Por: Francisco Olivera. Axel Kicillof está tan envalentonado con su reelección que ya sondeó con su compañera de fórmula de 2019, Verónica Magario, si estaba dispuesta a volver a acompañarlo. La vicegobernadora está de acuerdo.
El ofrecimiento, que se terminó de concretar esta semana, le sirvió a ella incluso para desechar una aventura más osada, la de secundar en una eventual campaña presidencial a Juan Manzur, que esta semana regresará a Tucumán, y a quien conoce bien desde que ambos eran funcionarios de Alberto Balestrini en La Matanza.
Salvo una intervención directa de Cristina Kirchner para torcer el rumbo natural de las cosas, Kicillof será entonces candidato bonaerense. “Le saca diez puntos a cualquier segundo”, se entusiasman en el peronismo. Es cierto que a veces el propio gobernador desconfía de algunos movimientos. Sospecha, por ejemplo, de que a Máximo Kirchner le guste imaginarlo cada tanto en la carrera presidencial para ubicar en la provincia a Martín Insaurralde. Pero el diputado no siempre representa el pensamiento de su madre. En el PJ creen incluso interpretarla mejor a través de voceros como Larroque o De Pedro. La que manda es entonces la conductora del espacio y Kicillof tiene ese aval. Eso explica los afiches proselitistas que aparecieron últimamente en la vía pública y la recorrida por la Costa Atlántica que él y su equipo vienen haciendo en febrero.
El proyecto reeleccionista del gobernador esconde en realidad un trasfondo que excede la provincia. Él supone, como el resto de sus compañeros, que el oficialismo tiene pocas posibilidades de ganar la elección nacional. Es una conclusión acaso apresurada dada la escasez de definiciones en Juntos por el Cambio, pero sin dudas lo más nítido que se advierte en las proyecciones del Frente de Todos. “Estamos discutiendo quién asume ese garrón: es casi una carga pública porque el candidato va a tener que hacer campaña criticando al Gobierno”, definió un funcionario.
Aquellos mariscales de bastón que reclamaba la vicepresidenta están por ahora bastante lejos de exponerse. No se resignan todavía a lo que ella anticipó en diciembre, el día en que se conoció su condena en la causa Vialidad: no integraría ninguna lista. Los más leales volvieron a reunirse el lunes en Ensenada, en un encuentro que organizó el intendente Mario Secco y ahí, con Máximo Kirchner presente, coincidieron en la necesidad de exponer públicamente cuán importante era para todos que ella revisara aquella decisión. “No la descartes: Cristina 2023″, se envalentonó después ante la nacion alguien que estuvo. El día elegido para el reclamo es el 24 de marzo, cuando se conmemore el golpe de Estado con una gran movilización. Los más interesados en el tema ya se vienen anticipando. “Ella es, por lejos, la que mejor intención de voto tiene”, insistió esta semana Kicillof en Tandil.
El kirchnerismo necesita recuperar una mística que ha ido perdiendo en el transcurso del mandato de Alberto Fernández. En realidad, el peronismo entero padece una apatía percibible hasta en las discusiones por el organigrama. Hace dos años, por ejemplo, el cargo de jefe de Gabinete, que está a punto de asumir Agustín Rossi en reemplazo de Manzur, habría desencadenado una interna significativa. No fue así esta vez. En la Casa Rosada cuentan en cambio que a Juan Manuel Olmos, vicejefe y heredero natural, nunca le interesó. No solo porque prefiere el bajo perfil sino porque, interpretan, el lugar y el momento lo obligarían a defender públicamente al Presidente, algo a lo que ya pocos parecen dispuestos. Y la propuesta de Santiago Cafiero, que habría preferido ahí a Daniel Scioli, del que fue funcionario durante la gestión bonaerense, tampoco prosperó: quien volvió a oponerse fue Massa.
Alberto Fernández acaba de iniciar un sendero de escasísima popularidad interna. Canceló por falta de confirmaciones el almuerzo de hoy con gobernadores. “Solamente a él se le ocurre organizar algo para que le cuenten las costillas”, se sorprendieron cerca de un líder provincial. Esa mesa vacía tiene antes que nada valor simbólico, porque expone en qué quedó aquella intención que en 2019, no bien se impuso en las primarias, ensayó en Tucumán: un alianza con el peronismo tradicional, empresarios y la CGT sin el Instituto Patria. Fue el día en que Manzur, que venía de asignarle públicamente un ciclo cumplido a Cristina Kirchner, lo presentó como el jefe del PJ. Contra la voluntad del Presidente, que le pidió que se quedara, Manzur se despide ahora de la Casa Rosada.
La “mesa electoral” de Alberto Fernández nace en medio de estas contrariedades. Lo más probable es que no pase de una formalidad. El martes, en Olivos, los intendentes Mario Ishii (José C. Paz) y Juan José Mussi (Berazategui) le recordaron la importancia de sentar ahí a Cristina y a Máximo Kirchner. La recomendación suena a provocación: todos dan por ausente a la vicepresidenta. “No va ir ni Massa”, exageró un pesimista del Gobierno.
El Presidente les contestó que haría todo lo posible por mantener la unidad. Pero hace tiempo que eso no está a su alcance. Al contrario: la convocatoria podría entrar ya en la categoría de lo irrelevante porque son sus propios compañeros los que últimamente lo excluyen a él del ámbito de las decisiones. Alberto Fernández corre entonces el riesgo de quedar afuera de su propia mesa.
Massa, también presente en Olivos, aprovechó el encuentro para recordarle al Presidente la urgencia de definir si buscará o no la reelección. ¿Otro que recomendaba? Lo dijo al pasar, mientras hablaba de otras cuestiones, pero se preocupó después porque la frase trascendiera. ¿Por qué tanto interés del ministro de Economía en asuntos electorales? ¿No se supone que, como dice en público, solo lo inquieta la gestión? ¿O ha decidido colaborar con el Instituto Patria en el propósito de que el Presidente no compita?
Massa le había dicho el año pasado a Alberto Fernández que no se interpondría en ese plan. Es por lo menos lo que el Presidente le entendió en una conversación privada. ¿De dónde viene ahora el apuro? Es cierto que el líder del Frente Renovador quisiera también ser candidato, pero esa carrera no puede siquiera empezar con la inflación desbocada. Él se autoimpuso un objetivo: que el IPC de abril tenga un 3 delante de la coma. Habrá que ver si de aquí a junio, mes en que vence no solo el plazo para las listas sino los acuerdos de Precios Justos, se impone la presión de costos que vienen superando el 5 o 6% mensual o, por el contrario, las ganas del ministro o de las muchos empresarios dispuestos a que cumpla. El presidente de una cámara de consumo masivo lo definió así: “Sergio piensa que puede llegar y las empresas están dispuestas a ayudar sin disrupciones a transitar este año electoral”.
Sin resultados de gestión que lo hagan evidente, el Frente de Todos se verá forzado a elegir candidato mediante elecciones primarias. Si Cristina Kirchner, la única que llega al 25% en las encuestas, insiste con no postularse, tampoco parece haber alternativas: la experiencia de que ella lo designe de modo arbitrario ya fracasó con Alberto Fernández. “El dedo de ella no basta”, razonan en el conurbano. Ahí se entiende mejor el plan Kicillof, incluso si el PJ perdiera en el resto del país: un adversario en la Casa Rosada podría elevarlo a la categoría de líder o, al menos, eximir de una vez al gobernador de la obligación de aplaudir.
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