En la jornada del 11 de setiembre se produjeron dos sucesos que demuestran el pobre nivel de la dirigencia estatal y sectorial, que utilizan al sector lechero como rehén de sus intereses, claramente ajenos a una solución integral y sustentable para las asignaturas pendientes en el sector.
En la vereda del edificio del Ministerio de Agricultura de la Nación, dirigentes de la Mesa de Enlace, entre ellos Etchevehere, de la Sociedad Rural Argentina, Buzzi de Federación Agraria y Ferrero, de Cra, formando parte de una escuálida manifestación, con una vaca asustada como estandarte, intentando convencer de que “los tamberos se están fundiendo”. A la vez intentando la ironía: “Le trajimos una vaca al Ministerio para que sepan cómo es, por ahí mañana la ve en los diarios”, se dijo.
Fue una verdadera demostración de debilidad, de una veintena de dirigentes y un puñadito de tamberos, que han confundido su responsabilidad de representación gremial-empresaria, por una tarea político-partidaria militante, que solo tiene como objetivo seguir dañando al gobierno, en tiempos electorales; y echarle siempre la culpa a otros, de todos los males tamberos. Fue un intento de alto impacto mediático, que incluyó el mal gusto. "El ministro de Agricultura es como el pato criollo: a cada paso, una cagada", dijo Eduardo Buzzi.
Unas horas más tarde, y en una sala de reuniones del Ministerio de Agricultura y Ganadería, su titular Norberto Yauhar, junto al subsecretario Videla, recibieron a miembros de la Junta Intercooperativa de Productores de Leche. Casi como devolviendo la estocada, justo en el día de la movilización de la Mesa de Enlace. Y fue con un objetivo tan politiquero, que en el comunicado posterior se puso de relieve que en la reunión “el ministro recibió a representantes de la Junta Intercooperativa de Productores de Leche (JIPL), pertenecientes a entidades que integran Federación Agraria Argentina y Confederaciones Rurales Argentinas, entre otras, y que nuclean a pequeños y medianos productores de las provincias lecheras de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, La Pampa, Córdoba y Santiago del Estero”.
Sorprende, por ejemplo que en la reunión no se haya hablado de que un día antes, SanCor, la principal cooperativa del país (de propiedad de productores que integran la JIPL), declaró en la Comisión Nacional de Valores, que cerró su balance con una fuerte pérdida de $ 305,8 millones, sobre una facturación total de $ 5.886 millones. Ergo se trató de una puesta en escena, de una reunión proselitista, cuyo único objetivo fue contrarrestar la difusión de la anterior y mostrar que el gobierno sostiene una agenda de trabajo con un sector de los productores.
Son dos fotos, que muestran una profundización (y hasta una distorsión) de dos visiones. Dos visiones diferentes respecto al presente y el devenir lechero, pero que con estas acciones solo sirven para mantener como rehén, como excusa, a la lechería, y a miles de productores lecheros que observan, cada vez con mayor desprecio, como su dirigencia gremial y estatal siguen perdiendo el tiempo. Y a la vez, sacándole el cuerpo a la principal tarea: organizar el sector, meter a todos adentro de la discusión, reconocer al otro, armonizar la cadena, acordar reglas duraderas (aunque revisables periódicamente), con un modelo propio que atienda a la seguridad alimentaria; y a las tremendas posibilidades que tiene nuestro país para ingresar divisas, de la mano de productos lácteos, de mayor valor agregado.
Con actitudes como las de ayer, la posibilidad de una lechería grande, ha dado otro paso para atrás.
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