Larreta-Macri-Bullrich: la grieta de fondo

Larreta-Macri-Bullrich: la grieta de fondo

Por: Gustavo González. Parece que estuvieran hablando solo de nombres y de candidaturas, pero lo que se debate de verdad en Juntos por el Cambio es algo más profundo. Es la distinta forma de gobernanza que proponen unos y otros. La diferencia es tan profunda que expone una grieta que comienza en las formas, pero llega al fondo.

 

Macri sin filtro. En diciembre de 2017, Mauricio Macri venía de un amplio triunfo en las legislativas y quería aprovechar ese impulso para aprobar una reforma jubilatoria. La primera vez que intentó hacerlo, la sesión debió suspenderse por los disturbios frente al Congreso. La seguridad estaba en manos de la ministra Patricia Bullrich, quien había designado a la Gendarmería para controlar la protesta.

Tras el fracaso de la sesión y las imágenes en las que se veía a esa fuerza avanzar duramente contra los manifestantes (hubo fotógrafos y transeúntes heridos), Macri decidió que la seguridad de la segunda convocatoria parlamentaria estuviera a cargo de la Policía de la Ciudad.

Los choques son tan profundos que parecen dos fuerzas políticas enfrentadas. El riesgo de bucear...

En la segunda marcha, la actitud de la policía fue distinta, de contención (la mayoría de los heridos fueron uniformados), y la reforma pudo ser tratada y aprobada.

Semanas después, en enero de 2018, en una tarde soleada en la quinta de Olivos, Macri y Marcos Peña recordaban esos días frente a un interlocutor que le preguntó al entonces presidente por qué había cambiado la estrategia de seguridad de la primera a la segunda marcha. “Por hacerle caso a este y a Horacio –respondió entre risueño y molesto mientras señalaba a su jefe de Gabinete–. Porque si fuera por mí y por Patricia…”.

Macri no completó la frase, pero lo que quería decir era que había optado por una respuesta blanda que, aunque hubiera resultado exitosa, no era la que su instinto le indicaba como correcta.

Lo único que cambió entre aquellos episodios y hoy es que Macri perdió los filtros que en su momento representaban Peña y Jaime Duran Barba. Que son los que lo hacían ver más contemporizador y antigrieta de lo que en realidad era. Aquel jefe de Gabinete se retiró de la política y Duran Barba sufre por lo que considera una involución y una “anticampaña” basada en prometer ajuste.

De Milei a Schiaretti. Macri y Bullrich están convencidos de que el error de esa gestión fue la tibieza para hacer los cambios. Y culpan a personas como esos dos colaboradores de haberlos llevado a cometer tal error. Prometen que, en cuanto de ellos dependa, no va a volver a pasar.

... en esa duda es que la respuesta que encuentren los lleve a replantear sus propias identidades

Larreta, por el contrario, cree que se fracasó porque el macrismo se encerró en sí mismo y eso impidió acuerdos para llevar adelante cambios profundos. Los aliados excluidos de aquella administración, la mayor parte del radicalismo y la Coalición Cívica, coinciden con él en que sin consensos será imposible gobernar y generar confianza y previsibilidad.

Unos desestiman abrir el espacio a nuevos integrantes (aceptaron a regañadientes a Espert, pero resisten a Schiaretti) y plantean que, con una buena elección nacional, podrán aplicar reformas drásticas por más resistencia social que encuentren.

Los otros bregan por incorporar a dirigentes lo suficientemente representativos para primero sumar votos y después promover un consenso mayoritario en la sociedad. Están seguros de que no hay otra forma de hacer cambios sostenibles en el tiempo.

Las simpatías de Macri y Bullrich por Javier Milei también son coherentes: los tres descreen sobre la necesidad de acuerdos. El libertario ya avisa que, si llega al gobierno, gestionará a través de permanentes consultas populares. Su proclama anticasta no está tan alejada de las opiniones del macrismo duro sobre el radicalismo y el peronismo.

En espejo invertido, las simpatías de Larreta por el radicalismo, Schiaretti y el peronismo no cristinista son igual de coherentes. Todos ellos piensan que el sectarismo de Macri y Cristina es el denominador común de más de una década de fracasos, sea cual fuera el modelo económico aplicado.

Así como los primeros se sienten cómodos con la polarización, los segundos la combaten por naturaleza. Un duelo similar al que subsiste desde hace años en la interna del peronismo.

El riesgo de saber. En la intimidad, unos y otros aceptan que ese es el problema más grave de la interna opositora, aunque la expresión de ese malestar se traduzca en el duelo de candidaturas.

Pero esta semana, Bullrich dio una señal de que quiere empezar a hacer público el debate de fondo: “Ellos (Larreta y Morales) son amigos de Massa. Discuten sobre un modelo que es el mismo. Hay un tema muy de fondo. Quiero decirle a la sociedad que yo no voy a entregar el cambio, que está en una situación de riesgo”.

Desde el larretismo, la respuesta hasta ahora es privada: “Nos asocia a Massa porque a Schiaretti no le puede pegar ya que era el aliado número uno de Mauricio. Lo que les molesta es que queramos construir una alianza amplia de gobierno. Además, si es por amistades, ellos deberían explicar la suya con Milei”.

Carrió sí contestó en público y sobre el mismo tema de fondo: “Macri quiere ganar para hacer una alianza con Milei en la segunda vuelta e ir por un ajuste muy brutal sobre las clases medias”. También advirtió sobre una “represión indiscriminada para construir el orden”.

Por momentos, los cruces son tan profundos que parece que fueran dos fuerzas políticas enfrentadas.

El riesgo de bucear demasiado en esa duda es que la respuesta que encuentren los obligue a replantear sus propias identidades.

El choque más doloroso. El otro dilema del macrismo es todavía más doloroso porque es personal e incluye al fundador del PRO.

Macri habla de la traición de Larreta y Larreta cree que a Macri le duele la transición de su liderazgo: por qué si el expresidente siempre impulsó la boleta electrónica en la Ciudad, cuando Larreta decide aplicarla, él la rechaza; por qué si siempre intentó una alianza con el gobernador de Córdoba, cuando es Larreta el que la logra él también se opone.

Las diferencias calaron tanto que mientras el fundador del espacio acaba de proclamar que sería “muy sano” un ballottage con Milei (la persona que a diario trata a Larreta de “zurdo de mierda” y “siniestro”), el jefe porteño opina que el libertario es un símbolo de la destrucción argentina.

Hoy Bullrich puede coincidir sinceramente con Macri en su cercanía conceptual con Milei y en la necesidad de un ajuste drástico y rápido sin obligación de consensuar, pero si le tocara a ella gobernar se va a enfrentar con la misma dolorosa crisis de relación que ahora vive su contrincante electoral. Porque, al igual que Cristina, Macri no da señales de asumir un segundo plano que empodere a sus herederos.

Además de candidaturas, además de los conflictos de fondo que esconde la pelea por las candidaturas, lo que también está en juego es el juego de la grieta.

Entre los que quieren, necesitan, creen conveniente, seguir jugándolo y los que piensan que es suicida hacerlo.

En ese sentido resulta tristemente llamativo el silencio del macrismo en torno al desesperado proyecto antigrieta de Esteban Bullrich.

Tan llamativo como el esfuerzo de este hombre por recorrer el país para convencernos de que en el juego de la grieta todos pierden. Incluso los que hoy ganan

Comentá la nota