Por: Mario Wainfeld. Proyecciones posibles del crecimiento de Milei. Un fenómeno social, múltiples causas. El espacio político vacío que se ocupó. Los nuevos aliados: Macri, exfuncionarios menemistas. Los viejos proyectos, charla con el FMI. Las fallas del oficialismo desde 2019. Néstor Kirchner, el ejemplo olvidado. Todo mechado con las canciones del gran Chico Novarro.
El diputado Javier Milei triunfó de modo rotundo, asombroso para muchos. Uno de ellos, que firma esta columna, se sorprende más por la distribución geográfico-social de sus votos que por el total acumulado que tampoco previó. La victoria embellece, agranda, ejerce fuerza centrípeta, convoca a varias puntas.
Una proyección prudente indica que Milei tendrá más fiscales en octubre, que habrá empresarios que contribuyan al segundo tramo de la campaña con unos dólares encanutados, ahora disponibles para el ex tercero en discordia. Ponen huevos en varias canastas, es costumbre.
El fenómeno social en ciernes es más nuevo que las propuestas del presidenciable. Las recetas son añosas, detalles al margen. Es lógica la presencia de dinosaurios ladeando al león. Veteranos del menemismo como los economistas Carlos Sánchez y Roque Fernández en primera línea. El diario La Nación promociona para el área laboral a Miguel Punte, cuadro de Techint, ex mano derecha de Jorge Triacca (hijo) en el ministerio de Trabajo. El autor del precioso apotegma: "contratar y despedir es tan sencillo como comer y descomer". Un dinosaurio macrista, de prosa florida.
Los funcionarios internacionales cayeron de espaldas al conocer el escrutinio. Desde 2017 el Fondo Monetario Internacional (FMI) apuesta más al malo conocido (Juntos por el Cambio) que al pésimo por conocer. Milei conversa con los técnicos del organismo, motosierra en mano. El ajuste será superior al que ustedes empujan. La sociedad no pagará el pato cuyo costo erogarán la reforma del Estado, las reformas laborales, el gasto social. As de la simplificación el candidato afirma que el Estado es la casta. Ni menciona a los empleados públicos que están en la picota. Renace el dirty work que cometió el exministro de Economía macrista Alfonso Prat Gay.
El batacazo imanta. El expresidente Mauricio Macri reaccionó veloz el domingo pasado, habló último en el mestizo festejo-velorio. Por picardía del orador o por astucia de la historia, su imagen tapó a la del jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. Macri se autopercibe vencedor, acelera. Halagó a Milei, tendió un puente. Milei contraofertó un cargo precioso: representante internacional-estrella (ver nota de Leandro Renou). El sociólogo Luis Alberto Quevedo dio en la tecla en su primera mirada post comicial: Macri salió fortalecido de las PASO. Vale acotar que no es candidato, esa chance se le escapó pero con voluntad política se reengancha. No será Papa pero compite por un obispado…
El porvenir de la nueva pareja es incierto como casi todo en estas pampas. A siete días parecen estrecharse los márgenes discursivos o creativos de la presidenta del PRO, la candidata Patricia Bullrich.
Proliferan intérpretes calificados que vaticinan que Milei “ya es presidente”, o casi. La recomendable nota de Ernesto Tiffenberg en esta edición habilita una lectura más amplia, el juego electoral sigue abierto.
Milei es favorito para entrar en ballotage, agrega quien les habla. No es imposible que gane en primera vuelta aunque sí improbable. Un dato adicional impresiona y condicionará: los dos primeros puestos en octubre pueden modificarse con movimientos porcentuales relativamente bajos, aspecto sobre el que se volverá líneas abajo. Aún si ocurriera, la composición del Congreso arrojaría bancadas robustas de las dos vertientes de la derecha autóctona: los halcones clásicos y los halcones leoninos.
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Que me muero por tener algo contigo: Milei, escriben y razonan analistas calificados, creció desde el pie. El veinte por ciento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) germinó en un treinta por ciento nacional, prevaleciendo en dieciséis provincias. El envión es único desde la recuperación democrática. La socióloga Micaela Cuesta lo describe con calidad y preocupación en nota publicada en Anfibia: “fue Milei, sí, pero podría haber sido cualquier otro que se presentara a sí mismo como un outsider: el lugar estaba ahí mucho antes de su llegada. Esa vacancia se produjo en la sociedad antes de que apareciera el elemento político que la colmara. ¿Qué parte de responsabilidad le cabe a la propia clase política y a la militancia? Seguro una muy significativa: inquietudes corporativas de ambos bandos, disputas internas, automatismos, escollos comunicativos, ausencia de carisma, decisiones desacertadas, exceso de realismo, falencias notables en la comunicación con sus adherentes”. Cruje el sistema político, comprueba Cuesta subrayando el proceso social previo: “cruje una sociedad de mayorías de trabajadores informales no reconocidas, de precarizados calificados y no calificados con altos ingresos agotados”.
Cruje la sociedad no-tan-salarial. Los treinta años gloriosos del Estado benefactor transcurrieron entre 1945 y 1975 en muchas comarcas del planeta. Por cojones y un cachito por azar en la Argentina coinciden con la emergencia del primer peronismo y el año del “Rodrigazo”, el último del gobierno de Isabel Martínez de Perón. Los cambios económicos, la nueva estructura de la clase trabajadora acontecidos de este entonces no han sido comprendidos por buena parte de la dirigencia peronista que sigue pensando dentro de un esquema laborista. La consigna “convertir los planes sociales en trabajo” es tan simplista como irrealizable porque alude a una sociedad inexistente, a un mercado laboral que se viene marchitando desde hace casi medio siglo. Se elige la expresión “marchitar”, acaso poco técnica, para rondar fenómenos más dinámicos y menos binarios que la vida y la muerte, los fines de ciclo, etcétera.
La base originaria de los apoyos a Milei se ensanchó en una contingencia propicia, reseñada en Página/12 desde el comienzo. Inflación record, redistribución regresiva del ingreso, abundancia de (pluri)empleo que no alcanza, malestar social.
La sociedad argentina no estalló porque el pueblo sabe movilizarse para reclamar sin violencia pero se debilitaron sus lazos colectivos y su sistema de representación. El bipartidismo coalicional sostuvo un piso de 80 por ciento de los votos desde el ballotage de 2015. Los traspiés consecutivos de las dos fuerzas principales al gobernar, cercanos en el tiempo, catalizaron la emergencia del tercero que viene de afuera.
Una proporción alta, minoritaria, de argentinos descalabró en el cuarto oscuro a un sistema político esclerosado desde adentro. A riesgo de aventurar prematuramente: una mayoría dispersa, del siglo XXI. Cantan “que se vayan todos”, causaron una segunda versión del 2001 esta vez en formato institucional. Hay una señal de identidad ahí: ocupar el espacio público es un fenómeno colectivo, donde los cuerpos y las voces se congregan. La Libertad Avanza conjuga el clima individualista del capitalismo rampante y las democracias menguadas.
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Lentamente fue creciendo la visión de la caída: Mbappé metió tres goles contra la Argentina. Francia estuvo a un tris de ser campeón mundial y el crack galo la estrella de Qatar. Ese pasado pudo existir, el porvenir es un jardín de senderos que se bifurcan. Juzgar el pasado a la luz del presente cercano distorsiona, achica las perspectivas. Lo real es posible, otro presente pudo acontecer.
El peronismo volvió en 2019 merced a una jugada brillante. El ensayista Ernesto Semán lo explica en la revista Panamá. Celebra: “la apuesta sorpresiva de Cristina Fernández de Kirchner por Alberto Fernández en 2019, como una forma de volver a ampliar las bases de consenso del kirchnerismo, recuperar el espacio perdido desde el 2015 y al mismo tiempo retener las ideas que caracterizaron al kirchnerismo desde el 2003: la expansión de derechos y de ciudadanía a sectores y demandas previamente excluidos, la recomposición de los marginales, la contención y la empatía". La ilusión se disipó pronto, en capítulos. Los objetivos eran loables, conservan vigencia hoy cuando son menos accesibles.
El fallecido presidente Néstor Kirchner, el mejor intérprete político de la crisis de 2001, consumó la tarea de recuperar la economía consolidando a la vez al sistema político destartalado y construyendo su legitimidad de ejercicio. Consiguió estabilidad por doce años, gobernabilidad sostenida por consenso social. Siempre quiso ampliar su base política, mediante la transversalidad primero, la Concertación después. Ciertos intentos fallaron, a veces se equivocó pero entendió cómo se construye. El ejemplo perdura, no fue seguido desde 2019.
El gobierno de Alberto Fernández se desflecó pronto. Gravitaron las plagas bíblicas, la pandemia en especial… también las torpezas propias. Se han recorrido semana por semana, en este espacio. La peor, supone uno, fue el divisionismo e internismo autodestructivo. Martín Fierro, parece, sabía de política: la ley primera, los hermanos unidos. Las concausas múltiples se potencian con el pecado original, compartido, acrecentado.
Sin perspectivas de corrección antes de las elecciones, el oficialismo afronta dos desafíos. Uno, mejorar dentro de lo accesible, “el bolsillo” de los argentinos de a pie. El ministro de Economía Sergio Massa daba en la tecla cuando a fines del año pasado prometía un índice de precios con “el 3 adelante”. La gente común, avizoraba, se conformaba con un logro pasable: ir frenando el castigo cotidiano. El cálculo falló, no hay cómo reparar del todo. De cualquier manera algo se puede-debe compensar desde el Estado, contrarreloj.
El segundo reto, el juego electoral, ofrece mejores chances. Política terrenal, buscar voto por voto.
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Cuenta conmigo: Puntear los padrones, caminar para buscar votantes desencantados o distraídos. El amplio porcentaje de ausentes no es un conjunto homogéneo, una suerte de partido de indignados o apáticos o de peronistas desencantados. Sabe ser similar al padrón general. La tarea consiste en saber a quién encarar.
Hace una semana, en la nota de la “previa”, se comentó acá que había descontento por la falta de compromiso de campaña en muchas provincias. Los datos duros alientan el reproche. Mejores guarismos para el peronismo en las provincias que elegirán gobernador en octubre. Intervino el interés local, que seguramente subirá por las críticas de los compañeros y por la necesidad de los peronismos provinciales, amenazados por la ola de Milei.
El gobernador Axel Kicillof consiguió un aporte contundente de los extranjeros empadronados en Buenos Aires que votan en la elección provincial. Esa base está pero quedan muchos que no participaron el 13 de agosto.
Polemizar con el adversario es también imprescindible, la polarización a tres bandas es desafiante. Habrá que inventarla porque el peligro acecha.
Milei atraviesa una etapa de gracia, por ahí se maquilla algo. No cambiará su esencia, su programa, los aliados que se le van sumando. Sus votantes ejercieron un derecho, merecen respeto. Catequizarlos da la impresión de ser vano, el ganador no recapacita.
La templanza democrática no equivale a la abdicación: adoptar las banderas, ideas, creencias o valores de quien picó en punta. Son reaccionarios, criticables, excluyentes. Un gobierno ensoberbecido, arrogante y sectario es pésimo prospecto para los argentinos. Un proyecto impopular, inviable, una amenaza a la paz social. Dicho en criollo, los argentinos no merecen un horizonte de ingobernabilidad y regresiones.
Los contrincantes de Milei, el oficialismo en particular, no hicieron méritos para ganar. Precisan reivindicarse, superarse, convencer. Sin escucha, sin proselitismo inteligente y masivo, sin militancia, sería imposible. Es imperioso reconocer los errores propios, incluso pedir perdón como hace Massa, por ahí hasta tendría que ser más preciso al autocriticar y promover cambios.
El partido se disputa con cancha inclinada, hay que jugarlo. En una de esas, Francia nos emboca el cuarto. O el Dibu Martínez ataja una pelota imposible. Si no hay equipo, ninguna hazaña es posible. No pasársela al rival, aconsejaba Carlos Salvador Bilardo, un politólogo de fuste.
Iremos siguiendo en los próximos días. Entre otros tópicos hay que nombrar eso de lo que no se habla en campaña: las secuelas psico sociales de la pandemia, los discursos de odio, el atentado contra Cristina.
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