Recibido el golpe de ganar el balotaje porteño por apenas tres puntos, y buscando controlar los daños sobre su candidatura presidencial, Mauricio Macri estrenó anoche un discurso versión estatista, y de un solo saque prometió que la Asignación Universal por Hijo, Aerolíneas Argentinas, YPF o el sistema de jubilaciones, permanecerán en el Estado en una eventual presidencia suya.
Un par de horas antes, un acto electoral que combinó circunstancias únicas había convertido en Jefe de Gobierno a su pollo, Horacio Rodríguez Larreta, pero por una diferencia mínima, sobre el joven candidato de ECO, Martín Lousteau, que de todos modos lo venció en nueve de las quince comunas de la Ciudad Autónoma.
La circunstancia única principal: esta vez no competían ‘los malos’. Los candidatos del Frente para la Victoria estaban eliminados. Era una confrontación entre candidatos blancos. Eso quitó de la reflexión del voto el rechazo espontáneo que amplias franjas de la porteñidad tienen por el peronismo en todas sus variantes.
Pero también movilizó el voto radical supérstite como no ocurría desde 1999, cuando ganó la Alianza. Los barrios de la zona oeste, la línea de la Avenida Rivadavia, lucían eufóricos, casi como en la época de oro del alfonsinismo cuando en esas comunas ganaba 4 a 1, cuando no 5 a1. Y todo eso contando que Macri abandonó la campaña nacional para asegurar el triunfo en su territorio.
Para peor, el triunfo exiguo reabrió un clásico que lo acompaña desde sus inicios: su imagen negativa. Antipatía, prejuicio o rechazo liso y llano, no son exclusivos del peronismo. También va en sentido contrario, y ayer fue evidente que los votantes del FPV, ya fuera de la pelea, se animaron a lo que evitó su ex candidato Mariano Recalde y votaron masivamente a Lousteau.
Y este debe ser la peor noticia que anoche recibió Macri, porque evidencia una dificultad difícil de evitar a estas alturas del proceso electoral. Toda pregunta donde las opciones son sólo dos, encierra una amenaza para el alcalde. Y justamente de eso tratarán las PASO de agosto y las presidenciales de octubre.
Daniel Scioli, el más beneficiado pero fiel a su estilo, dejó anoche sus moderadas críticas al confuso discurso de Macri, ahora en su propia versión estatista, sin olvidar su increíble frase del inicio: “no debemos retroceder”.
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