La ola de renuncias fue sorpresiva incluso para la primera línea del Gobierno; los desafíos que le esperan a Alberto Fernández.
Por: Claudio Jacquelin.
Fue un rayo (paralizante) que cayó en el primer piso de la Casa Rosada sin que nadie lo esperara. Media hora antes de que Wado de Pedro, el ministro más poderoso del gobierno de Alberto Fernández, difundiera la carta en la que ofrecía su renuncia, el Presidente y sus principales colaboradores insistían en que no haría cambios en su gabinete. Lo que queda del Gobierno, que ya estaba en shock, terminó consternado. La disputa interna se transformó en una crisis institucional.
Nada puede graficar mejor la sorpresa, el golpe de efecto y el emplazamiento al Presidente hecho por De Pedro y los funcionarios más representativos del cristicamporismo que la decisión de poner a disposición su salida llegara antes a los medios de comunicación que al despacho presidencial.
Cristina Kirchner y La Cámpora obligan así al Presidente a resolver lo que él no quería hacer. “Poné orden” sigue siendo la orden. De Pedro terminó por hacer realidad todas las señales que la vicepresidenta y las figuras que mejor la representan (Alicia Kirchner, Axel Kicillof y Andrés “Cuervo” Larroque) le habían enviado a Fernández en las últimas 24 horas y que Fernández se rehusaba a aceptar.
La elocuencia y la publicidad del mensaje le impidió al Presidente y sus más estrechos colaboradores ensayar algún maquillaje. Admiten que se trata de un apriete, cuyos destinatarios principales, además de Fernández, son el jefe de Gabinete y álter ego presidencial, Santiago Cafiero, y el ministro de Economía, Martín Guzmán. Precipitar la salida de los dos últimos es la colina que buscan capturar.
La dimisión pública confirma, además, que uno de los puntos nodales del desacuerdo entre Fernández, la jefe de la coalición gobernante y La Cámpora pasa por la Economía. Ese es eje de todas las críticas del crisiticamporismo y la gran causa, para ellos de la debacle electoral del domingo. Aunque también abundan los motivos y los reproches políticos mutuos. Hacer más o menos kirchnerismo es la cuestión.
Dos episodios ocurridos en la mañana de hoy resultaron anticipatorios de la profundidad de la crisis y del desenlace parcial. Las palabras del ministro Guzmán defendiendo su gestión con menciones a Cristina y Máximo Kirchner fueron respondidas de forma indirecta por De Pedro en la reunión virtual del Consejo de las Américas.
El ministro renunciante dijo allí, palabras más, palabras menos, que el principio de acuerdo con el FMI al que había llegado el ministro de Economía es inaceptable. Volvió a reclamar más plazos y mejores condiciones de pago. Dejó en claro los motivos por los que la firma de ese acuerdo sigue dilatándose.
La crisis tiene ramificaciones que trascienden largamente la interna oficialista y la estabilidad institucional, también impacta en el plano internacional. Como si la Argentina no tuviera problemas suficientemente graves y los padeceres de la población no alcanzaran para evitar más conflictos.
Hasta hace apenas un par de horas el viaje del Presidente a México previsto para pasado mañana no estaba puesto en duda. Pretendía salir de la conflictividad interna por un par de días, tomar oxígeno y recuperar energía para lo que se venía. Otra vez Cristina Kirchner y los suyos le cambiaron los planes.
Los antecedentes no ayudan a llevar tranquilidad. En 2012 La Cámpora le vació el gabinete al gobernador Daniel Peralta, un exkirchnerista de pura cepa, tras enfrentarse durante varios meses. El futuro es cada vez más incierto.
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