El Gobierno festeja indicadores que le cierran en positivo. La oposición no logra decodificar la simbología y la forma de interpelar del Presidente. A un año del balotaje, gana voltaje la batalla cultural. Todorov y las enseñanzas de la conquista de América.
Por Ariel Basile
Javier Milei cerró “la mejor semana en el Gobierno”, a juzgar por los comentarios de sus colaborades más cercanos. Inflación del 2,7%, riesgo país en menos de 800 puntos, el dólar blue y los financieros ya cerca de tocar los valores del oficial, superávit, bonos en alza y todo el rap libertario repetido en estos días.
Este Milei “bullish” se ensancha en días dominados por una agenda que le permitirá cultivar su ego de líder global: consiguió la foto con Donald Trump, participará del G20 en Río de Janeiro, recibirá en un breve lapso al francés Emmanuel Macron y a la italiana Giorgia Meloni.
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Todo marcha en calma, quizás como nunca antes en la gestión de La Libertad Avanza (LLA), y sobre ese respaldo Milei acelera ya no solo reformas, desregulaciones y motosierra en el Estado.
El Presidente busca ahondar su denominada “batalla cultural”, con jugadas por momentos provocadoras y de institucionalismo dudoso. Y, de paso, sostener el loop en el Congreso: con 38 diputados y 7 senadores resistir a todos los embates opositores, gobernar con vetos y decretos en la manga, sentar a gobernadores en la mesa y disciplinar a los aliados.
Milei con Trump en Florida, tras el triunfo electoral del republicano.
Los favores del PRO y de sectores de la UCR le permitieron patear para adelante la sesión que buscaba limitar los DNUs. La iniciativa plantea que sea suficiente el rechazo de una sola cámara para frenar los decretos. En el Gobierno lo catalogan como “una maldad”, y de hecho el proyecto expone el oportunismo político de todos los sectores.
aEl PJ, que redactó en el esplendor del kirchnerismo el requisito necesario del rechazo de las dos cámaras del Congreso para voltear un decreto, ahora impulsa que baste con una sola. El PRO, a la inversa: hasta hace poco, con gesto adusto, alzaba la bandera de la división de poderes para encorsetar los DNUs, pero ahora silba bajito y contradice su archivo de propuestas con argumentos sobre la gobernabilidad. Todo al revés.
Como fuera, el gesto del PRO, que había anticipado que no daría quórum y que jamás “votará con el kirchnerismo”, tiene otro alcance que no se limita a un proyecto. Es la garantía del tercio, del club del veto, que está destinado, por un lado, a hacer trizas cualquier ley presentada por la oposición y, por otro, a alejar fantasmas de un potencial juicio político que requiere de mayorías calificadas en Diputados.
Inclusive quienes acompañan a Milei en esas jugadas quedan licuados por necesidad, mientras que el peronismo y los opositores más férreos se mantienen paralizados. Como ya se analizó en estas líneas, no logran poner las reglas de juego. Se vio en el conflicto gremial aeronáutico y en el de las universidades, en los cuales Milei torció el eje de la discusión.
También en las quejas del PJ sobre una supuesta persecución al Cristina, en la de los gobernadores sobre la urgencia por financiar obras o incluso en los tibios matices que marca Mauricio Macri sobre la gestión de LLA o el posicionamiento de Argentina en la ONU, por las votaciones insólitas del Gobierno a contramano de todo el mundo en cuanto foro multilateral exista.
Todo resbala, es efímero, no impacta, no genera consensos ni horada la conciencia de los votantes de Milei, quienes apenas si se conmueven por apremios del bolsillo que quizás antes no registraban, al menos en esta magnitud.
El dominio de la comunicación de Javier Milei
"La victoria en la guerra no depende de los soldados, sino de las fuerzas del cielo", suele citar el Presidente. Apela al libro de los Macabeos, excluido de la biblia acusado de ser apócrifo. La diferencia numérica entre los soldados victoriosos y derrotados fue abordada antes de Milei por un teórico nacido en Bulgaria, pero nacionalizado francés, Tzvetan Todorov.
En uno de sus trabajos más reconocidos, “La conquista de América: el problema del otro”, se hace la siguiente pregunta sobre la facilidad de los españoles para arrasar con los aborígenes: “¿Por qué esa victoria es tan fulgurante, cuando la superioridad numérica de los habitantes de América es tan grande, y cuando están luchando en su propio terreno?”.
El análisis es extenso, y enumera varios puntos. Uno de ellos, no obstante, puede servir de analogía para la política criolla. Los aborígenes nunca entendieron a los españoles, no compartían cosmovisiones, signos y analizaban la información con otras herramientas. Como le ocurre, por caso, a parte de la oposición, que intenta pelear por falencias de la administración libertaria y de pronto termina defendiéndose por un contraataque de Milei. Volviendo a la pregunta de Todorov: Milei pone los términos y condiciones en un terreno que no le es propio, donde los partidos dejaron de articular identidades que son interpeladas de otras formas.
Según Todorov, en base a las crónicas indígenas, “todo ocurrió porque los mayas y los aztecas perdieron el dominio de la comunicación”. Los dioses ya no les hablan. Los indios y los españoles practican la comunicación de diferente manera. “Todo acontecimiento que salga de lo común, del orden establecido, por poco que sea, será interpretado como anuncio de otro acontecimiento, generalmente infausto, que habrá de ocurrir”, señala el lingüista francés, quien advierte que la historia azteca está repleta, así, de profecías cumplidas.
“El mundo se plantea como algo sobredeterminado. Vemos a los futuros sacrificados aceptar su suerte, si no con alegría, en todo caso sin desesperación, su sangre contribuirá a mantener viva a la sociedad”. Entonces, la pregunta para los finalmente conquistados no era “qué hacer”, sino “cómo saber”.
Para los aztecas la comunicación es hombre-mundo, mientras que para los españoles es hombre-hombre. Aun cuando la información sobre los planes de los españoles llegara a Moctezuma a través de amplia red de espías, la interpretaba de otra forma. Sabía cómo informarse sobre otras tribus, pero no sobre los españoles. “La identidad de los españoles es tan diferente, su comportamiento hasta tal punto es imprevisible, que se sacude todo el sistema de comunicación, y los aztecas ya no tienen éxito ni siquiera en lo que antes eran excelentes: la recolección de información.”
Un funcionario importante del Gobierno analizaba en diálogo con Ámbito el conflicto de los gremios aeronáuticos, finalmente resuelto también esta semana, con quita de privilegios en los convenios a cambio de una mejora salarial. Temporada de verano sin paros y camino asfaltado a la privatización, con una ley que deberá tratarse en 2025, ya que los cortos tiempos parlamentarios 2024 están dominados por el Presupuesto, los DNUs y el proyecto de Ficha Limpia, otro favor del PRO a Milei que calza con la obstrucción a Cristina.
“El presidente, equivocado o no, da una muestra clara de decisión. Eso que tiene de que lo pintan como un loco, o incluso si estuviera loco, en este caso le juega a favor: los sindicalistas advierten que la presión no va en favor de los gremios. Más bien termina siendo funcional al Gobierno”, mencionaba el funcionario. “Entonces, todos estos acuerdos que se van generando tienen el trasfondo este: la gente está podrida y no pueden tirar demasiado de la cuerda. Milei no tiene Plan B”, agregaba, sobre la decisión de liquidar la empresa si no se llegaba a un acuerdo.
Milei, en su rol de político no tradicional, sigue siendo indescifrable. Ya Todorov mencionaba el efecto paralizador por “la imagen deformada que habrán de tener los indios de los españoles”.
Reacomodarse, a un año del balotaje
Por supuesto, Milei avanza sobre las falencias de los partidos de la oposición, que a un año del balotaje (el aniversario se cumplirá este martes) no lograron acomodarse ni terminar de entender cómo un outsider sin partido les ganó y los partió.
Las internas del radicalismo, del PJ y del PRO siguen latentes. No se terminan de cerrar. Ya lo mencionaba Todorov sobre las condiciones favorables que tuvo Hernán Cortés para conquistar el imperio azteca. No solo fue encuentros entre mundos distintos y choques de comunicación. “Durante todo el trascurso de la campaña sabe sacar provecho de las luchas intestinas entre facciones rivales y, durante la fase final, tiene a sus órdenes a un ejército de tlaxcaltecas y de otros indios aliados, numéricamente comparables a los mexicanos”, dice. Grafica: diez jinetes españoles y diez mil combatientes indios.
La experiencia anterior también pesa. Los aztecas tenían mala fama, como los gobiernos recientes anteriores en estas pampas. “Los conquistadores no hacen más que seguir los pasos de los aztecas. Cortés les parecerá un mal menor, un liberador, guardadas las proporciones, que permite romper el yugo de una tiranía especialmente odiosa, por muy cercana”.
Entiende el peronismo que debe barajar y dar de nuevo. Aunque sea con los mismos actores. La reaparición hoy de Cristina apunta en esa dirección, ya como jefa del partido. Será en Santiago del Estero, provincia donde gobierna un aliado, Gerardo Zamora, que no es estrictamente peronista y pone la gobernación en juego en 2025, sin reelección y con LLA presentando candidatos propios. Zamora tiene raíces radicales, es opositor, parte de Unión por la Patria, armó un provincialismo, no tuvo reparos en firmar el Pacto de Mayo, como una señal de diálogo. Está claro que tampoco los gobernadores peronistas rogaron en las puertas del Instituto Patria por ser anfitriones, pero la elección de esos pagos es una gestualidad no menor. Como también lo fue la reunión del miércoles, apenas conocido el fallo de Casación, en el gremio de mecánicos SMATA, que conduce Ricardo Pignanelli, ahora vice del PJ en la lista Primero la Patria. Se trata de un sindicato que hace concesiones al sector privado, a las automotrices, para generar inversiones. El peronismo bajo tutela de Cristina querrá despejar el mote de comunista que les endilgó Milei y del que les cuesta despojarse. Recordar los acuerdos con Chevron en Vaca Muerta, por caso.
En ese sentido, tendrá el PJ que entrar en la batalla cultural. Pelear por la hegemonía y por los conceptos, antes de que sea tarde. Máxime en tiempos de remoción de bustos y de iconografía del primer peronismo. “Lo mismo ocurre en el campo religioso: en los hechos, la conquista religiosa consiste a menudo en quitar ciertas imágenes de un sitio sagrado y poner otras en su lugar”, mencionaba Todorov, sobre las formas en que, con inferioridad numérica, los españoles se quedaron con un imperio.
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