El expresidente declaró el fin del alineamiento automático. Cree que las ideas de Milei son buenas pero el libertario "no sabe ejecutarlas". La batalla con LLA será en el área metropolitana.
Por: Claudio Mardones.
Los gritos que se escucharon este jueves en la asamblea del PRO no han dejado de retumbar en cada una de las tribus del partido amarillo que fundó Mauricio Macri hace 15 años. El magnate volvió a conducirlo para purgar de su interior a todos los que quieran fundirse con La Libertad Avanza o dentro del gobierno de Javier Milei. La polémica, tal como se lo esperaba, estalló en la última reunión partidaria con potestades para definir las alianzas. Albergó a unos 180 participantes y terminó con una escena que al expresidente le encantó: la ministra de Seguridad Patricia Bullrich se retiró del plenario, acompañada por un puñado de dirigentes, cuando comenzaba a perder la idea de profundizar el vínculo con LLA y explorar un futuro electoral común.
«De un lado quedaron 170 y ella se fue con 15 a un bar cercano para hablar mal de los que no se fueron», retrató un importante dirigente del PRO que hasta octubre del año pasado hizo campaña por la fórmula «Patricia presidente, Luis Petri vice». El bullrichismo dice que fueron 40 los enojados del cisma. Todos los asambleístas sabían que se iba a escenificar la pelea que se viene cocinando dentro del PRO desde la traumática derrota de la primera vuelta del 22 de octubre, cuando Juntos por el Cambio quedó afuera del balotaje. Bullrich fue derrotada y reconoció el revés al lado de un Mauricio Macri que había elogiado más a su competidor, Javier Milei, que a ella. Después vino la operación para trasladarle la mayor cantidad de los votos de JxC a LLA y la fallida idea del cogobierno posterior a la victoria, que sólo se redujo a la incorporación de Bullrich y Petri al gabinete de Milei. La contorsión de la excandidata presidencial del PRO dejó muchos malheridos y sumó a Macri a ese pelotón, cuando el magnate confirmó que su exministra trabajaba, junto a gente del nuevo Gobierno, para anticiparle la jubilación lo más rápido posible y sacarlo de juego.
El fundador del PRO, fiel a su origen calabrés, se tomó su tiempo para aplicar la venganza y, por ahora, es sólo el comienzo. Dice a sus íntimos que con la sanción de la Ley Bases y del Paquete Fiscal se terminó la etapa del «alineamiento automático» para garantizarle la gobernabilidad y las herramientas que reclamaba. Repite que le cae muy mal que Milei le dedique elogios en público y desplantes en privado. Asegura que el presidente es malo en la gestión porque desprecia esa tarea y asume que buena parte del escenario político, y del partido que preside se definirá a partir del éxito o del fracaso del gobierno de ultraderecha que se constituyó a partir de una fuga progresiva de votos que no pudieron frenar. Por momentos, Macri suena autocrítico para quienes lo han escuchado en las últimas semanas. No deja de insistir que «las ideas de Milei son buenas, pero el problema es que no sabe cómo ejecutarlas». La frase que le adjudican quizás sea una línea argumental que se escuchará en las próximas semanas, mientras continúe el operativo macrista para diferenciarse de Milei, pero sin romper.
Fue sólo una formalidad el desenlace legislativo para los dos primeros proyectos que Milei envió al Congreso. Macri viene trabajando hace meses. Primero se concentró en la provincia de Buenos Aires, el territorio que María Eugenia Vidal gobernó y que no tuvo chances de retener en 2019, porque el entonces presidente se negó a desdoblar las elecciones bonaerenses de las nacionales. El magnate no quiere dejar la provincia en manos de La Libertad Avanza, uno de los distritos donde se corporizó una parte de la fuga de votos que jaqueó a JxC. Siguió el detalle la ofensiva para forzar la renuncia de la senadora Daniela Reich como titular del PRO bonaerense. Fue posible con una estampida de integrantes del Consejo del partido para impulsar su remoción ante la falta de respaldos. Fue un mensaje directo para expulsar a Reich y anticiparle a su pareja, el intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, que sólo encontrará rechazos si sigue con la idea de fusionar el partido amarillo con LLA. La ofensiva se cerró la semana pasada sin elecciones y con el armado de una lista de unidad, encabezada por Cristian Ritondo, flamante presidente del PRO bonaerense. El exministro de Seguridad de Vidal es, además, titular del bloque del PRO en la Cámara de Diputados. Estrechó su relación con Macri en el último año y ahora forma parte de la nueva orientación partidaria para tomar distancia del oficialismo.
Dentro del bloque, que tiene 37 voluntades, no hablan de ruptura, sino de «desgajamiento». El espacio tiene menos de una decena de legisladores que responden a Bullrich, encabezados por Damián Arabia. El diputado tiene una estrecha relación con la ministra y a veces expresa sus posiciones. Sostiene que no se irá a ninguna parte y que pelearán «desde adentro». La aclaración refleja que el operativo conducido por Macri apunta a empujarlos a que se vayan del partido antes de un intento para echarlos o aislarlos.
A pesar de las diferencias que estallaron el jueves, en cada línea interna del bloque consideran que no hay posibilidades de avanzar con la construcción de un interbloque con el oficialismo en Diputados. «No se enfrió porque nunca estuvo caliente esa idea», dijo un bullrichista. «Sería lo mismo que venimos haciendo, pero sumándonos gratis los quilombos de los 37 que forman parte de la LLA», insistió otro legislador que responde a Ritondo. Sin embargo, en la Casa Rosada aseguran que insistirán con la idea del interbloque y que buscarán recibir con «la mejor predisposición» a los macristas que banquen la idea de Patricia de fusionarse. La señal es leída dentro del PRO como una apuesta del Gobierno a quedarse con una parte del bloque, o acelerar un desgajamiento. Será un desafío para Ritondo, porque también tiene una buena relación con el Gobierno y posiblemente también empiece a insistir en público con las críticas que ya les ha dicho en privado.
Ritondo fue uno de los primeros en advertir que Milei se estaba equivocando feo con el PRO. Lo hizo para criticar el incumplimiento del fallo de la Corte que había ordenado la devolución de la coparticipación que la administración de Alberto Fernández le había quitado a la Ciudad. El reclamo lo encabeza el alcalde Jorge Macri, que mira las encuestas que le llevan donde percibe que Milei pierde apoyos ante una clase media golpeada por los ajustes y molesta por la piedra libre que Milei le dió a las empresas de medicina prepaga para seguir aumentando. El jefe de Gobierno le pidió a su primo expresidente que lo acompañe en el reclamo hasta forzar una negociación. Macri salió esta semana a exigirle a Milei que cumpla con la ley. Paradojas del macrismo en la era Milei: en el PRO maldicen al ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, que recibió al jefe de Gabinete porteño Néstor Grindetti y le enrostró que ya habían recuperado esos fondos con los impuestos que habían aumentado. No fue en buenos términos y con una predisposición que sólo alimentó nuevos malhumores calabreses. Esta vez en el primo Jorge, el otro Macri, que ahora negocia en silencio un posible plan de pagos de ahora en adelante con una tregua sobre el saldo anterior.
Las definiciones estridentes de la asamblea macrista del jueves tienen un trasfondo electoral. La batalla con el oficialismo será en el Área Metropolitana. Milei muestra al diputado José Luis Espert como un posible jugador que busque revertir los errores del pasado y alimenta la idea del vocero presidencial Manuel Adorni como competidor en la Ciudad de Buenos Aires. Bullrich podría jugar una carta similar. Macri no dejará que lo haga en nombre del PRO pero la ministra posiblemente lo intente y haya una controversia que sólo siga desgastando al partido amarillo, dentro de la relación tóxica que tiene con Milei.
La dimensión federal de Bullrich es limitada. JxC sigue existiendo en las diez provincias que gobiernan el radicalismo y el PRO. Los gobernadores del partido amarillo ya anticiparon que no acuerdan con la idea de fusión. El chubutense Ignacio Torres anticipó que se va del PRO si prospera esa alternativa y Rogelio Frigerio, de Entre Ríos, tampoco acompañaría una posibilidad de ese tipo. Para cada gobernador la urgencia está definida por la gestión y la crisis económica que los tiene a merced de la dependencia presupuestaria con un Ejecutivo que negocia por goteo. Aún así, no acompañan a Bullrich en su «alineamiento automático», pero no la desautorizarán en público y menos con las heridas abiertas.
«El problema es que a Mauricio no le gusta nada el Congreso», dice un viejo conocedor del expresidente para relativizar la posibilidad de que vuelva a ser candidato el año que viene. Podría pelear por el Senado o la Cámara Baja y disputarle el electorado a Milei en su distrito, el territorio originario del PRO. Bullrich podría hacer lo propio y aumentar la interna a cielo abierto. Para ese momento falta un año y ninguno de los sectores en pugna sabe si Bulrich seguirá dentro del partido. Macri está seguro que para entonces ya la habrá empujado afuera, en los brazos de Milei. «
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