Por Jorge Fontevecchia
Quienes creen que el universo tiene un orden, la humanidad una teleología, y que no todo es puro caos y azar se preguntan por qué la sociedad argentina eligió como presidente en 2015 a una persona como Macri quien no tenía las características que habitualmente prefieren los votantes.
“El pueblo nunca se equivoca” es una reducción de la idea de Jorge Guillermo Federico Hegel en sus dos monumentales obras: Fenomenología del espíritu y Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal asignándole un espíritu a la historia operado a través de la dialéctica como proceso de síntesis en el uso de la razón.
Además de “por algo” pasa lo que pasa, también pasaría “para algo”, incluso lo malo: el dolor sería la señal que nos indica habernos alejado del camino correcto. El kirchnerismo aprendió que terminaba siendo partero de Macri, y el no peronismo, que con las ideas de Macri terminaba siendo partero del regreso de Cristina.
Macri o Cristina, no como personas sino como significantes, al estilo de Hegel, donde los actores son cuerpos que usa la historia para cumplir su recorrido. El gran reinterpretador de Hegel, Alexandre Kojève, introdujo a Lacan en el pensamiento hegeliano y este último explicaba: “Se dice que el loco se cree Napoleón, pero si Napoleón se creyera Napoleón, también estaría loco, debería saber que hace de Napoleón”.
O sea: Macri persona o Cristina persona no son (solo) ellos sino lo que representan, más allá de sus propios méritos o defectos. Y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional anunciado por Alberto Fernández es un punto de unión en este zigzag de la historia argentina reciente. Es el nudo que liga el pasaje de Cristina a Macri y de este a Alberto Fernández. Y el cuerpo del actual presidente parecería ser usado por la historia para recorrer una síntesis que se podría titular: “No Cristina/ no Macri”.
En la conferencia de prensa del viernes, recurrentemente se le preguntó a Martín Guzmán y luego a la vocera Gabriela Cerruti, si Cristina Kirchner había dado su consentimiento y había validado los números que conforman las premisas del acuerdo con el FMI, y ambos respondieron evasivamente. Pocos días antes, en un sincero reportaje de Ernesto Tenembaum a Leopoldo Moreau, el ex alfonsinista y ahora supercristinista manifestó su deseo de no pagarle al Fondo Monetario Internacional y que los costos de un default no serían mayores que los de un acuerdo. La ausencia hasta corporal de Cristina Kirchner durante los anuncios del acuerdo contrasta con su participación junto a Guzmán y Alberto Fernández cuando se anunció, hace más de un año, el acuerdo de renegociación con los acreedores privados.
La presencia, este viernes, de Juan Manzur junto a Martín Guzmán y, la noche anterior, la de Sergio Massa junto a Alberto Fernández, sin la de algún referente de la vicepresidenta, fue un gesto de la incomodidad que le genera. El FMI es el legado de la oposición que si lo rechaza, al producir una crisis, resucita al significante Macri. Jaque mate de la historia que, como decía Karl Marx, otro hegeliano, “los hombres (y las mujeres) hacen la historia pero con lo que les legaron sus predecesores”. Macri le dejó en 2019 un presente griego al igual que Cristina a él en 2015.
Paradojas de la historia: si para 2023 se cumplen los postulados del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el primero que podría dejar el país mejor de lo que lo tomó sería Alberto Fernández, “proeza” que solo a Néstor Kirchner puede atribuírsele.
El viernes no fue un buen día no solo para Cristina Kirchner sino tampoco para los otros beneficiarios de la polarización: sus contracaras, los libertarios y los halcones del PRO, que apostaban a que una crisis creara las condiciones tanto para doblegar resistencias sociales a cambios de paradigmas culturales como para el regreso triunfal del ideario 2015/2019 recargado: “Lo mismo pero más rápido”.
Lo que diferencia a Macri de Horacio Rodríguez Larreta es la convicción del primero sobre que Argentina precisa una crisis como la de la hiperinflación de Alfonsín que le permitió a Menem/Cavallo introducir las reformas de los 90, mientras que Larreta no quiere imaginar un país donde se genere un 10% adicional de pobres durante un tiempo, aunque luego las medidas de ajuste pudieran dar resultado. Su receta también es de síntesis hegeliana, integradora de “lo otro”, siendo el cuerpo que usaría la historia si en 2023 le tocara ganar la presidencia a Juntos por el Cambio y Argentina se normalizara cumpliendo el derrotero del acuerdo con el FMI.
Los anuncios del viernes –siempre y cuando todo avance de la manera acordada con el FMI– serían también el comienzo de la campaña de Alberto Fernández para la reelección, sin descartar a Martín Guzmán como potencial protagonista electoral, como lo fueron en el pasado –salvando las distancias– Lavagna y Cavallo, pero también Erman González, ganador en la Ciudad de Buenos Aires de la primera elección de medio término de la primera presidencia de Menem. Los técnicos, en la medida en que pudieran tener éxito, también pueden tener una carrera política: el mejor ejemplo es Mario Dragui, de presidente del Banco Central Europeo a primer ministro de Italia.
En contraste con las declaraciones de Leopoldo Moreau en contra del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se encuentran las declaraciones del principal referente alfonsinista, Federico Storani, quien, junto con Coti Nosiglia, es el único de los fundadores de la Coordinadora (“La Cámpora” de los 80) que se mantiene con poder en la UCR. Esto dijo en el reportaje de PERFIL el domingo pasado: “Si hay alguien de quien no se debería prescindir en este gobierno, y lo digo como argentino, es de Guzmán. Creo que algunos lo critican porque dicen que no tiene un plan. Pero la verdad es que con lo que tiene está haciendo lo que puede. Algunos indicadores dicen que ahora se creció un 10,7%, y no es solamente producto de las commodities, de la soja, el maíz, el trigo, etc., sino que también está metalmecánica, está la construcción. Y también el boom del turismo interno, que en parte se ha producido con este tema de PreViaje, que va a producir un derrame sobre algunas de las actividades que estaban más deprimidas por la pandemia, como el caso, por ejemplo, de la gastronomía y la hotelería, que va a ser fenomenal. Yo lo he visto, lo he visto en las zonas de turismo en el sur del país, en Córdoba, en la propia costa”.
Vale recordar que Federico Storani fue el artífice del ingreso de Facundo Manes al radicalismo bonaerense. La misma actitud tuvo el presidente de la UCR, Gerardo Morales, saliendo públicamente a apoyar el acuerdo con el FMI inmediatamente.
Las posibles connotaciones electorales para 2023 del acuerdo con el FMI y la incomodidad del kirchnerismo versus la alegría de los albertistas se reflejan en las declaraciones de la ultracristinista Alicia Castro: “Lo vivimos como un duelo, con una gran preocupación. Solamente alguien muy fantasioso puede pensar que después de esto el Presidente va a ser reelecto”.
Aníbal Fernández respondió a quienes, desde dentro del Frente de Todos, se oponen al acuerdo: “Que se quiten esa impaciencia y se pongan a laburar”.
Comienza otro ciclo, la historia le vuelve a dar a Alberto Fernández otra oportunidad. Veremos cómo puede aprovecharla.
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