Por mensaje de texto, el Presidente le comunicó al jefe de Gobierno porteño la poda del 10% del presupuesto de la Ciudad. La medida fue impulsada por Cristina Kirchner.
Horacio Rodríguez Larreta fue directo y contundente: “¡Esto es una traición!”. En el teléfono lo escuchaba Wado de Pedro. El ministro acababa de anticiparle el recorte y, desde Olivos, declarar una virtual guerra.
Ocurrió cuando le transmitió la decisión de cortarle la Coparticipación. Eran las 19.25 de la tarde y el llamado lo sorprendió a Larreta en la vereda de su oficina en Parque Patricios. La inusual reacción del jefe de Gobierno provocó ruido en la Quinta del Presidente. Wado se lo comentó a Alberto.
El Presidente quiso aflojar la tensión y le envió un insólito WhattsApp: “Quedate tranquilo. Esto lo vamos a resolver”. Así, por mensaje de texto, el Presidente le confirmó a Larreta la poda de 45.000 millones de pesos, el 10% del presupuesto de CABA.
El kirchnerismo utilizó otra vez una vieja fórmula: meter mano a una nueva caja. Ya lo hizo Cristina con las reservas del BCRA y el dinero de las AFJP. Eran las 19.29 de la tarde, cuatro minutos antes de comenzar el mensaje presidencial. Pero el chat del Presidente calentó aún más las cosas. Larreta lo calificó como una chicana y contragolpeó: decidió cortar el diálogo y recurrir a la Corte Suprema.
Alberto instrumentó una propuesta –y viejo deseo- de Cristina: dinamitar la alianza que tenía Larreta con la Casa Rosada. La vicepresidenta utilizó la rebeldía policial para cumplir con una de sus obsesiones: perjudicar a Larreta, el líder de la oposición que mejor marca en las encuestas. Cristina impulsó –a comienzos de semana- el recorte en un diálogo privado con Axel Kicillof. Fue cuando el gobernador estaba en shock y no sabía cómo enfrentar la crisis.
Horacio Rodríguez Larreta dejó de lado su tono moderado en la réplica a Alberto Fernández. Se mostró rodeado por ministros y aliados clave como Martín Lousteau. Foto Germán García Adrasti
Kicillof -en las primeras horas del martes– tuvo una repudiable y dramática madrugada. Los rebeldes rodearon desafiantes su residencia y la seguridad del gobernador temió lo peor: tuvieron que restablecer las vallas que Kicillof había ordenado sacar, para diferenciarse de María Eugenia Vidal.
Cristina cumplió así otra venganza. La vicepresidenta presiona – desde hace un bimestre - a Alberto para que avance en viejas represalias y cuentas pendientes de su último mandato. En la lista se encuentran opositores, jueces, periodistas y empresarios y hasta gobernadores peronistas. La moviliza el rencor.
En las últimas semanas, Cristina vetó –por ejemplo- un encuentro que Martín Guzmán pactó con los principales hombres de negocios de la Argentina. La cita era para generar confianza y capitalizar el acuerdo de la deuda. Pero no lo pudo hacer. La vicepresidenta cuestionó la reunión y todo quedó postergado y sin fecha.
La información circula al máximo nivel de los hombres de negocios y es la cuestión política central que preocupa a la Unión Industrial, las asociaciones de bancos y la Bolsa de Comercio. Entre los “Ceo” existe un claro temor: la decisión de Alberto de acercarse a Cristina y olvidar sus promesas contra la grieta y la búsqueda de consensos.
En el mundo de los negocios admiten una situación gravísima: Argentina atraviesa una “tormenta perfecta” en la economía, la salud y la inseguridad. Los hombres de negocios insisten en que para enfrentar ese tsunami son necesarios acuerdos y no enfrentamientos políticos. Por eso genera inquietud el giro del Presidente. Alberto parece aceptar que la vicepresidenta lo lleve a posiciones extremas.
Este jueves a la noche, el diálogo entre la Casa Rosada y la oposición estaba totalmente roto. Para la UIA, AEA y los banqueros, la crisis también generó un desgaste muy fuerte a la Casa Rosada y el bastión bonaerense.
Hubo una “caza de brujas” y el desconcierto provocó peleas cruzadas en el oficialismo. Los intendentes objetan el gobierno de Kicillof. Olivos, la gestión de Sergio Berni, y La Cámpora, la política de seguridad. El conflicto de la Bonaerense dejo expuestos múltiples problemas de gobernabilidad. El primero de ellos: una pérdida de autoridad y credibilidad en la Casa Rosada y en Kicillof. También se visualizó la ausencia de “ejecutividad” en los funcionarios.
El saludo de Axel Kicillof y Sergio Berni en el anuncio de la mejora salarial para la Bonaerense. No salieron bien parados del conflicto con los policías.
En esta “crisis” no apareció nunca Sabina Frederic y Sergio Berni se escondió. El propio Alberto, los intendentes y hasta La Cámpora creen que el tiempo de Berni como ministro de Seguridad terminó. Ya circulan cuatro candidatos para relevarlo: Alberto Descalzo, Jorge Ferraresi, Cecilia Rodriguez y Martín Arias Duval.
El polémico funcionario se resiste y declara bravuconadas: “Renunciar es para cagones”. Pero lo que nadie aclara es la realidad: el conflicto solo se solucionó después de que Kicillof concedió todos los reclamos exigidos por los rebeldes. Fue un traspié durísimo y –también– peligroso.
En otras palabras: quedó expuesta una debilidad y problemas futuros. Esta es la cuestión central que inquieta al “círculo rojo”.
Guzmán propicia una receta para frenar la compra de dólares: intentar generar certidumbre. Pero para los banqueros la resolución de la crisis provoca lo contrario: gran incertidumbre política y económica. Las dudas generan un impacto: aumenta la demanda de billetes y ruido en el dólar.
Un informe secreto del BCRA confirmó este jueves un dato caliente: el drenaje de reservas continúa y –en sólo 10 días de septiembre– se perdieron unos 800 millones.
Clarín confirmó que el BCRA instruyó a los gobernadores a no hacer pagos de vencimientos de la deuda de las provincias. Cerró ese grifo. Miguel Pesce transmitió que los dólares no se iban a girar, porque la prioridad ahora era no erosionar las escuálidas reservas de BCRA.
El Palacio de Hacienda hizo una recomendación: no abonar los pagos inmediatos e incluir esas deudas en la renegociación de las obligaciones externas provinciales. Ambos pedidos son coincidentes y confirman una cuestión: la delicada situación de las reservas del BCRA. La cuestión abrió un debate interno en el Gabinete. Afirman que la influyente Cecilia Todesca evaluó la posibilidad técnica de desdoblar el mercado cambiario.
La cuestión inquieta a las principales firmas argentinas: podría encarecer en pesos, y mucho, todas las obligaciones financieras internacionales. Por eso, Guzmán es categórico. Transmite un mensaje preciso al sistema financiero: dice que no se va a desdoblar el mercado cambiario y que todo seguirá como ahora. El ministro confía en que el proyecto de Presupuesto vaya a generar calma en los mercados.
Un “memo” que circula en la Jefatura de Gabinete afirma que el Presupuesto proyecta una inflación del 29 % y un ajuste cambiario idéntico: los precios y el tipo de cambio nominal crecerán a la misma tasa el año próximo.
El “paper” sostiene que se busca el equilibrio fiscal y que habrá un gasto expansivo de la economía. Para los expertos, la propuesta será ciclópea. Guzmán propicia eliminar el gasto social –IFE y ATP– que originó la pandemia. Se trata de un año electoral. ¿Tendrá el ministro la fortaleza para imponer su posición?
Se conoce que la Casa Rosada no tiene fuerza en Washington. El proyecto de bloquear la elección del candidato de Donald Trump al BID se deshilachó, después de que México abandonó la postulación de Argentina. Va a dar quórum a la votación. Felipe Solá, el canciller, cometió un sincericidio: esta semana, y en la intimidad, dio por perdida la batalla en el BID.
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