todo de parte de aquellos senadores sin gobernadores, como el caso de Luis Naidenoff, de Formosa, provincia gobernada por el peronismo.
"Muchos gobernadores buscan asegurar sus ingresos ante la incertidumbre provocada por una crisis que no saben cuándo ni cómo va a concluir", lanzó Macri en una nota publicada en Clarín para marcar la cancha. No solo la cuestión financiera sino también la de la crisis. Sobre todo, cuando la oposición dejó en claro que su estrategia es la del cansancio y la del caos para, en el peor de los casos, convocar a elecciones anticipadas. El planteo de la inestabilidad volvió a aparecer para reforzar esa pretensión vigente desde la salida de Martin Guzmán de Economía.
El último (ahora anteúltimo) y más reciente episodio de Macri marcando los límites también tuvo el protagonismo de Elisa Carrió. Tal vez la.jugada que hizo temblar la continuidad de Juntos por el Cambio cuando, frente a los intentos de ampliación de los socios, prohibieron la inclusión del "panperonismo" para garantizar el "panrepublicanismo".
Carrió fue una de las tantas que salió a celebrar la condena contra CFK pedida por el fiscal Diego Luciani. La persecución judicial se transformó, una vez más, en la amalgama de la oposición. En el caramelo que hace olvidar la visita al médico. En el desayuno post extracción de sangre. Con mayor o menor intensidad, la alianza salió a respaldar el operativo judicial - mediático que culminó con una represión de la Policía en las puertas de la casa de Cristina.
La vicepresidenta vinculó directamente la actitud de la Ciudad con las prácticas empleadas por Mauricio Macri y los halcones. Ante los amagues del ex presidente, el jefe de Gobierno y Patricia Bullrich se transformaron en los dos principales postulantes del PRO. Y así lo expresó Hernán Iglesias Ilia, ex secretario de Comunicación Estratégica de la Jefatura de Gabinete macrista, en una entrevista con FutuRock: "Tengo el pálpito que no va a ser candidato”, aunque admitió que “las cosas en Argentina pasan muy rápido y puede cambiar. Hoy los dos candidatos esenciales claros del PRO son Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta”.
La definición no llegará este año, se estirará hasta inicios del segundo trimestre del que viene, para mantener la centralidad y el poder de decisión. Hoy nadie quiere disputar el liderazgo porque, en caso de triunfar en las elecciones, quien gane también lo tendrá. Por eso, el ex presidente empezó a jugar como una brújula, a generar tensiones internas y posicionarse como el gran elector. Salvo que cambien los planes.
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