Por Eduardo AnguitaCada vez que el gran capital ganó la pulseada, fue en perjuicio de la Nación y de las mayorías.
Pasados tres días de ese festejo entre los tres mandatarios del NAFTA, en la tranquila mañana del sábado, sin que hubiera ninguna aparente vinculación, 900 kilómetros al norte de Toluca, en la ciudad portuaria de Mazatlán, comandos mexicanos y agentes de la DEA norteamericana detenían a Joaquín "El Chapo" Guzmán, capo del cártel de Sinaloa, quien se ganó un lugar como multimillonario en el ranking de la revista Forbes. Guzmán, tras el asesinato de Osama Bin Laden, se había convertido en el hombre más buscado por la Inteligencia de Estados Unidos. Según estimaciones de la DEA, es responsable del 25% del comercio de estupefacientes que va de México a Estados Unidos. Un secreto seguramente bien guardado es quiénes administran las redes de narcotráfico una vez que los cargamentos ingresan a Estados Unidos. Una versión muy difundida por las propias usinas informativas de ese país es que son mexicanos u otros latinoamericanos quienes se ocupan del comercio ilegal. La prensa mostrada como "seria" siempre mostró al "Chapo" como un especialista en túneles, huidizo como Houdini, pero además capaz de armar redes para lavar entre 20 y 40 mil millones de dólares anuales.
Hollywood siempre se ocupó de mostrar a italianos e irlandeses traficando licor en los años de la llamada ley seca, que rigió en Estados Unidos entre 1920 y 1933, y que generó un inmenso mercado ilegal de dinero. Siempre son "los otros", comunidades un poco marginales y de inmigrantes los que hacen chanchullos, quedando a buen resguardo los bancos y los blancos anglosajones protestantes. Debería repararse en que uno de los irlandeses que traficaba alcohol llegó a colocar a dos de sus hijos en el Senado norteamericano y a uno en la Casa Blanca. Se trata de Joseph Kennedy, a quien eligió Franklin D. Roosevelt, quien derogó la prohibición de comerciar licores no sólo porque era liberal sino porque necesitaba captar fondos para la recuperación del país después del crack de 1929. El presidente norteamericano no tuvo empacho en ofrecerle a Kennedy dos cargos clave en relación con el contrabando y el lavado de dinero: el irlandés ocupó las secretarías de Comercio y Seguridad y, luego, la de Asuntos Marítimos. Por su puesto, el clan familiar ya había viajado a Dublín para convertirse en los importadores legales de whisky irlandés. Tres décadas después, ya muy mayor, cuando Joe Kennedy descansaba en su residencia del puerto de Hyannis, en Massachusetts, tuvo que ver con qué mala moneda le pagaban haber sido un emprendedor surgido del barro para convertirse en un supermillonario venerado por sus pares. En efecto, en 1963 se producía el magnicidio: John Kennedy, el segundo de los nueve hijos de Joe, era asesinado en Dallas mientras era presidente de los Estados Unidos. Cinco años después, Robert, ocho años menor que John, era asesinado en Los Angeles. El menor de los hermanos, Edward, también tuvo una extensa carrera en el Partido Demócrata y murió por un tumor cerebral en 2009, no por las balas.
Los misterios que rodearon a la familia Kennedy no son muy distintos a los de otras latitudes del mundo, de apariencia más bizarra e incivilizada. Antes fueron los billetes en grandes valijas llevados en modelos Ford de los años '20, luego fueron las transacciones virtuales a paraísos fiscales. Antes fue la prohibición del licor, ahora se trata de estupefacientes. Antes, irlandeses e italianos, ahora latinos.
DEL ALCA A LA ALIANZA TRANSPACÍFICO (TPP). El tema central del encuentro de Obama con Peña Nieto y Harper en Toluca era dar un impulso al TPP al sur del Río Bravo. Cabe recordar que ese tratado multilateral para reducir las barreras arancelarias y no arancelarias en la región Asia-Pacífico fue firmado por Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur a principios de 2005, meses antes de que fracasara en la reunión de Mar del Plata el intento de George Bush de imponer el ALCA en América Latina. Estados Unidos, impulsor de esa iniciativa, se sumó al tratado en 2008 y sumó a Canadá, México, Panamá, Costa Rica, Colombia y Guatemala, entre otros, todos con puertos en el Pacífico. Hasta Uruguay está como observador, pese a estar en el Atlántico.
Cabe consignar que la semana anterior a la reunión de Toluca, en Cartagena de Indias, Colombia, tuvo lugar la VIII Cumbre de la Alianza del Pacífico, donde Juan Manuel Santos anunciaba, junto a Enrique Peña Nieto, que Colombia se estrenaba como miembro pleno del TPP. Ambos firmaron con Ollanta Humala y Sebastián Piñera –a días de entregar el gobierno a Michelle Bachelet– un protocolo para terminar con las barreras arancelarias en sus países.
La banca internacional y las compañías mineras transnacionales, entre otras, celebran estas movidas restauradoras. Ya vaticinan que las inversiones externas en la Alianza del Pacífico serán mucho mayores que en el bloque del Mercosur. El domingo pasado, el diario El País –que acaba de estrenar como director a su corresponsal en Washington, Antonio Caño– publica un artículo centrado en los informes del banco BBVA para América Latina y destinado a fogonear los intereses neoliberales. "La brecha regional que se observa en la inversión extranjera también seguirá aumentando en términos económicos. Los países de la Alianza del Pacífico registrarán un crecimiento en torno al 4% este año, frente a algo menos del 2% en el caso de las economías del Mercosur." Luego, sin vueltas, dice: "Hay que impulsar las reformas 2.0, las que promueven el crecimiento, no sólo las que lo permiten como en el pasado."
ARGENTINA Y VENEZUELA. El mencionado artículo también cita a José Perea, economista de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), un motor del librecambismo. El informe pinta un escenario fantasmagórico para este año: "Latinoamérica es uno de los grandes damnificados por la volatilidad de los mercados." Perea presentó en Madrid, la semana pasada, un informe de las perspectivas que ve la OCDE para este continente: "Están saliendo unos 14 mil millones de dólares a la semana de la región frente a los 9000 millones que se registraron el pasado mes de mayo." El informe muestra las preferencias del gran capital: "Unas políticas prudentes, fundamentos sólidos y una mejora de las perspectivas exportadoras harán de los países de la Alianza del Pacífico, con mucha probabilidad, los principales receptores de inversión extranjera en la región. Por el contrario, Argentina y Venezuela seguirán sufriendo la presión externa al hilo de la preocupación de los inversores por su marco político desequilibrado y su debilitada posición en reservas", subraya.
Es materia controvertida argumentar cuánto tienen que ver las conspiraciones en la situación que viven ambas naciones. Está claro que no son nuevos los embates de la prensa alineada con los intereses de las transnacionales contra los gobiernos de Venezuela y la Argentina. Siempre fueron denostados como populistas, distorsionadas sus políticas sociales y atacadas las medidas de participación del Estado.
No sorprende el manejo mediático, aunque siempre es preciso poner de relieve que las apreciaciones como las citadas por la edición dominical de El País no están desprovistas de los intereses de los accionistas de la empresa PRISA, dueña de ese diario que supo ser emblema de un pensamiento socialista cuando la salida del franquismo de España y que ahora prefiere atacar a los "populistas" en vez de poner de relieve las maniobras de los grandes bancos españoles que crearon la llamada "burbuja inmobiliaria". Sin perjuicio de esas manipulaciones, hay otro ángulo de análisis que merece atención para quienes deben tomar decisiones desde estos rincones del planeta. Buena parte de las medidas tomadas en la Argentina en los últimos meses fueron orientadas a disminuir los conflictos con los organismos financieros internacionales. En tal dirección van los nuevos acercamientos al Club de París, a los tenedores de títulos públicos en default que litigan en Estados Unidos y, más recientemente, a pactar una indemnización con Repsol. Se supone, o al menos ciertos economistas y funcionarios lo hacen, que esto crearía condiciones favorables para aumentar la inversión extranjera directa y para lograr el acceso a créditos externos.
No hay ninguna información pública que permita pensar este rumbo como algo ya acordado con alguna contraparte sino más bien como un rumbo del cual se derivaría un interés genuino del capital financiero. Pero, claro, implica comprometer dinero fresco y emisión de títulos públicos –salida neta de recursos públicos– en la expectativa de algo que, históricamente, no se dio. Incluso, de un rumbo que terminó de eclosionar en diciembre de 2001 y que precisamente creó las condiciones para el surgimiento del kirchnerismo. Nada indica que una receta dogmática, destinada a encerrarse y despreciar el poder del gran capital, tenga alguna posibilidad de mejorar las condiciones.
Hay dos preguntas que pueden formularse respecto de este camino: cuál es el diagnóstico crudo del gran capital y cuáles son las prioridades que podría tener el gobierno. Todo indica que Obama está al frente no de una cruzada evangelizadora y golpista sino de un conjunto de medidas que den facilidades al capital concentrado. Respecto de las prioridades, con una cosecha récord este año, con una renta financiera elevadísima y con la exportación de minerales explotados por multinacionales, el Congreso podría rediscutir muchas de las ventajas que tienen las compañías que operan en esos sectores. Podrían agregarse otros, como la industria farmacéutica, las cadenas de supermercados e incluso el sector pesquero.
Los laboratorios políticos tradicionales se orientan a pensar la Argentina que viene con un giro liberal en lo financiero y conservador en lo político. Prefieren pasar por alto las deudas estructurales que tiene la dirigencia política, empresarial y sindical con la llamada profundización del modelo o, dicho a secas, una política redistributiva de los ingresos. Hasta ahora, cada vez que el gran capital ganó pulseadas fue para perjuicio de la Nación y de las mayorías. A su vez, cada vez que el conglomerado de intereses populares no presentó iniciativa y capacidad de resistencia, la tarea se hizo sencilla para el capital concentrado. Es ocioso hablar de crisis sí o crisis no; en cambio, valdría la pena enumerar todas las oportunidades que sí tienen las políticas soberanas.
Comentá la nota