Por Jorge Fontevecchia.
Estados Unidos no conmemora el Día del Trabajador el 1° de mayo, instituido en memoria de los mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas que en 1886 fueron ejecutados durante una huelga en reclamo de “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”. Ocho años después, Estados Unidos decidió que se celebre el Día del Trabajo en otra fecha –el primer lunes de septiembre– por temor a alentar al creciente movimiento socialista de fines del siglo. Pero fue el social liberalismo (liberalismo social, capitalismo del bienestar o economía social de mercado) la clave del progreso norteamericano, que exportó a Europa tras vencer la Segunda Guerra Mundial y tiene como exponente al Partido Demócrata, a su fundador Thomas Jefferson y al actual presidente, Joe Biden.
Escuchar el discurso de los 100 días de gobierno del presidente Biden frente al Congreso la semana pasada promueve la reflexión sobre lo distinto que resulta lo que Estados Unidos pregona en las instituciones económicas internacionales y lo que practica en el interior de su país. También sobre la miopía de ciertas elites de los países subdesarrollados al no percibir esa diferencia. Si ese mismo discurso de Biden hubiera sido pronunciado por un presidente argentino, habría sido acusado, dependiendo la época, de radical, de peronista, de populista.
Esencialmente, Biden propuso incrementar los impuestos a los más ricos para aumentar el gasto social y la obra pública, además de defender a los sindicatos, a quienes atribuyó el mérito de haber creado la clase media norteamericana. Repitiendo como un mantra la palabra “trabajo, trabajo y trabajo”, reclamó un aumento del salario mínimo para que “nadie que trabaja 40 horas a la semana deba vivir por debajo de la línea de la pobreza”.
La historiadora que encabezó el Centro para el Estudio de la Presidencia de Estados Unidos, Joan Hoff, dijo que para encontrar algo “tan osado y abarcador” como la propuesta de Biden hay que retrotraerse hasta el New Deal contra la Gran Depresión de Franklin Roosevelt en 1933.
El propio Biden dijo: “Heredé una nación en crisis. La peor pandemia en un siglo. La peor crisis económica desde la Gran Depresión. El peor ataque a nuestra democracia desde la Guerra Civil”.
Explícitamente, se referenció en el New Deal y su llamado a actuar: “En otra era en la que nuestra democracia fue puesta a prueba” otro plan de rescate tuvo “inversiones que solo el gobierno estaba en condiciones de realizar”.
Hizo un giro a la izquierda cambiando en sentido opuesto al consenso económico dominante que no ponía al Estado sino al mercado como motor de la economía y, por derrame, distribuidor de la riqueza. J.W. Mason, miembro, precisamente, del Instituto Roosevelt, sostuvo: “El cambio es lo suficientemente grande como para describirlo como una ruptura con el neoliberalismo”. Y agregó: “La mayoría de los decretos firmados por Biden son de corte inminentemente social”. “Vemos que la influencia que tiene el sector progresista del Partido Demócrata se va a ir notando a lo largo de este período presidencial”. El discurso de Biden fue muy aplaudido por Bernie Sanders y Elizabeth Warren, del ala izquierdista del partido.
Uno de los lemas de Biden fue “Go big and go fast” (“Hacerlo a lo grande y rápido”). En parte porque su edad no le permite esperar pero también porque los demócratas puedan perder en las elecciones de mitad de mandato de 2022 y la mayoría de la Cámara de Diputados, además de la del Senado, donde el control actual es muy ajustado.
La comparación del plan de Biden con el New Deal de Roosevelt se basa en que destina casi 40% del presupuesto federal y alrededor del 9% del PIB al estímulo económico y es el mayor refuerzo en décadas del “Estado de bienestar”. Es un proyecto para “mejorar la vida de millones de estadounidenses” a financiarse con un aumento al impuesto de los súper ricos. Este plan “reconoce algo que siempre he dicho: Wall Street no construyó este país. La clase media construyó este país. Y los sindicatos construyeron la clase media”. Al tiempo que anunció: “La Agencia Tributaria tomará medidas contra los millonarios y multimillonarios que hacen trampas en sus impuestos”. “Es el momento de hacer crecer la economía de abajo a arriba y del centro hacia afuera”, también “es hora de que las empresas estadounidenses y el 1% más rico de los estadounidenses comiencen a pagar su parte justa”. Y al explicar el mayor plan de empleo desde la Segunda Guerra Mundial, Biden destacó que “casi el 90% de los trabajos de infraestructura creados en el Plan de Empleo no requieren un título universitario” y “el 75% no requiere ningún tipo de título”.
El célebre discurso de Roosevelt de julio de 1934 en el que anunció sus medidas contra la Gran Depresión significó la creación de la seguridad social que desde entonces cambió para siempre el rol del Estado en la economía norteamericana. Según el historiador Jonathan Alter, autor del libro sobre los 100 primeros días de Roosevelt, Biden “es el primer presidente que puede ser correctamente llamado el heredero de Franklin Delano Roosevelt”.
La Universidad de Minnesota publicó un trabajo sobre las coincidencias entre la mujer del padre del New Deal, Eleanor Roosevelt, y Eva Perón: “Ambas rompieron las normas de género y redefinieron el papel de la primera dama”. Sobre la inspiración que Perón tomó de Roosevelt y de su secretaria de Trabajo entre 1933 y 1945, Frances Perkins, se ha escrito más aún. Lo que permite en una arbitrariedad transitiva considerar a Biden, en alguna medida, también emparentado con la ideología peronista clásica. Biden, además de ser católico, fue quien llevó al papa Francisco al Congreso en 2015 siendo vicepresidente de Obama y presidente del Senado.
Finalmente, no sería Trump el primer presidente peronista de Estados Unidos como algunos, exagerando, especulaban, sino Biden.
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