Su aspiración es de máxima, Balcarce 50. Cambiará de lugar de trabajo sólo cruzando la histórica Plaza de Mayo, aunque el 29, el 8 o el 64, cualquier colectivo lo dejará bien. Desde 2011, en el Hotel Sasso el ingeniero Mauricio Macri, ha mantenido un discurso de oposición firme, que ha comenzado a capitalizar.
Su aspiración es de máxima, Balcarce 50. Cambiará de lugar de trabajo sólo cruzando la histórica Plaza de Mayo, aunque el 29, el 8 o el 64, cualquier colectivo lo dejará bien. Desde 2011, en el Hotel Sasso el ingeniero Mauricio Macri, ha mantenido un discurso de oposición firme, que ha comenzado a capitalizar.
Se diferenció con matices, con estilo y con respeto, así se ha logrado instalar en la pole position. El lado de la cuerda, le asegura un sorpasso en la segunda vuelta, casi en una maniobra tijera. Desde allí la bandera a cuadros en el 2019. Recuerdo con absoluta claridad, cuál era su mensaje de unidad para desplazar al kirchnerismo. Una carrera de egos con socios nada confiables, como Felipe Solá y Francisco de Narváez, más sus propias dudas, lo dejaron en boxes en el 2011. En el medio alguna expresión como “Macri es mi límite” (de quien luego se alió con el “Colorado”), lo dejó a Macri en boxes durante 4 años.
Afianzó su proyecto, revisó el prototipo y ajustó las piezas con calles peatonales, metrobus, bicisendas, cruces ferroviarios bajo nivel, etc. Maquillaje, pero modernización y equipo de trabajo lo han ido convirtiendo en el favorito y cada día su candidatura aumenta las apuestas.
Ayer estuvo en Mar del Plata. Se aisló, y blindado como parece, se animó a una foto con la candidata radical Vilma Baragiola. Es selectivo, pero en el acuerdo con Sanz y Carrió, todos están haciendo grandes sacrificios. Desbaratar a los K y sus aliados, significa asumir riesgos y hacerse cargo.
En sus primeros días como presidente de Boca, vino a un torneo de verano en 1996 para un súperclásico. Vivió en el José María Minella, una discusión del momento, que fue publicada en el diario El Atlántico. Al día siguiente una llamada a la Sección Deportes, tenía al propio Macri del otro lado del teléfono, dando y pidiendo explicaciones como corresponde en esos casos. Tal sea sólo otra anécdota como la del Hotel Sasso, pero dan cierto tipo de perfil.
Mauricio Macri no es un político tradicional. Scioli, Stolbizer, Carrió, Duhalde, Solá, Sanz, etc. Son casi habituales moradores en la ciudad, varias veces al año. El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, ha llegado por exigencias de agenda. Almuerzos con Mirtha Legrand, Coloquio de IDEA, un Boca – River, alguna reunión personal con José Moscuzza – el presidente de Aldosivi – pero casi nada más.
No digamos que le huye a Mar del Plata, pero no es de sus favoritas, es evidente. A tal punto, que todos los referentes del PRO de la ciudad, no recuerdan haberlo visto nunca por estos lares haciendo proselitismo, tomando contacto con quienes han elegido el amarillo como su color favorito. Macri no conoce sus locales y ahora se lo lleva el vértigo de la campaña.
La política es un negocio, con muy pocas excepciones. Macri ha debido remontar una imagen de tener mala prensa, por esto del falso progresismo que se degenera hasta convertirse en kirchnerismo, por ejemplo.
Macri ha llegado hasta aquí, sin haberle “dado bola” a Mar del Plata. Hoy la red de los votos, sumar para él y María Eugenia Vidal, es prioridad. Pero quedó envuelto en cuestiones domésticas de los marplatenses, cuando el nombre del doctor Carlos Fernando Arroyo, apareció entre la pregunta de los periodistas. Y Mauricio respondió como lo hizo María Eugenia Vidal cuando se le preguntó (hace unos cuantos meses) sobre una eventual candidatura del fiscal Juan Manuel Pettigiani. Es un partido abierto el PRO, no le han cerrado la puerta a nadie, pero es difícil entrar sino se cuenta la llave adecuada, lo cual conspira para mejorar el diálogo, que insistimos no existe con sus máximo representantes locales.
Encima descuidaron a su perla blanca, María Eugenia Vidal en el hotel boutique de Güemes, se tuvo que fumar las fotos con Eduardo “Lalo” Ramos, que dejó sus aspiraciones en una banquina de la ruta 226, a punto de desencadenar una tragedia. Para Vidal fue un tropiezo, pero sabe de sacrificios y todos los días sube la vara, espera el envión final de la inercia del voto al candidato a presidente de la Nación, que siempre es determinante para ser el gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
El confort de Mar del Plata, no es del paladar de Macri, no es antojadizo, sino que es un dato de la realidad. Por el crecimiento del PRO, hizo una escala obligada ayer en Playa Grande. Actuó como un ordenador sin dudas, dejó el juego abierto, y en verdad hace falta mejorar la oferta, el modelo Nac y Pop está averiando de consideración a la ciudad preferida por todos los argentinos.
Tal vez haya respetado que la ciudad es la base de operaciones de Daniel Scioli, a quien socarronamente anoche le dedicó una ironía en forma de risa, cuando le pidieron en un programa político, que califique la gestión del gobernador de la provincia. Un día antes ya Fernando Niembro lo había atendido, descargando todos los defectos de un gobierno bonaerense sin gestión y pésimos resultados.
Scioli nos ha saturado de naranja, por lo menos sabemos que el amarillo no sabrá de excesos.
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