El caso Espert desnuda una aparente contradicción entre los hermanos. ¿Por qué El Jefe amonesta y el Presidente respalda? Ocho casos que explican el mecanismo.
Por Pablo Lapuente
Los movimientos en apariencia contradictorios entre Javier Milei y Karina Milei de las últimas semanas sólo pueden entenderse como dos piezas dentro de un mismo mecanismo de la Casa Rosada: mientras el Presidente ocupa buena parte de su tiempo a su obsesión por la economía, delega toda la construcción política - un rol que siempre detestó - en su hermana, que empodera y amonesta dirigentes de todos los niveles con completa autonomía, incluso a algunos del agrado del Presidente.
Esta frontera entre el manejo de la gestión económica y el armado político de La Libertad Avanza quedó otra vez expuesta de manera explícita este miércoles, cuando el karinismo amonestó al diputado por tener una agenda propia en los medios de comunicación sin la validación de El Jefe y, tan sólo unas horas después, el propio Milei lo invitó a la Quinta de Olivos para charlar sobre los desafíos económicos de cara a lo que queda del 2025. Un gesto de distensión.
Lo que parece una contradicción, al menos si se analiza con los lentes de la política tradicional, lo que el mileísmo insiste en llamar "la casta", es en realidad un mecanismo planificado y armonioso para manejar las distintas variables del poder libertario. Tan aceitado está el engranaje que el caso Espert se replicó varias veces desde el 10 de diciembre del 2023, de acuerdo a distintas fuentes de diálogo cotidiano con los hermanos Milei.
De hecho, padecieron ese doble juego -la frialdad de una, la confianza del otro- figuras de gran peso político como el líder del PRO, Mauricio Macri, pero también diputados dispuestos a pegar el salto a las fuerzas del cielo como Diego Santilli o, incluso, intendentes y funcionarios como Guillermo Montenegro o Néstor Grindetti. "Una cosa son las decisiones del gobierno y otras las decisiones de la política", explicó a Letra P una persona que interpreta bien los movimientos del jefe de Estado y de la secretaria General que, a veces, parecen contradecirse.
Los cuatro casos que explican el poder dividido entre Javier Milei y Karina Milei
Quizá el suceso más paradigmático de este juego de roles se haya dado a mediados de agosto del año pasado. En uno de los picos de mayor tensión política entre LLA y el PRO, el jefe de Estado invitó a Macri a cenar a Olivos con el prólogo del reciente rechazo en el Congreso del DNU que otorgaba fondos extras para la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y otros traspiés legislativos del oficialismo.
El encuentro se dio en excelentes términos. Con milanesas y ensalada de por medio Milei y el expresidente repasaron no sólo estos temas parlamentarios que preocupaban al Ejecutivo, sino también otras agendas económicas y de gestión. Sin embargo, aquella noche no hubo ningún tipo de acuerdo electoral o político, tal como esperaba el líder del PRO, que por entonces presionaba para que su voz se tenga en cuenta dentro del gabinete libertario y se aceptaran los nombres que tenía para ocupar lugares en áreas claves como Transporte, Energía, PAMI y ANSES.
Es que, si bien el jefe de Estado ponderaba algunas opiniones de Macri, le pidió de manera explícita que desarrollara todas las sugerencias y pedidos con Santiago Caputo, que en muchas oportunidades traduce los deseos de Karina. En este caso, por pedido de la todopoderosa funcionaria, el asesor bloqueó el avance de Macri y a todos aquellos dirigentes que pensaban mudarse a Balcarce 50 recomendados por el exmandatario.
Karina Milei y Santiago Caputo, estrategas del gobierno de Javier Milei.
En el ecosistema libertario hay quienes aseguran que estos papeles complementarios de los hermanos - el policía bueno, el policía malo- impidieron, de alguna forma, el pase de otros dirigentes amarillos a las fuerzas del cielo. Tanto Santilli, como Grindetti y Montenegro dieron ciertas señales que estaban dispuestos a pegar el salto, sólo si se cumplían una serie de condiciones políticas, sobre todo la de garantizarle cierto manejo de las estrategias electorales en sus territorios.
En Balcarce 50, incluso, se rumoreaban lugares predefinidos: el diputado podría desembarcar dentro de la estructura de la Jefatura de Gabinete, el exintendente de Lanús en una embajada o al frente del Banco de Desarrollo Crédito Público (BICE) y el marplatense en el Ministerio de Justicia, aunque con anterioridad se evaluó que también sea en las áreas de inteligencia. Todos estos movimientos con respaldo de Milei y Caputo, aunque no con la aprobación de El Jefe para trasladar estos saltos de macristas al ámbito partidario.
"Ellos podrían ocupar un lugar en el gabinete y estaría perfecto, pero el armado de los territorios y la estrategia electoral es otra cosa. Eso no va a suceder hasta que no lo apruebe Karina", comentó una fuente relevante que trabaja junto a la presidenta de La Libertad Avanza (LLA).
Los otro tres casos internos que siguen la misma lógica presidencial
A estos cuatro casos del PRO, se suma un trío ejemplificador generado por disputas al interior de LLA. La salida del secretario de Prensa, Eduardo Serenellini, respaldado durante largos meses por Milei, mientras su hermana menor lo despreciaba de múltiples maneras quedó reflejado hasta en documentos oficiales. Fue en abril del año pasado, cuando por una reforma de la Ley de Ministerios le bajaron el rango y jerarquía, lo cual repercutía en su salario y en el manejo de sus funciones. El Presidente intercedió en aquel momento a favor del entonces secretario y, con otro decreto firmado diez días después, le restituyó la categoría que le había quitado El Jefe.
Como sea, al final del camino, Karina terminó de imponerse y desplazó al funcionario que tenía a cargo parte de la comunicación oficial del gobierno. Un hecho casi calgado sufrió el legislador Ramiro Marra, que salió eyectado de las filas de LLA en un tuit publicado por el partido la semana pasada. Antes de eso, como le sucedió a Serenellini, deambuló entre la intransigencia dentro de la administración libertaria y la expulsión de todas las mesas políticas, pese a que Milei le buscó refugió un tiempo dentro de su consejo de asesores económicos, que en la práctica nunca tuvo funciones ni reuniones periodicas.
Mucho antes de estos dos hechos, en abril, la designación de la por entonces diputada oficialista Marcela Pagano al frente de la comisión de Juicio Político de la cámara baja desató una crisis indisimulable en LLA. Impulsada por quien hasta ese momento era el jefe de bancada libertaria, Oscar Zago, fue vetada de ese cargo legislativo por el titular del cuerpo, Martín Menem, que intervino por pedido explícito de la secretaria general.
Pagano y Zago aseguraban que habían actuado con el aval del Presidente, que les había respondido un mensaje de Whatsapp con un pulgar en alto. Sin embargo, ellos tampoco tuvieron en cuenta el ok final de la funcionaria de la Casa Rosada, que es la que está en los detalles de cada uno de los temas políticos y de rosca, no sólo del Ejecutivo, sino también del Legislativo. "Javier no está en esos temas, no le interesan, sólo intercede cuando se entera que algo está mal por las redes sociales", sostuvo un histórico de LLA.
Con estos respaldos y amonestaciones casi en simultáneo los hermanos Milei le dan forma a una modalidad novedosa de ejercer el poder, en la que las decisiones de uno y otro se complementan, y muchas otras veces les sirve para habilitar el diálogo en uno de sus vértices y cerrarlo en otro, y viceversa. Un juego en el que también se anota Santiago Caputo.
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