Por Fernando Gonzalez
La historia reciente suele mostrar mejor que nada los argumentos de la decadencia actual. En el mes de octubre se van a cumplir veinte años del último presidente radical elegido en las urnas. Fernando De la Rúa fue el quinto de ellos después de Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, Arturo Illia y Raúl Alfonsín, el primero en derrotar al peronismo. Se sabe de sobra que aquel mandato no terminó bien y concluyó dos años antes de lo previsto con el estallido del 2001. Pero después vinieron otras experiencias tan fallidas que hasta el trauma por la salida anticipada de De la Rúa se fue amortiguando.
En 2003 la UCR tocó el fondo de su pesadilla llevando de candidato presidencial a Leopoldo Moreau, hoy integrante secundario de la armada Brancaleone de Cristina. Obtuvieron el 2,3% de los votos en todo el país, el porcentaje más bajo del partido con 129 años de historia. Y en 2007 fueron furgón de cola de la postulación de Roberto Lavagna, quien llevó como candidato a vicepresidente a Gerardo Morales, ahora enjundioso gobernador de Jujuy. Electoralmente funcionó un poco mejor porque sacaron el 17% de los votos y ubicaron diputados, senadores y una cantidad expectable de intendentes. Pero la experiencia culminó en fracaso cuando, tres meses después, Lavagna corrió cándidamente a abrazarse y a sacarse una foto con Néstor Kirchner en la Quinta de Olivos para reasumir su ADN peronista.
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Tampoco el 2011 les trae recuerdos agradables a la UCR.Ricardo Alfonsín probó que los votos no se heredan por genética y finalizó tercero con algo más del 11%, muy por detrás de Cristina Kirchner y del socialista Hermes Binner. Entonces vino la experiencia del Frente Cambiemos junto a Mauricio Macri que hoy encuentra a los radicales como socios minoritarios del poder con tres gobernadores y tres ministros del gabinete, además de una buena cantidad de legisladores. La novedad en el partido de Alem es que varios de sus dirigentes creen llegada la hora de enfrentar al Presidente en las elecciones primarias que van a hacerse en agosto.
La disparada del dólar el año pasado y la caída persistente de la imagen presidencial envalentonan, sobre todo, a quienes quedaron en la periferia del partido en estos años. No parece haber un candidato indiscutido como lo fue Ernesto Sanz en 2015 y por eso las miradas empiezan a caer sobre Martín Lousteau,el ex ministro de Economía de Cristina que se afilió a la UCR en 2017. Dos años antes, había fundado su propio partido (Evolución) con el que casi impide la elección de Horacio Rodríguez Larreta como jefe de gobierno porteño.
Hasta allí la historia. Ahora lo que empieza a escribirse es la saga inquietante de la relación entre Macri y Lousteau. El Presidente lo invitó a integrar la comitiva con la que viajó a la India y a Vietnam. Y el diputado porteño se despachó en una entrevista en pleno viaje con los argumentos por los que cree que debería haber una elección primaria en Cambiemos. No anunció su candidatura pero quedó claro que hablaba de una interna entre ellos dos.
El desafío indignó a la Casa Rosada y fue celebrado por los radicales que sueñan con enfrentar a Macri en una interna. A los de afuera, como el hijo de Alfonsín, y a algunos de adentro como el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo. La pregunta corrió como un rayo en la tormenta del poder. ¿A quién se le ocurrió invitar a Lousteau a la gira por el Lejano Oriente? La respuesta explica un poco el estado de cosas en la coalición de gobierno a la que los macristas se niegan a llamar coalición.
“Los invitados vinieron por sugerencia de Emilio Monzó”, es el argumento que esgrimen cerca del Presidente. Y le achacan el exceso discursivo de Lousteau a la falta de atención del titular de la Cámara de Diputados que está ansioso por anticipar el final de su mandato e irse a Madrid como embajador argentino en España. Marcos Peña, enfrentado a Monzó desde 2015, aprovechó la situación para reunirse el jueves con el ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, y confirmarle el aval de Macri como primer candidato a diputado por la Provincia en las elecciones. El mensaje estaba claro. Monzó ya tiene sucesor.
Claro que dentro del macrismo hay quienes juran que fue directamente Macri el que tomó la decisión de llevar a Lousteau hasta el Taj Mahal. Y lo leen como una pequeña venganza personal del Presidente para con su amigo, Rodríguez Larreta, con el que mantiene una relación matizada de afecto pero también de competencia. Sucede que Lousteau es el principal opositor de Larreta en la Ciudad. Son cosas que suele hacer Macri para desorientar a propios y extraños. Divertimentos como el de enviarle un mensaje al ex secretario de Cultura porteño, Darío Lopérfido, para felicitarlo por la campaña tuitera que el ex sushi viene calentando en las redes sociales, casi siempre con Horacio como destinatario de sus ironías corrosivas.
De todos modos, en política los dardos suelen volver como un búmeran. Invitado por Macri o por Monzó, Lousteau no esperó a bajarse del bonito avión de Emirates en el que viajaron para mostrarse como eventual candidato. Pero como rival de Macri y no de Rodríguez Larreta porque la apuesta es explorar si hay espacio como para enfrentarlo por la postulación principal de Cambiemos. Al Presidente, enfocado como está en la posibilidad de su reelección, no le gustó nada la bravata del economista con el que tiene una amable relación personal, al que nombró embajador en Washington y el que le renunció dos meses antes de la asunción de Donald Trump. Algunos funcionarios macristas creían incluso que Lousteau hasta podía ser el acompañante en la fórmula presidencial. Si esa hipótesis tuvo alguna viabilidad, quedó enterrada entre Nueva Delhi y Hanoi. “Son los riesgos de dormir con el enemigo”, dice un radical experimentado que los quiere a los dos.
Pero desafiar a una interna o ir en serio a una interna son cuestiones bien distintas. Después del triunfo de Daniel Kronenberg sobre Javier Mac Allister en La Pampa, los radicales comenzaron a entusiasmarse y a evaluar sus posibilidades reales de enfrentar a Macri. Ramón Mestre desoyó los ruegos del macrismo y confrontará con Mario Negri por la candidatura a la gobernación de Córdoba. Lo acompaña casi todo el aparato de la UCR provincial frente a un Negri que luce mejor en las encuestas y cuenta con el respaldo total del Gobierno y de Elisa Carrió. ¿Qué sucederá si Mestre vence al candidato de la Casa Rosada en el distrito donde Macri sacó el 75% de los votos en los comicios de 2015? Sería otro golpe para el Presidente y un camino, tal vez sin retorno, hacia una elección primaria salvaje.
“La interna es nuestro deporte preferido pero los radicales a veces exageramos y no nos damos cuenta que Macri está disputando el poder en serio con el peronismo”, advierte uno de los correligionarios que mejor conserva los modales con la muchachada PRO. La hora de la verdad se jugará en la próxima Convención Nacional, que se hará a fines de abril y promete ser un volcán en medio del proceso electoral. Morales postuló a Jujuy, una provincia donde podría contener mejor a los radicales más exaltados. Ricardo Colombi ofreció a Corrientes y está claro que la discusión va a ser ardiente. En la Convención de Gualeguaychú en 2015, Sanz y Morales lograron los votos suficientes para darle el aval a la candidatura presidencial de Macri. Pero volaron decenas de sillas y algunas piñas durante el debate democrático. Son varios los que están preparando el casco y entrenando los músculos para la discusión que se viene.
Lo que la mayoría de los radicales reconoce es que Lousteau no los entusiasma demasiado como candidato. Pero que el desafío interno puede servirles para que Macri les reconozca en Cambiemos el lugar que creen merecer. Será clave la negociación entre Macri y Cornejo, el presidente de la UCR, para definir la situación. Enojados, destratados, la mayoría de los radicales admite que no tienen una mejor opción que acompañar la batalla por la reelección presidencial. “Con la devaluación, Macri vio el abismo y quedó bien claro que quiere seguir”, aclara con respeto uno de los radicales que sufrió como pocos las salidas anticipadas de Alfonsín y De la Rúa. Pero a los moderados del partido les será muy complicado contener la furia de los que van por la interna.
De las lecciones reprobadas por el país adolescente, la Alianza surgida a fines de los ’90 pagó como ningún otro sector político el internismo entre sus integrantes. Los desencuentros entre De la Rúa, Alfonsín, Chacho Alvarez y Elisa Carrió aceleraron la debacle que el peronismo disfrutó con el pecado de la irresponsabilidad. El resultado de todo aquel desatino fue que el 51% de los argentinos quedaran bajo la línea de pobreza. La historia que escriban las próximas elecciones presidenciales también depende de cómo resuelvan sus cuentas pendientes los dirigentes del Frente Cambiemos. Macri, Lilita, los radicales, Lousteau. Mientras la economía tiembla y demora en serenarse, la sociedad observa preocupada para comprobar si aquellos a quienes les dio su voto han remontado la cuesta del aprendizaje.
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