Por: Jorge Fontevecchia. El Estado es una herramienta de una clase para oprimir a otra. Se podría cambiar la palabra clase por casta para que en lugar de ser una frase de Lenin en Estado y revolución fuera de Javier Milei. La cuestión es al servicio de quién está el Estado, de la mayoría o de una minoría.
Como el absolutismo político deviene del absolutismo intelectual, comparten esa esencia unidimensional el anarcocapitalismo y el comunismo. En el primer reportaje que le realicé a Javier Milei en 2022 sostuvo que prefiere los comunistas a los socialdemócratas, representantes del modelo legal-racional de gobierno donde la autoridad deriva del respeto de las normas como Max Weber definió.
Estado Milei: la coerción es Patricia Bullrich, la persuasión es Santiago Caputo
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Y no es casual que las usinas intelectuales de LLA prefieran inspirarse en Gamsci, con su idea del Estado como una hegemonía acorazada de coacción. De coacción con persuasión, de fuerza con consentimiento, de una parte coactiva y otra ideológica. El aparato represivo que ordena a la sociedad en función del sistema económico productivo y la hegemonía dentro de la sociedad civil imponiendo valores y acumulando consensos o adecuaciones para sus fines.
Gramsci sostenía que la guerra frontal con el Estado desde fuera de él solo llevará al aniquilamiento porque su fuerza coercitiva es muy superior, y recomendaba ir tomando posiciones dentro del Estado a modo de trincheras de lucha donde fortalecerse y reabastecerse para atacar desde adentro (“el topo dentro del Estado para destruirlo”).
La coacción es Patricia Bullrich, la persuasión es Santiago Caputo, seguidor de las ideas de Gramsci aplicadas a sus fines. Pero esa batalla cultural no podría tener sustento sin, primero, logros en lo real de la economía, por lo que el creador de la base material que permita llevar adelante esa batalla cultural es Luis Caputo y luego los ideólogos de LLA creando consenso en su tarea de instalar cierta priorización de valores junto a administrar la historia y el relato del presente.
El jueves pasado en Radio Perfil dedicamos la columna del día 370 de Milei, bajo el título “Camarada Javier Stalin”, a la zaga de discursos autocráticos del Presidente a partir del último Festival de la Juventud Conservadora Italiana, donde sostuvo: “En nuestro gobierno somos implacables: el que viene con agendas propias o no acata la línea del partido es expulsado”, y días antes, en su discurso en la CPAC directamente citó al constructor de la ex Unión Soviética diciendo: “Como decía Lenin, sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”. Lenin elaboró la idea de “partido de combate” como una organización férrea, jerárquica y disciplinada.
Milei también sostuvo: “Para estar a la altura de lo que la causa exige necesitamos dejar nuestras aspiraciones personales de lado”, oponiéndose a su propio mantra liberal que pregona el “respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo”. La reiteración de la palabra “causa” (fundamento que precede la acción), que es habitual en los textos revolucionarios, es un síntoma de este Milei empoderado.
En Estados Unidos también hay un debate sobre una posible deriva autoritaria ahora que Trump reasume la presidencia de ese país con un mayor poder y control sobre los demás poderes del Estado. En el reportaje largo de PERFIL de esta edición el mayor experto en historia de las ideas económicas que van del neoliberalismo al libertarismo, Quinn Slobodian, sostiene que “el autoritarismo en nombre de una mayor libertad económica no es realmente una contradicción”. El mejor ejemplo fue la propia dictadura de Pinochet en Chile y los tigres asiáticos de los años 80, que fueron todas dictaduras, y luego la propia China.
Sobre lo mismo advirtió Marcelo Longobardi en el reportaje de Radio Perfil al día siguiente de su despido de Radio Rivadavia: “El problema de fondo ya no es ni Rivadavia, ni yo. Creo que, a esta altura del partido, es un pequeño botón de muestra de hacia dónde se dirige la Argentina. A mí me da la impresión de que, montado sobre lo que aparenta ser un éxito, que tiene que ver por supuesto con la economía, el Presidente ha marcado un rumbo. Ha mostrado cada vez más rasgos autoritarios, autocráticos, que van mucho más allá de las formas. No es un problema solamente de vulgaridades, de insultos o de malos modales. Hay algo, me parece mucho más relevante, detrás de esos malos modales, que son estos rasgos, estos sesgos tan marcados de un presidente que ya se compara con Julio César. Yo me quedé muy impresionado con esa comparación, cuando citó a la Legio XIII, que fue el comienzo de una dictadura (romana). En términos generales esto se parece al gobierno de Nayib Bukele. En ese caso también, montado sobre un supuesto éxito, se ha corrido, ha deslizado su país a un formato muy autocrático, muy parecido al de Chávez. Inspirado en Julio César e influenciado por Donald Trump y por sujetos como Víctor Orban, por personajes como los de Vox, y por los desopilantes intelectuales que lo rodean (...) Milei no solamente está mostrando rasgos autocráticos cada vez más marcados, sino que está mostrando rasgos opacos. De Kueider para acá, estamos viendo una suma de opacidades muy significativas”.
"El autoritarismo en nombre de una mayor libertad económica no es una contradicción"
Comunismo verde es la descripción que Quinn Slobodian hace de la autopercepción libertaria sobre su enemigo: “Desde la década de 1930 hasta el presente, las personas que creen en la libertad económica por encima de todo han visto una serie de enemigos diferentes en diferentes momentos de ese período. En la década de 1930, eran los fascistas de la derecha y los comunistas de la izquierda. Tras la Segunda Guerra Mundial, el fascismo con el comunismo técnicamente derrotado, el nuevo enemigo para los liberales económicos o los neoliberales pasaron a ser los socialdemócratas, las personas que estaban construyendo el estado de bienestar, que están creando demasiados derechos económicos que la gente podía reclamar. Para Friedrich Hayek, el camino a la servidumbre no tenía que ver tanto con los comunistas como con los socialdemócratas (y) especialmente desde la década de 1990, existe el temor de que el nuevo comunismo es verde. Los activistas climáticos y los ambientalistas son ahora el principal enemigo de quienes intentan defender la libertad económica, las personas que luchan por los derechos de las mujeres, la igualdad racial, la acción afirmativa”.
“Hubo una coalición entre ellos (trabajadores empobrecidos) y una parte de la clase más rica, que sentía que este clima político progresista estaba sofocando su propia capacidad de hacerse aún más ricos. Fue una coalición entre los hiperricos y los marginados. Podría haberse evitado o moderado si se hubiese prestado más atención de antemano a los efectos de desplazamiento de la globalización”.
Volviendo a Gramsci y a Max Weber, a la pasión y a la razón, decía el conductor de un banco argentino que resulta otra de las paradojas argentinas que el significante de la racionalidad económica se le haya concedido a Javier Milei, un irracional, como agregó con agudeza Gustavo González en la misma conversación. Igual que la irracionalidad del anarcocapitalismo y las citas a la teoría revolucionaria del propio Milei. Ojalá que pare aquí y no siga hacia Stalin con sus purgas.
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