Larreta en modo patagónico. Recuerdos del pasado: campañas presidenciales y veredictos populares en 2015 y 2019. Horacio y Patricia, vidas no tan paralelas. Diferencias con todos corridos a la derecha. Los radicales, perspectivas reales. El extraño programa opositor, el protagonismo de los economistas.
Por Mario Wainfeld
Corría el año 2015. Horacio Rodríguez Larreta aspiraba a ser Jefe de Gobierno porteño. Competiría con Gabriela Michetti en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). El dedo de Macri había señalado a “Horacio”. “Gabriela”, quien decidió competir igual, se quejaba con pucheros: “Mauricio” la maltrataba, incentivado por (y a la zaga de) Horacio. En ese contexto Larreta fue reporteado por Chiche Gelblung quien lo sorprendió con una descripción jocosa: “es la competencia entre la Bella y la Bestia”. HRL se tildó, quedó mudo, careció de reflejos para contestar algo ingenioso… no es lo suyo. El coaching de Jaime Durán Barba tampoco preveía el gracejo del periodista quien se entretuvo dejando a Larreta descolocado, prolongando el momento olvidado, sugestivo.
El lanzamiento de esta semana encasilló en parámetros más amigables para el ahora Jefe de Gobierno con aspiraciones a la presidencia de la Nación. Un spot profesional, el número 23 apareciendo por doquier, paisaje patagónico de fondo. Adversarios, especialistas en comunicación, gentes normales se entretienen señalando fallas. Parentescos posibles con Fernando de la Rúa aseverando “dicen que soy aburrido”. La definición del faro es impropia, equivocada, hasta peligrosa para eventuales navegantes. No es imprescindible el ingenio de Gelblung para dejar expuesta la falta de atractivo personal que le enrostra, tan luego, un editorial de “La Nación” publicado el domingo pasado.
Rodríguez Larreta ha perdido posiciones desde 2019. Dejó de ser el candidato “natural” de Juntos por el Cambio, se le chispoteó la pole position. De cualquier modo, está en carrera, aspira a ser candidato de la coalición que ganó tres de las cuatro elecciones nacionales sucedidas desde 2015. Debe enfrentar una interna contra Patricia Bullrich que jamás llora, como Shakira. Y en una de esa contra Macri que lo mortifica y lima a diario.
Va una pregunta para inducir debates caseros o en tertulias de café. “¿Qué sería más difícil para el Pelado o para Pato? ¿la PASO o la subsiguiente votación nacional?” Los cambiemitas suponen que la interna lo que instiga gula, errores, desmesuras.
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¿Cuándo se jodió Larreta? De nuevo, cuatro años atrás el Jefe de Gobierno se insinuaba como candidato lógico en 2023. Único dirigente de PRO gobernando una provincia con Macri herido tras la depredadora gestión presidencial. Muchos creían (o creíamos) que el expresidente de Argentina y de Boca se retiraría o algo así. Entre ellos y a la cabeza HRL, compañero de ruta de toda la vida. “Mauricio” --explicaba su vice en cualquier café de avenida Libertador-- siempre fue un poco perezoso, gánico. Remontar la debacle no le atraería, la FIFA pintaba más atractiva. Sin valerse jamás de la ingeniosa imagen de la reposera, HRL cimentaba la moraleja: no vuelve más. Durante años, con paciencia de artífice, venía instalando una idea: el Jefe de Gabinete fue el pilar de la gestión en la Ciudad, quien se levantaba temprano, conocía los nombres de los hospitales, los de las estaciones de subte (menester sencillo para quien no amplió las redes). Como Enrique Olivera respecto de Fernando de la Rúa: el segundo que pavimentaba con sudor propio los escasos metros que separaban la antigua sede de la Municipalidad y la Casa Rosada. El sueño húmedo en el que naufragó el exintendente Carlos Grosso y que concretaron dos no peronistas, gorilas ambos.
Rodríguez Larreta quiso desde niño ser presidente chimentan sus biógrafos autorizados. Hizo carrera en los suburbios del peronismo asesorando al exgobernador Ramón “Palito” Ortega. Trata de soslayar su paso como triunviro en el PAMI porque le enrostran opacidad y destrato al fallecido René Favaloro. Desde las divisiones inferiores aplicó el valor del dinero para imantar lealtades. El Grupo Sophia congregaba materia gris y financiaba papers a ofertantes transversales que, agradecidos y burlones, la apodaban “Fundación Paganini” porque pagaba y bien. El precandidato continúa como practicante de esa fe, comunión diaria. Las entrevistas que afronta carecen de sorpresas, tipo Chiche Gelblung.
La pandemia, acontecimiento sorprendente dentro del mandato del presidente Alberto Fernández, pareció venirle bien a Larreta. Una primera etapa de cooperación entrambos cuando primaban el temor social y la solidaridad por abajo. Conferencias de prensa o anuncios conjuntos acompañados por el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Andando el tiempo, diferencias en materia educativa (“abran las escuelas”) y sanitaria lo ayudaron a diferenciarse a medida que se apagaba la estrella inicial del presidente. Un momento oportuno.
La ruptura, inesperada, aconteció cuando Alberto Fernández reasignó las transferencias del Estado nacional a la CABA, para mejorar la cuota de la provincia de Buenos Aires. Medida de emergencia para resolver un conflicto con la policía bonaerense que escaló a niveles temibles. La movida marcó un punto de inflexión, de no retorno. HRL llevó el entredicho a la Corte Suprema, era jugada única. En ese hito de la historia reciente, cree vislumbrar el cronista, todavía punteaba en la virtual interna de Juntos por el Cambio.
Sería la culminación de un largo camino junto a Macri, iniciado con la derrota ante Aníbal Ibarra en 2003 por la dichosa Jefatura de Gobierno. Pocos recuerdan ese pasado (en Argentina dos décadas se asemejan a siglos): Bullrich compitió contra los dos. Le complicó la vida a Macri en un debate en el programa A dos Voces, lo chuceaba, interrumpía. La ex ministra cambió de camiseta con asiduidad, se sabe. Si fuera jugadora de fútbol y honrara ciertos códigos (dos hipótesis improbables) no gritaría los goles casi contra ningún rival… pediría disculpas a la hinchada con lealtad de ex (otras dos hipótesis chocantes).
Conviene no exagerar, la relativamente nueva presidenta del PRO encontró en la madurez su domicilio existencial. Es figura de la derecha argentina y global, aliada de la DEA, propulsora de sus ideas y valores. Selló pactos de sangre (valga la expresión) con integrantes de la Gendarmería y la Prefectura. Apologista de la venta de armas y de la doctrina Chocobar la ex oportunista serial (que se arrimó a De la Rúa pergeñando informes fútiles para Fernando de Santibañes) dio con su lugar en el mundo. “Tiene una idea fuerza” adula el editorial de La Nación aludido líneas arriba. La narrativa de Bullrich abreva en fuentes varias, deplorables. La catilinaria contra los tibios remonta a monsergas pseudo bíblicas del presidente Carlos Menem,
Esta columna no hablará de halcones y palomas salvo en las próximas líneas; su autor descree de dicha ornitología. La pretensa “paloma” reprime ferozmente en la CABA desde hace años, es enemigo cotidiano de la educación y de la salud públicas, le hace la venia al Tío Sam cada vez que puede. Los intentos para “afuera” aluden al tono, a la necesidad de mostrar un estilo oratorio distinto a Bullrich-Macri, a armonizar con el sector no encuadrado del padrón electoral. De ahí a ser paloma…
Solo el corrimiento a la derecha de la política en el mundo y en nuestro país habilita a que HRL se diferencie un poco. A la derecha de HRL, Bullrich. A la de Bullrich nadie, ni siquiera el diputado Javier Milei.
La polarización electoral de 2015 y 2019 se metamorfosea tras las experiencias de gobierno de las coaliciones enfrentadas. La alternancia no propició riqueza ni potenció al sistema democrático. HRL ofrece un discurso no embravecido, habla de diálogos con el otro mientras descalifica a posibles contrapartes. Grita menos, se parece más a un dirigente de derecha que a un bienudo enojado o que a una sargenta.
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Macri goza: "Celebro y apoyo que Horacio haya presentado hoy oficialmente su precandidatura. Yo creo profundamente en la competencia" tuiteó Macri en modo chusco. El periodista Mariano D’Arrigo, sumó una interpretación preciosa. Tuiteó la frase antedicha y la ilustró con una foto de la serie Succession: el padre Logan Roy, apoyado en los hombros de su hijo Kendall Roy. Una pinturita. Una familia que es puro odio, un constructor de riqueza que se niega ser sucedido, un hijo que lo enfrenta y lo padece. Una tragedia griega que Macri goza.
El expresidente se mantiene en el ruedo. Mirará encuestas mal urdidas, prematuras, con informes astutos pensados para complacer. Casi todas, pues. A diferencia de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner no es ganador seguro si se presenta a las PASO: tendrá competencia seria porque Larreta no puede ser tan flojo como para desistir la candidatura.
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Emocionalidad, recuerdos del pasado: Hay trastos viejos bajo el sol. “La bomba” que dejará el gobierno fue denunciada por el empresario industrial Héctor Méndez y divulgada por Clarín en 2015.
La jugada de Larreta se orienta en las directivas de Durán Barba para candidatos cordobeses glosadas en esta columna hace ocho años.
“No importa hablar de propuestas, importa emocionar a la gente que está escuchando, mostrar a los candidatos humanos, cercanos.
- (…) Pensar en el oyente y repetir el mensaje que querernos que el oyente escuche.
-Hablar de la gente.
-Tono conciliador, basta de peleas, la prioridad es la gente”.
Nobleza obliga, con dato útil para el presente. El macrismo en campaña supo ser más dúctil que el célebre instructivo. Cambió el libreto en contingencias difíciles. Macri “se politizó” entre la primera y la segunda vuelta de 2015. Prometió continuidades del legado kirchnerista, trató de disipar temores acerca de ajustes y despidos.
Entre las PASO y las presidenciales de 2019 salió a la calle, puso el cuerpo, convocó a actos masivos desaconsejados por el gurú ecuatoriano. Abrevió la diferencia, bastante.
Juntos por el Cambio fue una coalición potente en campaña. Hoy en día predominan las peleas, los goles en contra, los arrebatos, la expulsiva subcultura internista. El porvenir sigue abierto, por eso entre otros factores.
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Almuerzos anticipados, rencillas que dañan: Ninguno quiere bajarse del tren de la victoria. Todes quieren ser la locomotora y reservan el furgón para los aliados. La certeza de ganar es prematura, hay quien almuerza la cena o vende la piel del oso antes de cazarlo. No es común que una elección esté decidida a ocho meses vista. Remember Macri, Alberto Fernández, Joe Biden, Lula da Silva, etcéteras para regalar.
Las querellas intestinas mellan las chances de JpC en elecciones provinciales. Las rupturas internas en Neuquén y Río Negro podrían ser irremontables. En Córdoba los correligionarios radicales siguen pulseando contra Luis Juez. En Mendoza van suturando de a poco las rebeldías del ex demócrata Omar De Marchi versus el radical Alfredo Cornejo quien busca ser reelecto tras haber dejado la gobernación hace cuatro años. La Constitución provincial veda la reelección inmediata. Hasta ahora ningún mandatario provincial pudo revalidarse y los hubo de fuste como José Octavio Bordón y Julio Cobos. El sistema es adverso, la sociedad posiblemente también. Las reglas de juego condicionan pero no sellan el futuro. En Santa Fe Carlos Reutemann y Jorge Obeid consiguieron superar un escollo similar. En Entre Ríos, cuando existía esa restricción, Jorge Busti y Sergio Montiel lograron el difícil retorno.
Cornejo se repliega al terruño, desiste de candidaturas nacionales. Presidenciables boinas blancas y animosos quedan dos, acaso tres. El gobernador jujeño Gerardo Morales, el diputado Facundo Manes tal vez. En una de esas el senador Martín Lousteau. En 2015 el ex senador Ernesto Sanz compitió con Macri en las PASO. Lo golearon, las consecuencias se notaron en el reparto de poder estadual. Los radicales se entusiasman con el resultado de una interna pampeana con escasa participación. Optimismo de la voluntad, extremo. Tal vez a la hora de la verdad puedan ser tentados para integrar fórmulas bipartidistas, limitar las ambiciones a la presidencia y ahorrarse repetir la historia. De momento se muestran más optimistas, ambiciosos, requirentes.
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Basta de realidades, queremos promesas: Eso rezaba un notable grafiti en cualquier pared de nuestro Sur. Didáctico.
La avidez por repartir el botín acicatea a los cambiemitas a prometer sangre, sudor, lágrimas y ajuste. La estrategia, el vector de diferenciación para adentro y extramuros es “basta de kirchnerismos”. “No queremos ser Cuba ni Venezuela”. ¿Alcanza para seducir a una sociedad diversa, plural, federal acostumbrada a salir a la calle en defensa de sus derechos? Macri prometió mejoras, conservar derechos para vencer a Daniel Scioli o para remontar contra Fernández. Ahora explica que hará más rápido lo que lo llevó al fracaso. El problema, a su ver, fue la velocidad, no el rumbo ni las metas.
Los anuncios de “los políticos” asombran: cerrar YPF y Aerolíneas Argentinas. Desfinanciar a Tierra del Fuego. Hernán Lombardi engrosa el listado con los medios públicos.
Los economistas cambiemitas copan la parada. Carlos Melconian, con la sensibilidad social propia de la Fundación Mediterránea. Hernán Lacunza o Guido Sandleris sin autocrítica, propagando mensajes que huelen a revancha. Nos fue mal, doblaremos la apuesta… idea que tiñe las parcas intervenciones de Macri.
El oficialismo festeja esas torpezas, que todavía pueden ser reparadas. Alivian, por supuesto, pero no definen. Demasiado interés en el otro para ser oficialismo, peronista por añadidura. Su futuro depende más de lo evidente, de mejorarle la vida a la gente común, de construir un año menos agobiante, de ampliar las expectativas, de mostrar luz adelante, un futuro. Realizar y también prometer. La gente común vota presente y futuro: es una regla de oro que conserva vigencia.
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