A menos de un mes de las PASO, Mauricio Macri camina por un territorio árido, en el que propios y extraños le cuestionan casi todas sus movidas tácticas, donde cada vez es más patente su déficit de argumentación política, incluso para enredarse dialécticamente con el balotaje porteño del domingo próximo, donde su candidato seguramente vencerá.
Algunos analistas se divierten y lo colocan en el caso inverso de la máxima jurídica que sostiene que si una norma puede lo más, también puede lo menos. Proveniente del refranero español, si la expresión es mirada al revés, puede pensarse que si el Alcalde no puede lidiar con soltura un desafío electoral jugando de local, entonces el escenario nacional pinta temerario.
Pero humor aparte de analistas o editores, lo cierto es que si el Jefe de Gobierno llegó a donde está, lo hizo siempre en base a sus propias decisiones. Sólo que la presidencial es más exigente, y esta coyuntura, todas las metáforas terrestres le caben (desierto, laberinto, etc.) y si se prefiere la náutica, está claro que el barco que timonea por ahora está lejos de puerto.
El veto a acordar con sectores del peronismo y el massismo, o el ninguneo a sus aliados de la UCR y la Coalición Cívica (CC), sus movimientos tácticos del pasado, ahora le pasan factura. No crece en la provincia de Buenos Aires, donde ni siquiera consigue fiscales, en tanto que en Capital Federal, radicales y lilitos le oscurecen el balotaje y por extensión, su candidatura.
Martín Lousteau, cuyo mayor capital es su juventud, apenas necesitó un discurso institucionalista para poner en aprietos a Macri, que hasta llegó a pedir una reforma a la constitución de la Ciudad Autónoma. Fue una auténtica confesión de fastidio por tener que ir a una segunda vuelta.
Aún protegido por la gran prensa concentrada, pero también por la aristocrático-tradicional, la financiera y la que se distingue por su frivolidad, Macri busca el volantazo que lo vuelva a poner en el rumbo correcto. Le sirvió al principio, cuando con movimientos enérgicos alineó a un buen polo opositor detrás de su candidatura presidencial.
Pero la prensa ya no puede ocultar su orfandad discursiva. La semana pasada Macri concedió una entrevista al amigable canal A24. Estuvo fatal. En especial, el tramo referido a los fondos buitres. Sobre llovido mojado, el mendocino Julio Cobos, teóricamente un aliado del Alcalde, se refirió a Daniel Scioli como al futuro presidente en un reportaje.
Por eso esta semana volvió a animar a sus íntimos. “Si perdemos en primera vuelta, será por poco”, y reiteró que al electorado que desea cambios no le quedará más opción que votarlo en segunda, garantizando su llegada a la presidencia. Pero en el mismo encuentro, varios dirigentes pidieron producción urgente de argumentos políticos que sustente el cambio que se pide.
El rechazo fue del jefe de campaña, Marcos Peña, quien de haber accedido hubiera estado reconociendo un error propio, pero también de Jaime Durán Barba. Menos que menos, aceptaron producir algo así como un Plan de Gobierno, o medidas específicas de un probable gobierno de Cambiemos. Aquellos lejanos imitadores del general Perón de los ’70, dirían: “es que son inconfesables”.
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