Disputan el control del PJ y difieren en la estrategia mientras Kicillof se aleja. Gobernadores peronistas aprovechan la grieta para marcar su juego.
Parece que en el kirchnerismo nunca falta la rosca, pero esta vez el plato principal se sirve frío y en familia. Máximo Kirchner y su madre, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, protagonizan un sutil (o no tanto) tironeo por el control del peronismo. Y en el centro de la tormenta está Axel Kicillof, el ex delfín de Cristina que ahora se perfila como un pez que amenaza con nadar fuera de la pecera camporista.
El debate por la eliminación de las PASO dejó al descubierto que madre e hijo no siempre coinciden en la estrategia. Cristina busca mantener las primarias para contener a Kicillof dentro del PJ y evitar que juegue suelto. Máximo, en cambio, prefiere dinamitarle el camino y cerrarle la puerta del partido, y aleccionar de paso a otros gobernadores. Como en cualquier dinámica familiar, el desacuerdo no se dice de frente, pero se siente.
Y mientras tanto, los gobernadores peronistas miran la escena con una mezcla de intriga y regocijo: donde hay un vacío de poder, siempre hay alguien dispuesto a llenarlo. Ese camino lanzó hace algunos meses al riojano Ricardo Quintela a buscar la presidencia del PJ, incitando de paso a Kicillof a romper con CFK, tras sufrir los últimos años las críticas y cuestionamientos de La Cámpora.
La primera reunión del año de los diputados de Unión por la Patria dejó en evidencia la grieta interna. No hubo acuerdo sobre cómo enfrentar la reforma electoral del Gobierno, y la solución fue el clásico "si no podemos decidir, mejor no jugamos": optaron por no dar quórum. En ese contexto, Cristina envió a Leopoldo Moreau a marcar la cancha en su nombre, defendiendo las PASO y criticando la jugada libertaria. Mientras tanto, Máximo y su tropa camporista escuchaban en silencio, como quien acata una orden a regañadientes. El hijo que agachó la cabeza y sigue bajo el paraguas de su madre.
Pero la rosca no se limita a la mesa familiar. Los gobernadores peronistas, que hace rato vienen tanteando la posibilidad de despegarse del kirchnerismo, aprovecharon la debilidad de la conducción K para abrir su propio juego. Algunos, como Gerardo Zamora y Raúl Jalil, ya dieron señales de que podrían apoyar la eliminación de las PASO, facilitando la jugada del Gobierno de Milei. Guillermo Francos, jefe de Gabinete, lo dejó claro: hay una disputa de liderazgo en el peronismo y varios legisladores están listos para darle el empujón final a las primarias.
Kicillof, mientras tanto, juega su propio partido. La posibilidad de desdoblar las elecciones en la provincia es un mensaje claro: su lealtad con el kirchnerismo no es incondicional. La idea de Cristina de una interna controlada para neutralizarlo podría convertirse en un arma de doble filo. Y si algo deja en claro esta interna es que, mientras Máximo y Cristina intentan disciplinar al gobernador, él ya está ensayando su vuelo propio.
En definitiva, la política peronista sigue siendo un telenovela de enredos con personajes que buscan consolidar su poder en un escenario cada vez más fragmentado. Y en el medio, madre e hijo intentan decidir si jugar juntos o en equipos distintos. Lo cierto es que, con o sin PASO, la lluvia interna en el kirchnerismo sigue cayendo sobre mojado.
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