El candidato libertario buscó retomar el control de la campaña tras el avance del ex presidente. Massa, Cristina Kirchner, el debate presidencial y la sorprendente migración de los votos entre las PASO y las generales
“Prefiero malo conocido que malo por conocer”. La frase la pronunció una mujer que vive en William Morris, un barrio del oeste del conurbano bonaerense, en uno de los focus group que realizó una empresa de encuestas y análisis político para detectar el sentimiento de los votantes que deben decidir, en apenas 15 días, el balotaje. En esas investigaciones surge también que Javier Milei personifica el cambio, mientras que Sergio Massa es de los dos el que ofrece menos incertidumbres.
Son reacciones intuitivas ante una elección que quedó desprovista de elementos y protagonistas que estimulen reacciones positivas. La esperanza fue hace un tiempo largo desplazada por el miedo, un sentimiento que se presenta ante un peligro real o imaginario y que se materializa ante la obligación de optar por uno u otro candidato.
Más allá de las encuestas que pronostican resultados y tendencias y de los últimos acontecimientos en cada una de las coaliciones que chocarán el 19 de noviembre, dos estudios combinados de Poliarquía, la consultora que lideran Eduardo Fidanza y Alejandro Catterberg, pueden servir para entender el momento que atraviesa la Argentina en la antesala de la batalla final de un agotador año electoral.
El índice de Confianza del Consumidor tuvo en los últimos tres meses una disparada en simultáneo a las medidas anunciadas por el ministro/candidato Massa para mejorar súbitamente los ingresos. Pero en simultáneo, el otro índice de Confianza, el que tiene que ver la visión que tiene el ciudadano sobre el desempeño del Gobierno se mantienen en los niveles más bajos de la serie. El consumidor piensa y siente distinto que el ciudadano. ¿Quién de los dos se expresará en las urnas dentro de tres domingos?
Son acertijos que por ahora no tienen respuestas concluyentes y que se alimentan de dichos y hechos en torno a los dos candidatos que competirán en dos semanas por la presidencia. Massa y Milei son finalistas en una carrera de obstáculos y el final está más abierto que nunca, según coincidieron analistas consultados para esta nota.
Massa, como candidato de Unión por la Patria, logró recién entre el miércoles y jueves restablecer el abastecimiento de combustibles. Fue un problema que alteró los nervios de una sociedad castigada por la inflación, entre otros padeceres. El ministro de Economía anunció una batería de medidas destinadas seguir mejorando los ingresos -vía créditos- y se ofreció como la contracara del candidato de La Libertad Avanza en las formas y el fondo. Ofreció reportajes a medios críticos, donde pronunció definiciones con fuerte impacto. “No soy kirchnerista”, fue apenas una de varias frases.
Ambos candidatos tienen por delante el hito más importante de la campaña de cara al balotaje, que es el debate presidencial del 12 de noviembre, que puede servir de trampolín o tobogán. Pero vamos por partes.
Milei y el “factor humano”
En La Libertad Avanza creen que la fiscalización va a ser decisiva para ganar. Confían en que la aritmética está de su lado y desestiman que el “factor humano” de Milei en el tramo final de la campaña pueda comprometer sus chances de éxito. Así lo reconocieron fuentes que conocen al diputado desde hace varios años, antes de consagrarse como político audaz, convocante y, ahora, presidenciable.
“Está nervioso, no se lo ve cómodo con este nuevo discurso, porque no lo representa. Su esencia no es la de alguien moderado. Está haciendo un esfuerzo grande para adaptarse”, aseveró un antiguo consejero que prefirió hablar en reserva. Según su opinión, el líder libertario evidencia las dificultades de adoptar una narrativa que no fue la que lo puso en el balotaje. Ni “cambiar”, ni la defensa de los valores republicanos fueron sus caballitos de batalla en los últimos cinco meses de campaña. Pero son situaciones que no llegan a ser un riesgo para la victoria.
La necesidad de correrse al centro para reunir los votos que le faltan para ganar el balotaje lo empujó a Milei a hacer un acuerdo con Macri del que sus más cercanos colaboradores todavía no terminan de estimar cuánto sumó y cuánto, eventualmente, le restó de potencia electoral. Lo cierto es que ya no hay motosierras, explosiones, ni sobreexposición de voceros descuidados del impacto mediático de sus declaraciones.
Los libertarios, igual, no quieren distraerse en eso y lo toman ya como un hecho consumado. Apuestan a conseguir del acuerdo con Juntos por el Cambio una prestación invaluable: un ejército de fiscales que les garantice en cada mesa de votación al menos una persona que controle, revise y custodie los votos, y sobre todo, la conformación de los telegramas y las actas. Desde Ushuaia a la Quiaca, desde Villa Libertad a Eldorado o Quitilipi.
“Están peleando las mesas con las actas que les mandamos nosotros. Ellos no tenían fiscales. Un papelón”, contó el miércoles uno de los organizadores de la votación en la provincia de Buenos Aires. En el equipo electoral que trabaja para Milei y que lidera el estratega y consultor político Fernando Cerimedo, admiten un déficit grave en la fiscalización, que esperan revertir con el aporte de JxC tras el pacto con Macri y Bullrich. “No vamos a denunciar fraude, aunque hubo muchas irregularidades. No tenemos forma de demostrarlo. En muchísimas mesas y en escuelas no hubo nadie nuestro”, revelaron en La Libertad Avanza, que llegan confiados en que Unión por la Patria llegó al techo y ellos tienen más chances de sumar que sus rivales.
La cuenta que hacen es simple: Massa obtuvo 37% en las elecciones, Milei consiguió 30% y el 33% por ciento restante es un voto más afín a la oposición que al oficialismo. No creen que el rechazo a su figura supere al hartazgo con el Gobierno.
El pacto y el acto
Volviendo al pacto Milei-Macri-Bullrich, entre los analistas políticos la mirada está puesta en la limitación discursiva y personal que ese acuerdo le impuso al líder libertario. Es un corset del que está intentando desprenderse de una manera ostensible y elocuente. Para entenderlo puede ser útil mirar y leer los gestos que hizo en los últimos dos días en donde hace política Milei: los medios y las redes. Primero leyó un mensaje que publicó en TikTok -la única cuenta que no maneja él, sino que la gestiona el influencer Iñaki Gutiérrez- donde dijo que no va a tocar ni la educación ni la salud pública, entre otras definiciones. También en redes publicó un video donde propone “cambiar” para frenar la decadencia y volver al crecimiento de principios del siglo XX. Y por otra parte aclaró que no iba a ceder en ninguna de las ideas de política económica, como cerrar el Banco Central o la libre competencia de monedas, que a la postre es dolarizar. También en TV dijo que no hubo un pacto y que sólo hubo un “apoyo incondicional”.
Son definiciones que le dan una nueva interpretación al documento de 12 puntos que leyó Patricia Bullrich cuando anunció la semana pasada en conferencia de prensa el pacto de Macri y ella con Milei. “Estoy en un 90% de acuerdo con esas cosas”, se limita a repetir el diputado libertario, sin aclarar cuál es ese 10% de disidencia.
En esas definiciones, en los hechos, el líder libertario expuso la dificultad de reducir su plataforma de ruptura, con aspiraciones cuasi revolucionarias, a ideas, conceptos y propuestas de índole reformista.
Más allá de eso, Milei volverá el sábado a la calle, el hábitat que más disfruta, para encabezar a partir de las 10.30 un acto en el centro de San Isidro, en Alvear y Arenales. Tendrá el formato de un banderazo y esperan que allí no sólo participe el típico público libertario. Siendo un distrito de Juntos por el Cambio, confían en que se produzca por primera vez un acto conjunto de dos tipos de militantes que hasta ahora caminaban por veredas distintas, incluso opuestas.
“No queremos dirigentes, no están convocados. Pero si vamos a San Isidro, esperemos que la militancia de Juntos por el Cambio, la gente que los apoya a ellos, se muestre. Hay mucha gente grande. A ellos ya no les decimos viejos meados. Ahora son viejos basados. Tampoco son la casta, ahora son nuestros”, confiaba uno de los que promovió la manifestación.
En San Isidro, después de 40 años ininterrumpidos de la familia Posse en el poder, el macrista Ramón Lanús ganó la interna y luego la elección general. Será el primer intendente con otro apellido desde 1983 que encabezará la Municipalidad. ¿Participará del acto libertario?
A Milei el regreso a la calle lo reinstala en el lugar que mejor le sienta, mientras se asoma la prueba más importante que tiene por delante: el último debate presidencial, el 12 de noviembre en la Facultad de Derecho de la UBA. Es el domingo previo al balotaje. Si el surfear la multitud es el deporte que mejor juega, la esgrima verbal y la competencia dialéctica es donde mayores dificultades encontró, más aún durante la campaña.
Cuatro analistas políticos consultados por Infobae coincidieron en que el candidato de La Libertad Avanza tendrá en el debate su prueba más difícil y el momento de momento de mayor riesgo. Con un rating que en la primera edición, en Santiago del Estero, tocó picos de 45 puntos; y en la segunda, en la Facultad de Derecho de la UBA, alcanzó los 39 puntos, un error en el discurso, en la actitud o en la forma de expresar sus ideas podría ser catastrófico para sus chances electorales.
Sergio Massa en las dos instancias se mostró más sólido y aplomado y demostró que la experiencia de varios debates previos le permitieron mostrarse con más soltura, incluso en los momentos de alta tensión. “Es un gran vendedor de un mal producto”, explicó uno de los analistas consultados para esta nota. El candidato de Unión por la Patria esta semana festejó como victorias que la Cámara Nacional Electoral no haya autorizado el ingreso con papeles ni carteles y que se permitiera la circulación libre sobre el escenario que se montará en el Salón de Actos de la casa de estudios. Creen los estrategas de UP que arrancan con ventaja.
Massa y la contracara
El candidato de Unión por la Patria encara las dos semanas que le quedan hasta el balotaje con un apretado circuito de actividades en los que tratará, al mismo tiempo que abarcar en términos geográficos el país, enviar mensajes que contrasten imagen y propuestas con las de Javier Milei, Macri y Bullrich.
Esta semana terminó de cerrar el frente de conflicto inesperado y peligroso que se abrió por la falta de combustibles en todo el país. Tras la advertencia de que no permitiría exportar más a las petroleras si no se normalizaba el abastecimiento en las estaciones de servicio, al jueves ya se había regularizado la situación. Fue superado pero sus efectos todavía no se puede calibrar si impactaron de algún modo en la intención de voto.
Desde el lunes y hasta hoy, Massa mezcló la presencia mediática -en entrevistas en canales críticos como TN y LN+- con anuncios de fuerte impacto como los beneficios jubilatorios y créditos de hasta 1 millón de pesos para trabajadores y hasta 600 mil pesos para la clase pasiva. Son iniciativas que le valieron de todos modos denuncias penales por supuestos incumplimientos de las restricciones del Código Electoral que presentaron al menos 4 diputados y dirigentes de Juntos por el Cambio, entre ellos Hernán Lombardi y María Eugenia Talerico.
Participó también de la sesión de la asamblea legislativa que encabezó la vicepresidenta Cristina Kirchner en la que se proclamaron la dos fórmulas que competirán en la segunda vuelta. Se mostró solo en uno de los balcones de la Cámara baja, mientras debajo, en el hemiciclo, estaba Milei, que se apoyó en la pared por un fuerte dolor de espaldas que es crónico, de hace años. Por la tarde-noche viajó para participar de la apertura del Festival de Cine de Mar del Plata junto a un nutrido grupo de artistas nacionales. Allí planteó fuertes críticas a Milei, pero sin nombrarlo.
“El ataque a la cultura es un intento de tiro al alma de los argentinos que no viene solo. Esa construcción de que somos un país de mierda, de que hay que tachar por gasto a la cultura, de que hay que tachar los mecanismos de protección para ir al individualismo, ese desapego por lo nuestro tiene una expresión que es tal vez la más prístina en cuáles son los dos modelos de país y que se ve reflejada en la posición frente a Malvinas. Mientras defendemos la sangre y la historia de nuestros caídos en Malvinas escuchamos del otro lado que no tenemos derechos y que es de los ingleses”, afirmó.
“Al final del camino siempre el amor y la esperanza le ganan al odio y a la violencia”, continuó Massa, que recorrerá este fin de semana localidades del interior bonaerense, Corrientes y el lunes a Córdoba.
Aunque Massa evita nombrarlo, las ideas y medidas que viene anunciando buscan contraponerse a los planteos de Milei. Si bien en el equipo de campaña insisten en que la democracia argentina no está en riesgo, sí el peligro es “tener un gobierno imprevisible, desordenado”. E interpretan la reaparición de Macri ocupando el centro de la escena como un intento de revivir la grieta. “La grieta murió”, dijo el propio Massa la noche del 22 de octubre en el discurso después de la victoria.
En los próximos días insistirá en esos discursos en sus apariciones públicas: el domingo será entrevistado en La Nación+ (muy crítico con el gobierno) y Massa insistirá con la idea de poner en marcha “una nueva etapa”, clave para asumir como propio el concepto de cambio que se presenta en los focus y en los análisis de opinión pública. “Nueva etapa con más inclusión, un Estado presente, protección para todos aquellos que lo necesitan, pero con control, un Estado eficiente sin privilegios, una justicia eficaz y despolitizada”, entre otras ideas.
De CFK y Córdoba
Cristina Kirchner acepta los ademanes de autonomía que ella misma alentó el día que convocó desde la Plaza de Mayo a que los peronistas tomaran el bastón de mariscal y asumieran el liderazgo de un nuevo tiempo histórico. En el ecosistema que rodea a la vicepresidenta no se escuchan lamentos ni críticas por los dichos de esta semana del candidato. “No soy kirchnerista”, respondió Massa cuando María Laura Santillán le preguntó sobre su identidad política en La Nación+. “Es una chicana”, se quejó. Esa misma palabra, “chicana”, también la plantean cerca de la vicepresidenta.
En el círculo más estrecho de colaboradores de CFK hay reconocimientos, elogios y la confianza de que habrá el 19 de noviembre un triunfo sobre Milei. Es optimismo, sin euforia. Saben que la economía está en un equilibrio inestable y que cada hora de cada día deben estar atentos para evitar errores no forzados y, al mismo tiempo, solucionar rápido problemas impensados.
La falta de nafta se inscribe en esa lógica de bombero que apaga incendios que no siempre son inesperados. Quedarse sin combustible durante 3 días en medio de una campaña y a 20 días del balotaje no parece un imponderable. Con el alivio de que la nafta la gente la compra y la vende -más cara por cierto- con normalidad, el entusiasmo los lleva a pensar que la fórmula Massa-Agustín Rossi tiene chances de ganar.
Interpretan en el cristinismo que Macri se subió en un momento clave para evitar que el tercer puesto de Juntos por el Cambio condenara a la alianza a quedar en el baúl de los recuerdos políticos. Pero que el verdadero y único rival a vencer es Milei, porque es el nombre que, entienden, estará en las boletas en el cuarto oscuro.
Cristina Kirchner estuvo ayer en la sesión de la Asamblea Legislativa que aprobó las fórmulas que competirán el 19 de noviembre en la segunda vuelta. Aprovechó para filmar un video que luego publicó en TikTok, donde mencionó a Pablo Avelluto, el ex secretario de Cultura de Macri que dijo que el antikirchnerismo es “una droga que un día la dejás”. “Si le tuviera que poner un título sería ‘Sensatez y democracia’... para todos y todas”, afirmó la vicepresidenta. Detrás iban la presidenta provisional del Senado, Claudia Ledesma, y Cecilia Moreau, la presidenta de la Cámara de Diputados. “Las chicas poderosas del Congreso”, dijo CFK.
Son las actividades a las que está abocada, más bien protocolares y de bajo perfil. Tomó la decisión de aportar algo en extremo valioso: respetar que la centralidad total y absoluta en la campaña sea sólo de Massa. De hecho, no tiene previsto actividades públicas, ni actos, ni conversatorios, ni clases magistrales hasta después del 19. Al menos hasta este viernes, 3 de noviembre.
Por otra parte, Juan Schiaretti, el gobernador de Córdoba, lleva la sortija que todos quieren. Según confirman en su entorno no cambiará de opinión y mantendrá su prescindencia, una forma elegante y original de enarbolar la neutralidad que para una provincia como la suya, en este momento de transición, es la menos traumática.
Hay que superponer a esa decisión otro aspecto: el traspaso de gobierno y la llegada de un dirigente del peronismo con intención de iniciar un nuevo linaje peronista. Martín Llaryora, el intendente de Córdoba Capital, asumirá el 10 de diciembre y ya avisó que iniciará una nueva etapa, otro tiempo de otra generación. Massa lo elogió en público y en privado a Llaryora y si bien no pedirá un guiño, se conforma con que no haya una campaña agresiva en su contra.
De hecho, el candidato de Unión por la Patria estará el lunes allí, donde compartirá un acto con Natalia De la Sota y otros dirigentes del peronismo cordobés, que ya expresaron su apoyo y se declararon en contra de Milei y sus propuestas.
Tanto para Schiaretti como para Llaryora hay un condicionante infranqueable: Córdoba es la capital nacional del antikirchnerismo, tanto que en las últimas elecciones la fórmula de UP terminó cuarta, detrás de Milei, Schiaretti y Bullrich. Allí consiguió su más baja performance y diversas encuestas realizadas en los últimos días estiman que la intención de voto del oficialismo apenas supera los 20 puntos.
Tres distritos, tres internas
Mientras sobre la superficie de la política argentina se observan olas que rompen y nuevas escenas, en el fondo hay corrientes que sin el conjunto no se explican coherentemente. Son, básicamente, tensiones políticas que derivan y se retroalimentan de disputas nacionales. Pasa en la ciudad de Buenos Aires, en la provincia de Buenos Aires y también en Chaco. Son tres mencionadas al azar, pero en cada distrito los tironeos persisten y, se estima, seguirán hasta que Argentina se haya dado un nuevo presidente.
El fenómeno porteño muestra en toda su dimensión la ruptura profunda que hay en el vínculo entre el PRO y los radicales. Hay un motivo suficiente para pelear y los bandos están divididos: la UCR de Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti ya le anticipó a Jorge Macri que Darío Nieto tiene bolilla negra para ser vicepresidente 1° de la Legislatura. Es un cargo estratégico porque controla la administración, los recursos y el funcionamiento de la “casa”. Al legislador que quiere nombrar el futuro jefe de Gobierno porteño no le perdonan un antecedente: fue el secretario privado, asesor de extrema confianza y gestor de la agenda de Mauricio Macri presidente. Los radicales insisten con el actual Emmanuel Ferrario, que tiene su propia bolilla negra, pero de los PRO de paladar negro. ¿Qué le achacan? Demasiado larretista, asaz vidalista.
Es apenas un capítulo de la serie sobre la definición de la sucesión de Horacio Rodríguez Larreta. De esa nueva arquitectura saldrá el post “mauricismo” y empezará el “jorgismo”. Es que la relación de los primos tuvo cumbres y valles. Nadie en la ciudad de Buenos Aires espera que haya definiciones de nombres de posiciones clave del gobierno de la ciudad de Buenos Aires hasta después del 19 de noviembre. “Primero la presidencia, después vemos”, dicen en el PRO porteño.
En el caso de la provincia de Buenos Aires también la definición presidencial tiñe todo, pero Axel Kicillof tiene por delante evitar un fenómeno peligroso que puede alterar el resultado general. Las elecciones generales posicionaron al gobernador como uno de los grandes ganadores por números que impactaron, pero en algunas terminales del peronismo están reinterpretando estos datos.
Es el principio de una nueva dinámica tan natural como inevitable. La relación de Kicillof y Massa atraviesa hoy por su mejor momento y la sintonía entre ambos fue incluso previa al acuerdo electoral del 2019 que parió al Frente de Todos. Pero ambos saben que no tardarán en aparecer roces y tensiones entre el gobernador más poderoso y -si gana el 19- un presidente del peronismo.
El fenómeno peligroso es que Milei gane en el interior de la provincia y achique la diferencia que se espera que saque Unión por la Patria en el Conurbano. Es que las “islas” celestes entre zonas amarillas y rojas (del PRO y la UCR) aparecieron por victorias peronistas -sobre todo de La Cámpora- que se vieron favorecidas por la división opositora que supuso la irrupción de candidaturas libertarias. Pasó así en Bahía Blanca, Olavarría, Azul, Bragado, Ramallo, Suipacha, Brandsen, Chacabuco, Rivadavia, Dolores, Salliqueló, Carmen de Patagones, Tres Arroyos, Coronel Rosales. También ganó el PJ en Lanús y en La Plata, que con denuncias de fraude, el macrista Julio Garro intentó evitar una derrota ante el peronista Julio Alak.
Este escenario puede promover una doble confusión: creer que un sector de la ruralidad bonaerense se hizo peronista y que Kicillof tiene una potencia superior a la de Massa para hacer campaña. Y por eso aparece la explicación alternativa: Kicillof sacó 4.230.000 votos para gobernador y Massa 4.225.000 votos para presidente en la provincia de Buenos Aires. Allí no hubo corte de boleta, por lo que se estima que evitar una derrota de Unión por la Patria demandará un esfuerzo equivalente de los dos que festejaron sus victorias la noche del 22 de octubre.
Por último está Chaco, el territorio de Jorge Milton “Coqui” Capitanich, que protagonizó una de las derrotas más ruidosas del peronismo. En una provincia sacudida por un femicidio que salpicó al poder peronista, el domingo van a las urnas los vecinos de la ciudad capital, Resistencia, y otras dos localidades menores, Quitilipi y Makallé.
Será el bautismo de fuego para el gobernador electo, Leandro Zdero, que decidió jugar a fondo para desplazar al peronismo de la ciudad más importante del Chaco. Apoya al candidato a intendente radical Roy Nikisch mientras el oficialista Frente Chaqueño, que está en un proceso de crisis interna, competirá con Diego Arévalo.
Además, Zdero es uno de los gobernadores electos de Juntos por el Cambio que tiene intenciones de comprometerse con la fiscalización y que está dispuesto a pronunciarse a favor de la candidatura de Milei. El mandatario chaqueño tiene una relación estrechísima con el correntino Gustavo Valdés, que ya avisó que en el balotaje también va a aportar fiscales y que él votará de manera positivo por un candidato. En la misma oración dijo que estaba a favor del “cambio”, pero en su entorno aclararon que “todavía” no se definió.
Con estos dos casos, en el radicalismo la intransigencia con Milei puede haber empezado a resquebrajarse. Incluso, puede haber pasado a ser minoritaria. Algunos radicales percibieron en las últimas horas que hasta el ex senador Ernesto Sanz, uno de los tres fundadores de Cambiemos, habría entendido razones para no desactivar su resistencia al candidato libertario. ¿Está juntando fiscales? Varios que firmaron la encendida proclama radical contra el pacto de Acassuso ya no cuentan al mendocino como uno de los propios.
Se vuelve, inevitable, a la misma encrucijada: fiscalizar para la oposición versus promover el voto para el oficialismo.
Voto miedo y voto swinger
Más allá de lo episódico, el comportamiento de los electores es muy difícil de pronosticar, como lo demostró un trabajo elaborado por la consultora Prosumia al que accedió Infobae, que pudo detectar una migración insospechada de las PASO a las generales. Se sabe desde la misma noche del 22 de octubre que Massa sumó más votos que los casi 2,7 millones de votantes “nuevos” que se agregaron entre una elección y la siguiente.
En las PASO del 13 de agosto votaron 24.935.583 personas (70,43% del padrón), mientras que en las generales lo hicieron 27.623.920 (77,04%), de acuerdo a los escrutinios definitivos que difundió la Cámara Nacional Electoral. Entre ambos rounds electorales, Unión por la Patria consiguió 3.134.450 votos más. ¿De dónde salieron?
La investigación de Prosumia detectó dos movimientos desconocidos que pueden dar una explicación aproximada: según ese estudio, 3,7% de los votantes que eligieron a Bullrich en las primarias, la abandonaron y eligieron a Milei en el turno siguiente; y lo más notable, 3,9% que pusieron la boleta de Milei en el primer turno votaron en las generales ¡a Massa! La candidata de JxC perdió en favor de Milei, que se benefició pero no tanto, porque el libertario sufrió una fuga de votantes en beneficio de Massa. Un voto swinger.
Menos significativo, pero importante, fue el votante de Larreta que, al haber quedado en el camino por ser derrotado por Bullrich en las PASO de Juntos por el Cambio, en octubre optó por Milei o por Massa, en torno al 2,4%, en ambos casos.
En base a todos esos datos y a la previsión de una participación menor que las PASO -que se estima por debajo del 70% de los 35 millones de electores habilitados- sobre un total de 24 millones de votos disponibles, y descontado entre 5% y 7% de blanco o anulado, estaría en condiciones de ganar quien más se acerque a los 12 millones de votos.
En los equipos de campaña de la oposición y del oficialismo sacan cuentas. Massa tuvo 9.853.492 votos y le faltarían 2.150.000 para llegar a ese umbral. Milei tuvo algo más de 8 millones y le faltarían entonces 4 millones. Tienen que “pescarlos” de una inmensa pecera de 9 millones de votos. Según el escrutinio definitivo, a Juntos por el Cambio, de Macri y Bullrich, el 22 de octubre lo votaron 6.379.023 personas; a Hacemos por Nuestro País de Schiaretti y Randazzo, 1.802.068; y al Frente de Izquierda, 722.061. En resumen, la clave de la victoria estará no sólo en que Massa y Milei sepan promover la esperanza y convocar adhesiones, sino también desalentar a que se vote al rival. Por eso, el sentimiento de temor puede ser lo que defina la elección. El voto miedo.
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