Las dos principales fuerzas políticas nacionales tendrán actos centrales en la ciudad en la semana previa a las elecciones. Raverta y Montenegro se verán favorecidos. A Pulti le hubiera convenido un cierre menos bullicioso de sus rivales.
El rumor estaba instalado. El candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández, no vendría a Mar del Plata en la previa de las elecciones del domingo próximo. Era un dato desalentador para la candidata local, Fernanda Raverta. Una versión que había tomado fuerza después de que ganador de las PASO desistiera de participar del Coloquio de IDEA.
Ese runrún alimentaba las especulaciones y daba cierto ímpetu al grupo de peronistas que no comulgan con Raverta y apoyan la candidatura del ex intendente Gustavo Pulti, entre los que revisten integrantes del sindicato de porteros, comandado por Víctor Santa María –un hombre con buen vínculo con Fernández–, y Horacio Tettamanti, el aspirante del Frente de Todos que declinó competir con Raverta cuando no le dieron las boleta de Fernández y de Axel Kicillof.
Cuando las versiones iban en aumento, cuando las dudas se convertían en temor en el kirchnerismo local, LA CAPITAL confirmó el dato político más importante de la antesala electoral: el cierre de campaña de la fórmula que arrasó en las PASO será el jueves en Mar del Plata. Podía ser en La Plata o Bahía Blanca, pero la decisión final fue desembarcar con todo en este distrito.
No hay margen para la duda: la gran beneficiada es Raverta. Estará rodeada de los principales candidatos del Frente de Todos, incluida Cristina Kirchner, a tres días de las elecciones. Ya no hay especulación posible: el kirchnerismo quiere hacer historia en Mar del Plata. Anhela que el peronismo gane por primera vez aquí desde la vuelta de la democracia. Y con una mujer. En tiempos en que la lucha feminista contagia y convoca a multitudes.
El presidente del PJ local, Juan Rapacioli, lo dijo con emoción en el acto del Día de la Lealtad: “Del 55 a hoy nunca hubo un intendente peronista en la ciudad de Mar del Plata. Estamos al borde de tener una intendenta peronista. No podemos aflojar en nada, porque estamos a punto de cometer el milagro”. Deslizó también la postergación que sufren peronistas tradicionales en la campaña, pero dejó en claro que un triunfo histórico borra cualquier discrepancia: “Es cierto que la táctica duele, pero se supera todo”.
Nada está dicho. Mar del Plata se ha convertido en una piedra preciosa para las dos grandes estructuras políticas del país. La semana pasada también se confirmó, aunque en este caso no estaba en duda, la marcha del “Sí se puede” que encabezarán Mauricio Macri y María Eugenia Vidal un día antes de la incursión del Frente de Todos en Mar del Plata. Ayer las calles ya mostraron un adelanto.
La ciudad es uno de los contados distritos clave que Juntos por el Cambio tiene chances reales de gobernar a partir del 10 de diciembre. Vidal actúa en consecuencia. Elogió públicamente a Guillermo Montenegro tres veces en nueve días. Salvo el protagonismo que tendrá el miércoles en la calle, Macri ha sido marginado de la estrategia oficialista en la ciudad, que requiere de un equilibrio constante entre la expectativa de un futuro venturoso y una realidad que no para de dar malas noticias, como el dato de la inflación de septiembre. El apoyo nacional lo reforzó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, con la presentación del Centro de Formación de Gendarmes en Chapadmalal.
Pulti acusó el golpe de los anuncios de cierres de campaña en Mar del Plata. “Nosotros queremos la foto con los marplatenses”, buscó diferenciarse. Le hubiera convenido un final menos fervoroso. Uno en el que los espaldarazos de los candidatos con más votos de la provincia y la nación para Raverta y Montenegro pasaran más desapercibidos.
La buena noticia para la ciudad fue que los candidatos no rehuyeron al debate televisivo. No hubo atriles vacíos como otros años o como en otros distritos (en La Plata faltó a un debate la candidata del Frente de Todos, Florencia Saintout, y fue noticia en los medios nacionales).
La primera conclusión tras el vendaval de propuestas, chicanas, ataques, provocaciones e indiferencias es que el escenario local no se ha modificado. Raverta transmitió sus propuestas con aplomo, tuvo reflejos para responder ataques y fue la única que sorprendió con un anuncio no realizado durante la campaña: el de que recortará su sueldo y el de sus funcionarios para achicar el gasto político. Una consigna ajena para conseguir votos ajenos. El ex intendente sacó a relucir su florida oratoria para insistir en que quiere convertir a Mar del Plata en una fábrica de trabajo y en que será el jefe de seguridad. Prefirió confrontar con Montenegro antes que con Raverta, un síntoma inequívoco de que tiene presente que después del domingo próximo se abre un nuevo tiempo político. El candidato de Juntos por el Cambio, más distendido en el segundo debate, eligió no responder algunas embestidas y salió airoso con sus buenos modales. De los que solo pugnan por llegar a la marca de 8,33%, el porcentaje que se necesita para ganar bancas en el Concejo Deliberante, el más destacado fue Bonifatti, el candidato de Consenso Federal.
Algunos episodios están destinados a quedar en la memoria colectiva de la política vernácula. El olvido del nombre de Bonifatti por parte del intendente es uno de ellos. El otro, la escalada agresiva entre Pulti y Arroyo, que llevó al primero a decirle “inútil” y al segundo a endilgarle ese demérito a la abuela del ex jefe comunal.
Tras los debates no estaría demás que algún concejal explore la posibilidad de redactar una ordenanza que los torne obligatorios. Cabría preguntarse incluso qué hubiera sucedido hace cuatro años si Arroyo, en lugar de mantener sus planes en secreto, hubiera aceptado ir a los canales. Tal vez se hubieran empezado a notar por TV los rasgos del intendente que más votos perdió en la historia de la democracia.
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