En su entorno comentan que el ex Presidente se sintió Perón en Puerta de Hierro: todos viajaron al sur buscando su bendición. Cree que tiene los votos para volver. Qué harán Larreta, Bullrich y Vidal.
JUAN LUIS GONZÁLEZ
Mauricio Macri es un depredador político. Siempre lo fue, aunque en un tiempo algunos se dejaron confundir por la lluvia de globos y las canciones de Gilda. Pero el poder es algo que tiene metido en las venas, un instinto que lo va a acompañar hasta su último día en este mundo. Por eso es que no necesita ver las encuestas que su equipo le acerca semana a semana, que lo muestran en un ascenso constante de su imagen del 2021 a esta parte, ni le hace falta abrir el celular para revisar los mensajes del círculo rojo que le promete apoyo, sino que en su caso es todo mucho más elemental: lo siente en la piel. Y ese instinto le dice, sin ningún lugar para la duda, que si él quiere, que si tan sólo dice que sí, para fines de este año será el sucesor de Alberto Fernández. Está convencido de que si acepta convertirse en candidato en este 2023 va a empezar con su segundo tiempo, con él de Presidente. Es lo que el olfato le indica, y Macri, que ante todo es un animal político, confía en ese sentido más que en nada o en nadie.
Esa certeza es una moneda de dos caras. El lado B de la confianza por las nubes que se tiene el ex presidente es una pregunta que se repite en cada campamento de la oposición y que tiene en vilo a Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. ¿Qué va a hacer Macri? Juntos por el Cambio no sólo está a la espera de esa respuesta: es rehén de ella. La pelota, después de tres años en los que la mitad más uno del espacio lo quiso jubilar, está bajo la suela del calabrés. Y en Italia esos platos suelen servirse fríos.
¿Luche y vuelve? “¿Cuánto sacamos en el 2019?”, pregunta en voz alta Macri. Está en su quinta en Los Abrojos, es el final del año pasado y sus números ya vienen en alza: sus colaboradores le acercan encuestas donde a la consulta “¿nunca lo votaría?”, los consultados por primera vez se apiadan de él. La respuesta a esa pregunta lo muestra, por primera vez desde que dejó el poder -y con él a un país con una grave crisis económica y un brutal endeudamiento-, abajo del 50 por ciento, es decir con los votos necesarios para ganar un eventual ballottage. El fundador del PRO, jugando además de local en su casa, se da el gusto ahora de ponerse en modo profesor, ante una audencia de una decena de políticos de su espacio que van a ir por cargos municipales en el 2023 y fueron a buscar su bendición. Por eso es el propio Macri quien despeja la duda. “Sacamos 41 por ciento”, dice después de una pausa teatral, que viene con remate. “¿Y de quién se piensan que es ese 41?”. Esta vez no hace falta que se responda: todos saben de quién está hablando.
La cabeza del ex mandatario está envuelta ahora en un torbellino de sentimientos, que la procesión veraniega a su casa en Cumelén no hizo más que confirmar. “Parecía Perón en Puerta de Hierro”, dicen en su equipo. Es que no sólo siente que los números, los de las encuestas y los de la inflación que no para de subir, están reivindicando su figura -y por lo tanto la de su gobierno-, sino que es el propio espíritu de los tiempos el que finalmente le está dando la razón. Lo sintetiza un meme que en estos días de calor corrió por los celulares del equipo macrista. “¿Te acordás cuando el gato te decía de poner el aire acondicionado en 24 y te quejabas por la tarifa de luz? Bueno, ahora probá de poner el ventilador (si es que tenés luz)”. Macri, en su fuero más íntimo, piensa algo que no se animaría a decir en público: que él siempre tuvo razón sobre temas tan trascendentales como el ajuste del gasto público, pero que la sociedad que le tocó gobernar todavía no estaba preparada para eso. Pero que ahora, debacle del Frente de Todos y surgimiento de Javier Milei de por medio, ya están listos.
Esta nueva realidad se traduce, además, en un sinfín de especulaciones o operaciones sobre su futuro. Que piensa ser candidato en Boca para fin de año -algo que sería incompatible con su cargo como presidente ejecutivo de la FIFA según el estatuto de la asociación del fútbol, pero que fue una idea que hicieron correr los propios macristas xeneizes que no encuentran aún un candidato fuerte para las elecciones en el club-, que directamente apunta a suceder al suizo Gianni Infantino al frente de la FIFA -a pesar de que todavía le quedan varios años en el cargo-, o que al finalizar su último viaje por el exterior hará un “gran anuncio” sobre su futuro electoral que jamás estuvo en sus planes y que estirará todo lo posible para seguir teniendo la pelota bajo su pie. No son sólo rumores: son señales de que ladran, Sancho.
Balanza. Macri tiene ya una primera definición. Es, precisamente, no dar ninguna pista sobre su futuro hasta último momento. En su equipo imaginan que ese momento podría ser mayo, un mes antes del cierre de listas, aunque también le escapan a las precisiones.
Hasta entonces, y en silencio, el ex mandatario está ejecutando un plan. Luego de hablarlo mano a mano con Bullrich, Vidal y Jorge Macri, acordó enviarle a cada uno a un hombre de su confianza para que los ayuden en las respectivas campañas. Con la presidenta del PRO fue Hernán Lombardi, a Vidal le tocó Darío Nieto y con su primo Jorge, el enviado due Fernando de Andreis (ver recuadro). Fue un mensaje a tres bandas. Por un lado le da un apoyo implícito a cada uno de esos precandidatos, las primeras dos para la Nación y el otro para Capital. Por el otro -aunque Guillermo Dietrich y Pablo Avelluto están dando una mano en la Ciudad- muestra una diferencia con Larreta: a él no le envió a ningún miembro de su equipo chico, una salvedad que, según a quién se le pregunte, encierra una definición o no. “Horacio está corriendo atrás hoy en las simpatías de Mauricio”, aseguran cerca del ex presidente, mientras en el entorno larretista prefieren otra versión: “Lo que Mauricio es nivelar la cancha, ayudar a los que ve que más necesitan una mano”. Aunque viene cargada con la intención de minimizar a los competidores, la última versión da en el clavo con una realidad: cuanto más parejos esté todo el resto de Juntos en intención de voto, más diferencia le saca Macri. Mantener a todos parejos es mantenerse él en la cima. En este ajedrez todos los movimientos están estudiados.
Flashes. Macri y Larreta volverán a verse los rostros el sábado 25, en San Antonio de Areco. No será un mitín político y, de hecho, adrede se encargó la protagonista de la noche de mantener la presencia de sus colegas de trabajo al mínimo. Es que María Eugenia Vidal, que en esa jornada va a celebrar su casamiento con el periodista Enrique Sacco, evitó sumar a la jornada romántica a dirigentes o funcionarios. Serán tan sólo seis: el intendente porteño, el ex presidente, su otrora jefe de gabinete Federico Salvai y su esposa Carolina Stanley, ex ministra de Desarrollo Social, Cristian Ritondo, su candidato a gobernador, y Emmanuel Ferrario, presidente de la Legislatura de la Ciudad.
¿Servirá el casamiento para limar asperezas? Cerca de Macri, Bullrich y Vidal dicen que la relación entre el ex mandatario y Larreta atraviesa nubarrones. Las versiones son todas similares: una diferencia “de valores”, ideológica, que se puso de manifiesto por primera vez durante la cuarentena y el “manejo de las libertades”, que se agravó luego con algunos incidentes aislados de teléfonos descompuestos y citas canceladas con poca anticipación y que ahora sumó un nuevo capítulo, tal vez definitivo. Fue por el spot de lanzamiento presidencial de Larreta, donde el intendente lanzó críticas a “los que usan la grieta”, y a las frustraciones luego de “años y años” de “apostar a líderes carismáticos”. “Eso le cayó mal a Mauricio, lo volvió loco, lo equiparó a Néstor y a Cristina”, dicen cerca de Macri.
En el bando larretista desestiman estos dardos, aseguran que no fueron contra él e insisten con lo productivo que fueron los tres encuentros a solas que mantuvieron en Cumelén, donde hablaron de cómo “fueron perdiendo la dinámica de hablar todos los días” y rememoraron los días en que “eran como una sola persona”. Sin embargo, mantienen unas moderadas expectativas. “Lo mejor sería que Macri se mantenga neutral, pero, al final del camino, él sabe que puede confiar más en Horacio, al que conoce desde hace más de veinte años, que en cualquier otra persona”.
Final. De cualquier manera, ni Larreta ni Bullrich planean esperar la bendición del ex presidente. Del lado de la presidenta del PRO -que en los papeles sería la más afectada, por la afinidad de votos, si Macri decide presentarse- aseguran que de ninguna manera ella se va a bajar, juegue el que juegue. Y hasta lo tienen medido. “Mauricio, en nuestros números, no termina de despegar, y si no nos apoya explícitamente va a tener un problema: ocho de cada diez votos suyos van a terminar en Patricia, no va a tener margen para hacer otra cosa”.
Los que tienen diálogo cotidiano con Macri se ríen de todas estas especulaciones. “Si Mauricio juega se van a bajar todos, como mucho quedará un radical para protagonizar una derrota digna”, dicen, y hasta juran que esta realidad fue charlada en persona entre el ex mandatario y los otros postulantes del PRO, aunque ni Larreta ni Bullrich “lo pueden admitir”. En ese sentido, la única que marcó una diferencia es Vidal, que ya avisó que si el otrora presidente de Boca decide presentarse ella no va a competir.
Entonces, si todo está tan claro y el camino se le presenta allanado, ¿qué es lo que impide que Macri anuncie sus intenciones de ir por la revancha? De un lado está la tesis de Emilio Monzó, que le viene diciendo a quien lo escuche, desde hace dos años, que el ex presidente podría meter a toda la oposición en una encerrona letal. “Él ganaría caminando la interna, pero en un ballottage -salvo contra Cristina- iría a perder, tiene un techo claro”, es el análisis que hace el otrora armador del PRO. Cerca de Macri, con sus números en mano, aseguran que el diputado se equivoca. Y que, en cambio, la razón última de Macri no será de aritmética ni de cálculo político, sino bien terrenal. “Como él ya sabe lo que es esa silla, ya no tiene esa inconsciencia que se necesita para meter la cabeza en la boca del lobo”. En criollo: el fundador del espacio perdió, en algún momento del camino, el combustible que requiere ponerse al frente de un país con tantos problemas como Argentina. “Pero eso es una cosa y que lo quieran jubilar, como quisieron hacer varios, es otra. Eso no va a pasar nunca”, cuentan cerca suyo.
Pero esta es, como todo en la política, apenas una foto de una película más larga. Aunque hoy Macri está más cerca del no que del sí, los que lo conocen admiten que podría llegar a ser difícil frenarlo si sus números, en estos dos meses de definiciones, siguen levantando. “Ver qué hace Mauricio es hoy lo único que importa”, admite el pope de una de las campañas del PRO. Y Macri lo huele. Tiene olfato y tiene el instinto. Tendrán todos que bailar a su ritmo.
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