Javier Milei, Toto Caputo y la guerra final contra la clase media

Javier Milei, Toto Caputo y la guerra final contra la clase media

El Topo y el ministro de Economía conminan a la sociedad a quemar ahorros para comer. ¿Dolarización en puerta o pelea palaciega? Señales confusas, medias verdades y un futuro inquietante.

 

Por Marcelo Falak

No se sabe si Javier Milei y Toto Caputo están cebados, jugados o perdieron la cabeza, pero sus últimos gestos son una declaración de guerra final a la sociedad argentina. La fase dos de su plan (secar la plaza de pesos) promete dilapidar reservas –un activo colectivo– en aras de la fuga y sugiere una dolarización acaso discutida en la interna, en la que los sectores pobres y la clase media perderían mucho.

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Resultó sorprendente la liviandad con la que el ministro de Economía respondió en Twitter, sobre el final de la semana, la pregunta de un usuario sobre el nuevo esquema monetario.

De sus dichos surge que la decisión de convertir la moneda local en un bien escaso obligaría a un proceso de desahorro de la clase media y de empobrecimiento de la mayor parte de la sociedad. Confesión de parte.

 

 

A no ser que los cerebros que gobiernan la Argentina sorprendan con alguna verdad desconocida, se supone que el dinero es fungible y si una persona debe quemar ahorros para costear obligaciones da lo mismo que eso sea para pagar impuestos o para comprar comida. Así, el problema de base es que sus ingresos no alcanzarían para sostener un nivel de vida determinado y las opciones que le quedarían serían el desahorro o asumir un descenso en la escala socioeconómica. El empobrecimiento planificado, evidentemente desde el primer momento como contracara del Caputazo, queda finalmente plasmado como discurso.

Toto Caputo aclara y oscurece

Se trata de un problema incómodo para la clase media que en buena medida votó el experimento anarcocapitalista y ultraderechista de Milei, pero también de una cuestión de vida o muerte para las personas pobres que no cuentan con dólares en el colchón.

Como no podía ser de otra manera, la definición de Caputo rebotó en los medios, en las redes sociales y en el debate público en general. Ante eso, salió a aclarar, cosa que, como se sabe, suele oscurecer.

Según argumentó, lo que quiso decir es que la gente no debería apostar al dólar porque, con el peso fortalecido que imagina en el futuro contexto de competencia de monedas, debería deshacerse de ellos más adelante a un valor menor.

Entre diferentes reacciones, Cristina Fernández de Kirchner puso el dedo en la llaga. Lo que era competencia de monedas para dolarizar ahora sería peso dominante, los impuestos pasarían de "robo" a obligación ineludible y el "excremento" se convertiría en oro. La confusión avanza en la corte del rey Midas.

De hecho, las señales oficiales son contradictorias. Por empezar, las del propio jefe del Palacio de Hacienda. Además, las de Caputo –al menos algunas de ellas– con las afirmaciones de Milei.

Hay que escuchar a Javier Milei

A pesar de la oscuridad ambiente que impuso, Javier Milei fue muy claro en un discurso pronunciado en marzo ante empresarios: la dolarización se hará con los ahorros del colchón.

A fines de marzo, el jefe de Estado dio el discurso de cierre del International Economic Forum of the Americas (IEFA Latam Forum), donde también expuso el director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Valdés, nuevo enemigo del Presidente por considerarlo un comunista "del Foro de San Pablo".

"Vamos a dejar un mínimo de pesos en circulación y el proceso de remonetización de la economía tendrá que darse sacando plata del colchón", avisó para no traicionar después.

Ese derrotero, explicó, llevaría a una dolarización endógena, decidida en sus plazos por la velocidad a la que los propios agentes económicos decidieran volcar sus dólares al mercado. ¿Se podría hacer más rápidamente?, se preguntó. Sí, pero las transacciones electrónicas demostrarían que buena parte de esa plata es evadida, mal trago que el presidente que lucha contra el déficit fiscal prometió ahorrarles a los evasores y fugadores que considera "héroes". Insólito y judiciable.

En aquel discurso de marzo, el mandatario explicó que, entre diversas reformas, una vez que "hayamos frenado la emisión por redescuentos, la emisión por pasivos remunerados, la emisión para financiar el fisco, directamente tenemos tipo de cambio libre, con la cantidad de dinero fija, y si es necesario que ingrese más dinero del sistema, lo van a ingresar los propios agentes. Por ejemplo, van, abren el colchón y empiezan a hacer transacciones, con lo cual la monetización de la economía la van a ir dando los propios individuos con las monedas que quieran transar".

Javier Milei y la dolarización: ¿interna palaciega?

Hay que analizar esa frase. La emisión de dinero para financiar al Tesoro y para atender los pasivos remunerados del Banco Central ya son cosa del pasado –al menos, eso se supone– y la fase dos del Caputazo viene a cerrar la tercera canilla del proceso: la de los pesos que se entregan a los exportadores en el marco del cepo. ¿Qué faltaría, entonces, para dolarizar con los ahorros de la clase media? Inflación convergiendo cerca del cero y, finalmente, mercado cambiario libre. A ambas cosas apunta la reducción de la brecha que se pretende inducir mediante la intervención con los escasos dólares de las reservas en el mercado del contado con liquidación (CCL).

Cuando habló en el IEFA Latam Forum, prácticamente no había brecha entre el CCL y el dólar oficial más el impuesto PAIS. Entonces, claro, faltaba cerrar las canillas de la emisión y bajar más el IPC, lo que se lograría ahora planchando a la fuerza el billete verde. ¿Pretende entonces regresar a aquel escenario para levantar el cepo e iniciar el proceso dolarizador?

De lo dicho surge que Caputo no dice toda la verdad o desafía los deseos de su jefe cuando, al aclarar sus dichos iniciales, habla de un superpeso dominante en un esquema de competencia de monedas, en línea con la idea fondomonetarista de la misma. ¿Prefiere no hablar de una dolarización que se viene o es que una interna feroz –en la que el FMI juega fuerte– respecto de la adopción de ese esquema se ha instalado en el centro del poder?

¿Argentina será Venezuela?

Como dijo desPertar, el newsletter de Letra P, ni bien se conoció el nuevo esquema monetario, con el cierre de "la tercera canilla de la emisión" el Presidente piensa en una moneda local tan escasa que obligue a quienes tengan dólares ahorrados a usarlos para asegurar el giro de sus empresas, pagar salarios, cumplir con los impuestos o, sencillamente, ir al supermercado. Sería la "dolarización endógena", el atajo doloroso y jamás explorado voluntariamente por ningún país, que llevaría a su obsesión de larga data. Al final, Argentina sería Venezuela, pero por decisión de un gobierno de derecha, cosa que le reprochan quienes hasta hace no demasiado eran sus compañeros de ruta y hoy lo consideran un desviado.

Si hubiera que quemar dólares para pagar impuestos o para comer, ¿cuál sería la base del ahorro, base del crédito y la inversión? ¿Para cuándo quedaría el objetivo de la reactivación y el crecimiento sostenible? ¿O es que por ahora ni se piensa en eso? Acaso por ello el vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, les prometió días atrás a inversores de Wall Street un modelo con "salarios bajos en dólares y alta rentabilidad" empresarial. De nuevo: no se puede acusar al Gobierno de oscuridad en sus intenciones más profundas.

El sinuoso camino a la dolarización

La búsqueda de un camino alternativo a la dolarización fue una imposición de la realidad sobre el dogma de Milei. Así fue entre idas y vueltas, de entrada tras la eyección prematura de Emilio Ocampo, cuyo plan era impracticable por falta de divisas. Milei falta a la verdad cuando descalifica a economistas de todas las tendencias que en la campaña electoral le hablaban de esa imposibilidad o, en su defecto, del riesgo palpable de que desatara una hiperinflación. Era la cuestión de los fideos y el tuco, en pocas palabras. Él se ufana de haber evitado una híper, pero calla que para eso, que tampoco estaba por ocurrir, debió modificar tajantemente gran parte de lo que había prometido.

Con la carreta andando, el fracaso del plan del "mejor ministro de Economía de la historia" para surtir de divisas suficientes al Banco Central volvió a posponer el plan dolarizador.

Hay que tomar en serio a la gente cuando expresa e insiste en sus argumentos. El Presidente imagina que las divisas no vendrían sólo de los colchones de los argentinos que hasta ahora duermen más o menos bien. También llegarían de un blanqueo impositivo más benigno para con quienes evadieron –al fin y al cabo, "héroes"– y casi una burla para quienes cumplieron con sus obligaciones. Y, por último, en base al abusivo RIGI.

La apuesta al regreso de Donald Trump

La pulseada con el FMI, que quiere imponerle que renuncie al capricho de dolarizar, podría explicar los discursos divergentes sobre el superpeso o el peso excremento. Jugado a lo segundo –¿con cuánta compañía?–, el Presidente hace una apuesta más, realmente grande y de política internacional: que Donald Trump gane las elecciones de noviembre y, siguiendo el libreto de 2018, fuerce al organismo a enterrar más dólares frescos en su mayor deudor.

Tras sobrevivir a un atentado, Donald Trump formalizó su candidatura presidencial en la Convención Republicana.

Con el resultado del blanqueo y del primer tramo del RIGI por verse, cabe preguntarse sobre la determinación del magnate "inmortal". Con Joe Biden out, el Partido Demócrata en crisis y pocas chances de reflotar una campaña extremadamente adversa, el republicano es gran favorito. Sin embargo, en el Fondo sobran los países enemistados con la Argentina por su desastrosa política exterior, desde China, Brasil y México hasta España, Alemania y Francia, entre otros. ¿Querría Trump sumar a las peleas que anuncia con medio mundo una a favor de la empequeñecida Argentina?

Además, en lo que constituye una obviedad que la Casa Rosada no termina de entender, la asunción del nuevo presidente de Estados Unidos es en enero y el inicio de cualquier diálogo forzado con el FMI llevaría a una conclusión, con suerte, para el final del primer trimestre de 2025.

Es inimaginable todo lo que podría acontecer hasta entonces.

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