En 1991, en su intento por volver al gobierno, Roberto Romero (f) perdió las elecciones por 17 puntos
SALTA.- Dicen que "quien olvida su historia está condenado a repetirla". Esto, al parecer, podría explicar la reciente y aplastante derrota del ex gobernador, Juan Carlos Romero, en las elecciones primarias, en la cual terminó 14 puntos debajo del gobernador, Juan Manuel Urtubey.
Según los escrutinios oficiales de las elecciones del 27 de octubre de 1991, Roberto Romero, padre de Juan Carlos Romero, logró el 36 % de los votos, mientras que el candidato del PRS (otrora Partido Renovador de Salta) obtuvo el 53.3 %, con lo cual consolidó su primera y única victoria fuerte contra el justicialismo salteño.
Lo llamativo entre aquellas elecciones de hace 14 años y las que se vivieron el 12 de abril pasado, es que los resultados de las encuestas y la sensación que se palpaba en las calles respecto a quien iba a ganar fueron idénticas.
Según el libro "Qué tenemos en la cabeza cuando votamos”, de Hugo Haime, quien desarrolló mitos y verdades de las campañas políticas, en 1991, las encuestas preelectorales en Salta marcaban desde un año antes una ventaja de más de 20 puntos a favor de la fórmula del PRS, formada por Ulloa y Ricardo Gómez Diez.
Pese a ese enorme porcentaje por encima de los candidatos del Partido Justicialista, en la provincia existía el mito de "la invencibilidad de Romero”, quien llegaba a las elecciones ayudado por otros dos sublemas, encabezados por el bodeguero, Arnaldo Etchart y Walter Luna.
Según los encuestadores, con la sumatoria de estos tres sublemas, el PJ alcanzaba una cifra del 35 % de los votos, mientras que el PRS obtenía un promedio que oscilaba entre los 52 y 57 %, lo cual era de por sí una diferencia abrumadora.
Este fenómeno, en el cual las encuestas daban ganador al PRS, pero todos creían que el ganador sería Romero, se volvió a repetir hace dos semanas, cuando sobre todo en la capital salteña existían una sensación generalizada que preanunciaba la supuesta victoria de Juan Carlos Romero.
Según Haime, lo que sucedió fue que esa sensación de un Romero ganador o el "mito de la invencibilidad de Romero” acompañado de algunas encuestas que señalaban un crecimiento del candidato del justicialismo, generó la idea de que efectivamente la figura de Roberto Romero seguiría creciendo y finalmente le ganaría, en ese entonces, a Ulloa.
Esta idea, errónea por cierto, llevó al Partido Justicialista a la peor derrota electoral desde que se restableció la democracia, sobre todo si se tiene en cuenta de que en 1983, el PJ, con Roberto Romero como candidato a gobernador, se impuso con el 46,3 % de los votos, mientras que la UCR, había obtenido el 43,2 y el PRS apenas logró el 7,7 %.
En 1987, en tanto, el PJ obtuvo una ventaja más amplia al ganar las elecciones a gobernador, con Hernán Cornejo, con el 51,7 % de los votos, seguido por la UCR, con 27,2 % y el PRS, con el 19.7 %. Para 1991, en tanto, el justicialismo, y sobre todo Roberto Romero, espera que el sufragio popular fuera sólo un trámite.
Esa confianza desmedida de Romero, basado solamente en las obras que había concretado cuando fue gobernador, entre 1983 y 1987, lo llevaron a sufrir su peor derrota electoral, aún a pesar de que las encuestas lo daban perdedor.
Un cable noticioso respecto a las elecciones a gobernador del 27 de octubre de 1991 reportaba lo siguiente: "Salta. El Bussi local, el ex gobernador militar Roberto Ulloa logró una aplastante victoria sobre el PJ que es histórica, ya que esta provincia siempre fue peronista. Ulloa se presentó dentro del Partido Renovador de Salta y obtenía el 65% de los votos contra el 29% del peronismo que llevaba tres sublemas. Ulloa reconoce públicamente que apoya el plan de Menem, por ese motivo durante la semana anterior el ministro del Interior, José Luis Manzano, declaró que esta también sería una victoria menemista. El principal derrotado es el ex gobernador, Roberto Romero, quien aunque se sabía perdidoso no imaginaba tamaña diferencia. También hubo la misma diferencia en diputados”.
Influencia del poder mediático
La excesiva confianza de Roberto Romero en revertir las encuestas y salir finalmente airoso, muy probablemente, tuvieron como base el poder mediático que el ex gobernador creía tener, principalmente, desde su diario, El Tribuno.
Ello, sin embargo, fue un fiasco, pues ni este medio ni las radios que formaban parte del multimedio romerista supieron ni pudieron diagramar una campaña mediática inteligente como para redireccionar hacia Roberto Romero la intención de votos de los salteños.
La principal arma de Roberto Romero fue la explotación de la supuesta imagen positiva que las obras realizadas en su primera gestión habían quedado en la retina de los salteños, sin embargo, eso no fue suficiente, pues los salteños, en 1991, como hace dos semanas, apostaron a un cambio y no volver al pasado.
Juan Carlos Romero, en tanto, no supo leer la historia y terminó condenado a repetirla, pues basó su campaña no sólo en las obras que llevó adelante en tres períodos como gobernador, sino que a ello le sumó una feroz campaña mediática de mentiras y acusaciones infundadas de supuestos hechos de corrupción de su rival, Juan Manuel Urtubey.
Es que a diferencia de su padre, Juan Carlos Romero llegó a un nuevo intento por recuperar el cargo de gobernador cargado de causas penales por delitos de corrupción, contratiempo que su padre no tuvo, o bien supo esconder muy bien.
Mucho más soberbio y de la mano de una campaña mediática catastrófica, en la cual su principal medio, nuevamente El Tribuno, sólo pudo esbozar una línea editorial obsecuente y basada en la mentira, Juan Carlos Romero no tuvo el "poder de fuego” que esperaba y terminó por sucumbir ante medios con mucho menor infraestructura, entre ellos los portales informativos y el diario chiquito, cuyo análisis merece un análisis aparte.
Otra dura derrota, 14 años después
El fenómeno que llevó a su padre a la peor derrota de su vida, en 1991, parece no haber sido tenido en cuenta recientemente por su hijo, quien se encamina a que la diferencia de votos respecto a su rival, en este caso, el gobernador, Juan Manuel Urtubey, sea mucho mayor de la sufrida por su progenitor.
Juan Carlos Romero obtuvo un 33 % de los votos, mientras que Urtubey, cosechó un 47 %, con lo cual le sacó al ex gobernador una ventaja histórica de más de 14 puntos, los cuales podrían ser más en las elecciones generales del 17 de mayo próximo.
A diferencia de su padre, quien aceptó la derrota con hombría sin hacer ninguna acusación de fraude o nada al respecto, Juan Carlos Romero, como niño mal criado, acusó fraude y todo tipo de supuestas irregularidades en busca de alguna explicación al duro traspié electoral.
Sin argumentos, Juan Carlos Romero basó sus acusaciones de fraude insólitamente en los resultados de las encuestas, las cuales no tienen ningún tipo de injerencia o fundamento para impugnar una elección, pues son datos subjetivos del electorado.
Romero conocía muy bien que las encuestas daban ganador a Urtubey, pero lejos de corregir la historia, decidió creer en ese mito de la "invencibilidad de Romero”, sin embargo, nuevamente los salteños lo castigaron de la misma manera que sus abuelos lo hicieron con su padre.
Vale entonces señalar que así como se dice que "quien olvida su historia está condenado a repetirla”, también es cierto aquello de que "lo que se hereda no se hurta”, pues padre e hijo, excedidos en su confianza o soberbia, terminaron bebiendo las amargas aguas de las derrotas.
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