Los chicos no pasaron del empate (2-2) en la cancha de Estudiantes y resignaron la clasificación la siguiente etapa del campeonato Nacional a manos de la selección lapridense; un Liga sin proyecto para juveniles, un trabajo previo lleno de contratiempos para el cuerpo técnico y un final acorde.
Esta vez, a diferencia de otros años, la crudeza de un resultado inesperado e histórico puso en evidencia esta realidad. Un gol más hubiese disimulado las carencias que debieron soportar desde el cuerpo técnico y las condiciones de preparación que atravesaron los chicos, pero ese gol no llegó.
En una de esas por fortuna, a pesar de dolor de los chicos y la amargura de gente tan querible como Julio Pibuel, “Meme” Gómez o Mario Buceta, siempre dispuestos a dar una mano. Olavarría se quedó muy pronto al margen de la eliminatoria Nacional, y como verdugo actuó una Liga como la de Laprida que tuvo las cosas mucho más claras.
En la cancha, Laprida no fue el Azul del sábado; planteó una estrategia distinta. Hizo un juego más cerrado; tal vez movido por la ventaja que suponía el empate como resultado favorable, eligió cerrar espacios, entorpecer el traslado de Olavarría y resignar el ataque, salvo esos pelotazos largos que recién dieron resultado con la desesperación olavarriense.
Nada que sorprenda; lo único distinto que propusieron fue la una disposición numérica exótica, pero legítima: camisetas 8,7,5 y 6 para los defensores; en el medio el 9 por la derecha, el 2 por el medio y el 3 en la izquierda; su enlace retuvo el 10 y adelante (aislados del resto) el 4 y el 11.
Con la pelota, y sin espacios, a Olavarría le faltaron ideas. Estáticos los volantes externos (Bonavetti y Bustamante), perdido en la cancha Braian Palacios, no le quedó otra que apostar al desequilibro de los wines: Dastugue por velocidad en la derecha y Mc Gaw por habilidad en la izquierda.
Sin más variantes que apostar a ellos, en el primer tiempo llegó cinco veces a posición de gol, y como en el partido con los azuleños faltó ese jugador de área capaz de terminar la última jugada. Dastugue, con su velocidad, se fue a los centrales, hizo la gambeta larga frente al arquero y sin ángulo mandó un centro desde la derecha que se perdió por el segundo.
Dastugue remató de zurda y desde la medialuna, pero alto; Mc Gaw llegó al fondo en el izquierda, y el cabezazo de Bustamente cayó manso a las manos de “1”; en otro centro del de Embajadores no pudieron conectar en el área chica Dastugue y Bonavetti; bochazo de Giacomino desde la izquierda, zurdazo cercano desde el área chica de Bonavetti.
Los ataques eran solos de un lado, pero la primera clara, clara… fue de los lapridenses. Toda una advertencia: Emir Popp sacó un zurdazo mordido desde fuera del área, pegó en la base del palo izquierdo, cruzó toda la línea y salvó Manríquez.
De tanto protagonismo Dastugue - Mc Gaw, entre ambos se encargaron de desatar el nudo: centro del fortinense desde la derecha, anticipo del de Embajadores en el área chica y la pelota se metió mansa, entre las piernas de Mallavia.
Enseguida Mc Gaw metió un delicioso tiro libre en el ángulo derecho desde la medialuna que hubiese acabado con todo, pero… Olavarría durmió en el rebote de un córner, Yovenitti mandó un bochazo desde la derecha, miraron todos los defensores, Vedellini demasiado atornillado en el piso y Jonathan Peralta tuvo tiempo para todo: mató la pelota con el pecho en el punto del penal, miró al arquero, apuntó y lo fusiló de zurda.
Olavarría se obnubiló; las piernas se endurecieron. No le quedó ni siquiera el empuje que había mostrado hasta ahí. Se expuso en cada ataque, cayó en el embudo de Laprida cuando la receta estaba por los costados y si bien Mc Gaw (el mejor) metió un gran desborde en la izquierda y el frentazo de Bouciguez encontró la milagrosa tapa de Mallavia, caminaba por la cornisa.
Jugado, mal parado, Yovenitti sorprendió con una corrida en la derecha, metió el centro desde el fondo de la cancha, y del otro lado otra vez Peralta, sin marcas, le asestó una puñalada mortal a las aspiraciones de los chicos olavarrienses.
Jugado y sin fichas, Manríquez se fue a jugar de “9”. Parecía que ni un empate iba a premiar tanto esfuerzo, cuando el chico de El Fortín la peleó en la izquierda, sacó el centro desde el último centímetro de la cancha, la pelota pasó entre mil piernas y por el segundo palo el flaquito Boucíguez encendió una tenue luz de esperanza.
Que se fue apagando con los nervios y la desesperación de los chicos, como los entrenadores, los que siempre padecen esta desorganiación endémica.
Tal vez a partir de esta eliminación a manos de Laprida, se dé lugar a un debate serio, que comprometa a todos, inclusive a aquellos que miran demasiado lejos sin reparar en todo lo que sigue haciendo falta tan cerca.
Esta es la síntesis de partido:
Olavarría:Franco Vedellini; Franco Velásquez, Martín Manríquez, Joaquín Torres, Franco Giacomino (ST 37m. Alexis Istillarte); Enzo Bonavetti (ST 13m. Facundo Bouciguez), Nazareno González, Joaquín Bustamante; Braian Palacios (ST 27m. Juan Manuel Ponce); Santiago Dastugue y MILTON MC GAW. DT: Julio Pibuel
Laprida: Gabriel Mallavia; Juan Gabriel Fuchs, Santiago Abad, Lucas Belacín, Juan Ezequiel Hernández; Manuel Scacheri, Christopher Yovenitti, Jonathan Peralta (ST 43m. Enzo Laure); Franco González; Emir Popp (ST 37m. Marcelo Núñez) y Nicolás Maitini (ST 11m. Luis Galván). DT: Minaberría - Bertolotto - Rossini.
Goles en el segundo tiempo: 15m. Milton Mc Gaw (O); 24m. y 39m. Jonathan Peralta (L); 43m. Facundo Bouciguez (O)
Amonestados: Bustamante (O)
Abad, Juan Hernández, Belacín (L)
Arbitro: Claudio Elichiri, de la Liga de Azul
Estadio: Central del Parque Carlos Guerrero
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