Juan Grabois: "Milei es un villano y yo creo que hay que contraponerle la figura de un héroe"

Juan Grabois:

El dirigente presentó su libro "Argentina Humana". En diálogo con este diario  redobló sus críticas al Gobierno, habló del peronismo, la conducción de CFK y de cómo enfrentar a la ultraderecha.

 

Por Matías Ferrari

Arreglar el coche para salir a la ruta, de gira por la Costa Atlántica y la Patagonia. Preparar su acusación en la Bicameral de Inteligencia del Congreso contra el nuevo número 2 de la SIDE, Diego Kravetz, uno de sus enemigos confesos. Salir a hacer pintadas, con un grupo de sus compañeros de Patria Grande, frente al Jockey Club de San Isidro. Y ajustar los detalles de la donación de la biblioteca que heredó de su padre, Roberto "Pajarito" Grabois, que piensa hacer al Partido Justicialista. Todo eso estaba en la cabeza de Juan Grabois la mañana del miércoles cuando recibió a Página/12 en su oficina de Vicente López. Tampoco faltó el armado de las presentaciones de su nuevo libro, "Argentina Humana", uno de los disparadores de la charla y de sus recientes apariciones públicas. El libro es una síntesis del programa de gobierno de su partido, pero también una reflexión profunda sobre el para qué de la práctica política. El tema lo obsesiona, sobretodo en tiempos en que el peronismo, como dice, "está roto en varios pedazos que no se pueden pegar así nomás, con la gotita". 

El libro "es un aporte a la discusión en un momento de orfandad. Porque en general se discute un 95 por ciento de táctica y nada o muy poco del para qué y del contenido de la lucha que hay que dar", dijo. "Argentina Humana" también incluye una caracterización de este tiempo como "un régimen de facto" y una comparación ricotera de Javier Milei con Luzbelito, el personaje-idea que atraviesa el disco homónimo de los Redondos. "Milei es un villano veraz, y yo creo que hay que contraponerle la figura de un héroe veraz", le dijo a este diario. Además, habló de candidaturas: de Axel presidente, de Cristina conductora y de él mismo, que analiza competir este año por una senaduría en la Ciudad de Buenos Aires.  

--Te tomaste como algo casi personal la designación de Kravetz como número 2 de la SIDE. ¿Por qué?

--Pocas veces hubo un funcionario que a cargo de las fuerzas represivas se haya manejado con los niveles de impunidad e ilegalidad de Kravetz. Ya lo hacía en 2017, cuando policías a su cargo irrumpieron en un comedor comunitario a los gases y palos, cuando era secretario de seguridad de Lanús. En aquél ataque, una compañera nuestra perdió el embarazo. Hubo otros casos, como el del pibe de Lanús al que le montó una operación en televisión dejándole una marca para toda la vida. Primero fue de centroizquierda, luego kirchnerista, luego macrista, luego massista. Ni siquiera Patricia Bullrich tiene ese prontuario, ni el mismo instinto de servicio. Y ahora, como libertario, cometió un delito grave: pegarle a una persona que estaba reducida por la policía, siendo él Secretario de Seguridad porteño, y están los videos que lo prueban. Es una causa prácticamente probada, por lo que es un delincuente. Solamente ese caso implica una conducta incompatible con una función como la de manejar a los espías. Eso no puede ser desoído por el Gobierno. Pero como ha dejado varios pactos de poder en su paso, está muy protegido. A mí también me lo ofreció en su momento, pero lo rechacé. Así que vamos a combatir su designación. Porque hay límites. Hay límites sociales, como al que estamos llegando, y también los hay en materia de derechos humanos. Hoy está de moda cazar progres, y estos tipos se vuelven más peligrosos. Yo les advierto una cosa: la rueda de la fortuna gira, y si siguen con esta política represiva, la respuesta va a ser igual de fuerte.

--Hace tiempo que venis señalando que la respuesta a este modelo, en caso que el peronismo vuelva al poder, debe ser en espejo de lo que está pasando ahora: más a fondo, más jugada. ¿Lo decís por el clima de época o realmente pensás eso?

–No me cabe la menor duda que va a ser así. Pongo de ejemplo lo que está pasando con los derechos humanos, pero puede generalizarse. Ése un tema sagrado para nuestro campo político, una cuestión sagrada para toda una generación política, a partir de un proceso que inauguró Néstor cuando bajó los cuadros de la exEsma. El archivo de la memoria no se puede tocar, y Baños (Roberto, secretario de DDHH) quiere robarse el archivo de la memoria. Van a pagar caro cada página que se roben.

--En tu nuevo libro caracterizaste a Milei de varias formas, la más llamativa es que lo comparás con Luzbelito. Incluso citás la letra de Fanfarrias del Cabrio, el tema de los Redondos. ¿Podrías explicarlo?

–Sí, que él está convencido que nació en Belén. Él cree que es Jesús. Milei es un villano veraz. Un villano que utiliza ciertas verdades, a la manera también de Macbeth, para vender algo que no es. Medias verdades. Es un fundamentalista de sus ideas, lo cual le da un atractivo que es, si se quiere, el de la honestidad. Una honestidad patológica, está claro, de una persona que tiene una visión distorsionada de las pautas básicas de la humanidad. Pero al fin y al cabo es honestidad, y en un mundo de hipocresía, eso tiene un valor.

—¿Esa autenticidad es la que lo convierte en atractivo para su núcleo más duro?

—Sin dudas. Muchos pibes de los barrios que lo votaron me dicen que si no estaba él "te voto a vos". Yo quiero que cambie esa ecuación. En vez de un villano veraz hay que construir un héroe veraz.

—Es imposible no hacer un contraste con Alberto Fernández.

—Es la contrafigura. Pero no sólo de Alberto: también de Massa y de Scioli. Los tres últimos candidatos de nuestro campo político fueron paradigmaticos de la hipocresía. De predicar una cosa y hacer la otra. De las convicciones panqueque. No son fundamentalistas de nada salvo de sí mismos. 

--¿Y Cristina? Al fin y al cabo, fue ella quién los puso ahí.

--Cristina es distinta. Es de una sóla pieza. Se le puede criticar, y yo lo he hecho con ella personalmente, haber cometido errores de orden táctico, muchos en los últimos años. Ella me dijo, cuando bajaron a Wado, una frase que no me olvido: "el sistema es muy poderoso". Hay otros factores que juegan y determinan. Pero cuando ella gobernó, lo hizo para el pueblo y con mucho coraje. Cuando le tocó estar en minoría, incluso sus errores fueron honorables. Y yo creo que hay que recuperar la honorabilidad en la política. Y también recuperar la valentía para enfrentar al enemigo. No jugarla de conspiradores. Porque hasta ahora esas ideas del tiempismo, de la genialidad táctica sobre la hora, dieron muy malos resultados.

–Otro balance crítico de la última experiencia que se escucha mucho es que faltó un programa de gobierno. Y con el libro, de alguna manera, venís a proponer precisamente un programa. 

–El libro nació de las discusiones que dimos en la pandemia. En esa pelea contra un virus desconocido nosotros estuvimos en la retaguardia. Pero propusimos un plan de desarrollo integral, y el plan San Martín, que incluía desde una asignación universal a un programa de tierras nacional para que a nadie le falte dónde producir y dónde vivir. Este libro es la síntesis de ese plan, pero con un sentido humano, filosófico. El planteo es que la lucha por el poder no puede ser la lucha por el poder en sí mismo, tiene que haber un para qué, y también algunos elementos de estrategia política. Es un aporte a la discusión en un momento de orfandad. Porque en general se discute un 95 por ciento de táctica y nada o muy poco del para qué y el contenido de la lucha que hay que dar. Lo pongo en términos peronistas: primero hay que leer La Comunidad Organizada y recién despues el Manual de Conduccion Politica. Todos estamos muy ocupados en con quién me tengo que pelear para conducir, pero nos olvidamos que la política es sólo un medio.

—En el libro aparece una idea que es que en Argentina vivimos en un régimen de facto, que puede ser chocante con la idea de la democracia. ¿Adónde vas con eso?

—Lo que planteo ahí es un tema duro, que pasa desapercibido: la constitución no se cumple. Cada vez menos en sus postulados sociales e institucionales. El que gobierno es el poder económico, que impone sus condiciones y, claro, condiciona a la política. Y eso deriva en una gran desprotección, sobre todo de la gente común, sobre todo de los pobres. A (Sandra) Pettovello le ganamos nueve causas judiciales, pero sigue sin incorporar a los comedores a los programas que la justicia le dijo que incorpore. Por eso nuestra consigna revolucionaria es que se cumpla la constitución, que garantiza esos derechos.

—¿Cuál es la situación hoy de las causas por los comedores?

—Salvo la comida que se estaba pudriendo, no repartieron nada. Siguen chamuyando. ¿Vos te pensás que le pusieron una multa? Así se cercenan derechos. Y ya va casi un año de esta pelea. Estamos hablando de lo más urgente,  que es la comida. Están los fallos pero no se cumplen, las leyes no se cumplen. 

—Pettovello y Bullrich se vanaglorian de haber hecho el ajuste sin costo en la calle. Es más, tuvimos un diciembre tranquilo. ¿Cuál es el balance que hacen en las organizaciones sociales?

—Primero, el Gobierno logró cooptar dirigentes. Por distintas circunstancias. Hubo pactos y carpetazos. Después, consiguieron meter miedo con la campaña de "te saco lo que tenés" y los datos biométricos. También jugó el miedo a la represión. Enorgullecerse de tener la calle controlada con ese miedo no es muy libertario, aunque haya mucha gente que lo aplauda. Y otro factor, por último, es que no hay perspectiva de esperanza, de triunfo.

—También la sensación es que faltó algo de acompañamiento de dirigentes en las marchas. Por ejemplo, la última, frente al Conti. 

—Pero lo que yo veo ahí es mucha fiesta del llanto. Lloriqueo, no combate. Si a nosotros nos hacían esto en 2001, por lo menos, como dice la canción, alguna piña voló y otro grandote cayó.

—¿Y entonces? No parece haber una fórmula. 

—Propuse salir a hacer pintadas a los sectores del poder económico. Y yo voy, pese a que soy grande ya. No puede ser que el territorio de pelea sea Twitter. Hay que poner el cuerpo. Dentro de la resistencia no violenta, por supuesto. Militante es alguien que combate. En nuestro caso tenemos una opción que no violencia, pero tampoco somos unos cagones.

—También juega el plafón que obtuvo el Gobierno con el control de la inflación, ¿no?

—Yo veo hoy más firme al Gobierno en términos políticos que económicos. Veo la fragilidad a mediano plazo, pero es cierto igual que lograron controlar la inflación, aunque con una expropiación brutal de los trabajadores y los más pobres en los primeros meses. 

—En ese marco, este año tocan las elecciones y hay que hacer campaña. ¿Qué debiera hacer el peronismo para salir a buscar votos?

—A diferencia del Gobierno, nos veo muy mal parados nosotros. No se puede pegar con la gotita lo que ya se rompió. El peronismo quedó fracturado, en términos políticos, no quizás electorales. Hay un sector de los gobernadores, está el esquema mas cercano a Massa y el de CFK. Eso está roto. La forma de dirimir ese problema es a través de unas PASO, o en todo caso, internas, como se hacía antes. Nosotros vamos a promover candidaturas de los de abajo, como hicimos siempre. Con una salvedad: la situación de los pobres no es importante, es lo unico importante. Si no se resuelve eso no se resuelve nada, y si se resuelve eso se resuelve todo. Si no se admite esa representación en las listas de la mayor parte de nuestro electorado, no sólo vamos a estar vaciados de programa, sino también de votos.

—¿Vas a ser candidato?

—En un 99 por ciento decidido, sí. Dónde, depende de Cristina. Si ella juega en provincia, yo seré candidato a senador por capital. Y si no hay unidad, dado que la única que puede garantizarlo es ella, iremos con nuestras propias listas en todos los distritos. 

--Por último, si hoy fueran las elecciones presidenciales, ¿a quién votarías?

—Axel es nuestra renovación generacional. Creo que tiene que ser candidato a presidente. Es un tipo honesto, capaz, puede mejorar en sus errores y básicamente es el que mejor está posicionado. Puedo criticarlo pero si me decis que es peor que Massa me levanto y me voy. Y si no es Axel, tengo que ser yo. Dije lo mismo con Wado.

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