A cuatro años de la ley que frenó las “rere” vitalicias en las intendencias bonaerenses, las pujas palaciegas ponen a prueba la unidad del Frente de Todos en la Provincia.
Por: Nicolas Lucca.
Todo comenzó a mediados de 2016 cuando los diputados provinciales Rubén Eslaiman, Ramiro Gutiérrez y Lisandro Bonelli del Frente Renovador y el radical Alejandro Armendáriz (hijo) unieron sus proyectos y los presentaron en la Cámara Baja de la legislatura bonaerense. Para junio ya tenía media sanción la ley que prohibía la reelección infinita de los intendentes: sólo se podía gestionar ocho años continuos en la Intendencia, ni un minutos mas aunque se tuviera la suma del poder público.
Era otro siglo, otra era antropológica, cuando el massismo nutría las segundas líneas de buena parte del gabinete de María Eugenia Vidal, necesitada de funcionarios tras la triple victoria de Cambiemos en 2015. La campaña iniciada por el Frente Renovador tuvo hasta afiches empapelando buena parte del conurbano, un cartel en la autopista Buenos Aires-La Plata y una campaña casi permanente de Sergio Massa en cada entrevista que brindaba a algún medio.
La bancada de Vidal acompañó de inmediato. Los que se opusieron, de un modo increíble, fueron los legisladores de la izquierda y, de un modo creíble, los del Frente para la Victoria: la mayoría de los históricos barones del conurbano pertenecían a este espacio desde la era de Néstor Kirchner, como antes lo habían hecho con Eduardo Duhalde, Carlos Menem y hasta quedaba alguno que otro de la era Antonio Cafiero.
De la Cámara de Diputados provincial salió sin mayores trámites y en el Senado se puso un poco más picante, pero el bloque peronista no kirchnerista acompañó y dejó al FpV en soledad. ¿Finalmente se acababa la era de los barones? Eso es desconocer el poder real de los referentes territoriales: Alberto Balestrini siquiera culminó dos mandatos como intendente de La Matanza y sin embargo manejó los hilos políticos del distrito a su antojo hasta que la salud dijo jaque mate.
Luego de las elecciones de 2017 se podía vislumbrar un futuro amarillo por varios años. Pero como en la Argentina en veinte años no cambia nada y en una semana puede cambiar todo, hoy la realidad política reinante hizo que se vuelva a poner sobre la mesa de debate la reelección indefinida de los intendentes. Y no es un rumor o algo dicho al pasar. Si hace unas semanas salíamos de la Capital, era uno de los temas obligados. Finalmente, el presidente Alberto Fernández puso la discusión en la agenda nacional. Y tiene sus motivos.
Alberto Fernández, Sergio Massa y Axel Kicillof, tres protagonistas clave en la interna de la Provincia de Buenos Aires
Luz de giro. Para cuando el Frente Renovador presentó su proyecto, Alberto Fernández todavía formaba parte de ese espacio. Que sea justo él quien plantee nuevamente volver al sistema viejo tiene sus razones políticas. La interna con Cristina. Bueno, no con Cristina en sí, sino con los cristinistas.
Harto de misiles sin nombre y luego de ver con sus propios ojos las encuestas, el Presidente decidió finalmente construir su propio espacio de consenso más allá de la mesa chica y lo hace donde más fácil le resulta: con los que no quieren saber demasiado con las formas de quienes rodean a Cristina. Esto se suma al cortocircuito generado con Horacio Rodríguez Larreta por la poda de la coparticipación a la ciudad de Buenos Aires: el jefe de gobierno porteño ofició más de una vez de interlocutor entre los intendentes del conurbano –incluso del oficialismo– con el presidente ante la falta de respuesta de la gobernación.
No se trata de volver al sistema viejo de reelecciones indefinidas porque sí, sino tener el favor de los intendentes, del mismo modo que el Presidente busca sellar el apoyo de los gobernadores. En esta ecuación, son varios los barones del conurbano que se ríen de la idea del “miedo a que La Cámpora se quede con el distrito”.
Con el cambio de color en la provincia de Buenos Aires, no solo Juntos por el Cambio tiene miedo de perder territorios en listas sábanas en 2023, sino que los camporistas ven esta oportunidad como una forma de poder presentarse a elecciones sin la oposición de los barones ausentes por ley. ¿Quién subestima más a quién? ¿La Cámpora a la historia del peronismo o los barones al poder de fuego de la billetera estatal?
Luego de contar todo esto, salvo que creamos en las coincidencias, no hay que ser muy avivado para darse cuenta que no fue casual que Alberto Fernández fuera quien dijera lo que dijo, ni mucho menos dónde lo dijo: en Avellaneda. En la zona sur ya son al menos cinco los municipios desde donde ratifican que “al menos una vez por semana, Máximo Kirchner baja a armar, organizar y con recursos”. Obviamente, la Avellaneda de Jorge Ferraresi entra en el combo.
Máximo Kirchner con Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda
Máximo Kirchner no se queda quieto solo en la zona sur y, al menos una vez al mes, cae en La Matanza a recorrer alguna villa en compañía de Facundo Tignanelli, miembro de La Cámpora y presidente del bloque en la legislatura bonaerense. Ni Tignanelli ni Máximo son de avisarle a Fernando Espinoza de sus visitas y esto pone de los pelos al presidente del Partido Justicialista bonaerense e intendente. No es que Espinoza crea que La Cámpora sea un problema. De hecho, entre los suyos, siempre se bromea con una pregunta: “¿Vos le conocés la cara a Tignanelli?”. Bromean con el escaso conocimiento público que la gente tiene de alguien que ocupa el mismo cargo que el hijo de la vicepresidenta pero en la provincia.
En La Matanza también residen Emilio Pérsico del Movimiento Evita, Juan Carlos Alderete de la Corriente Clasista y Combativa, y Sandra Oviedo, la representante local de Barrios de Pie. La organización emblemática de Daniel Menéndez cuenta con dos extremos: su titular es Subsecretario en el ministerio de Desarrollo Social y en La Matanza le arman protestas a Espinoza en plena plaza de San Justo –frente al edificio municipal– en reclamo de alimentos. Todos los nombrados tienen algo en común: no simpatizan con Espinoza y más de una vez especulan con conformar un frente para ganarle el municipio. Sin embargo, basta un llamado a Cristina para que todo se calme. Sí, en La Matanza, la palabra de Cristina es sagrada para los referentes. Y si Máximo no tiene respeto por Espinoza, su madre sí.
Y así como Menéndez hace su juego trabajando para Alberto Fernández y protestándole a Espinoza, si hay alguien que está trabajando fuerte para voltear el límite de mandatos municipales en absoluto silencio es el intendente de La Matanza, a pesar de que para él sí corre el primer período: asumió su actual mandato luego de sancionada la ley. Si no es necesidad de continuidad, que sea necesidad de escarmiento.
Sobre el armado de La Cámpora, incluso los intendentes más cercanos al kirchnerismo histórico afirman que “se nota mucho” que están utilizando la oportunidad de tener a Kicillof en la provincia de Buenos Aires para construir un proyecto nacional. El mismo diagnóstico que hicieron a nivel nacional cuando vieron que casi todos los organismos con caja quedaba en manos de un camporista.
“En los municipios del interior de la provincia los camporistas que ganaron justo eran los que atendían alguna delegación de la Anses o que traían soluciones que requerían de una manito del organismo, como jubilaciones trabadas, planes frenados y esas cosas, y hoy directamente manejan la Anses que una vez fue de Massa”, afirmó un armador del peronismo que sabe del poder que tiene la generosidad con el dinero público.
En Carmen de Areco, el actual intendente Ivan Villagrán fue jefe de la oficina local del organismo nacional que hoy comanda Fernanda Raverta. Y si algo faltaba para solucionarle los problemas a los que están lejos de la gran ciudad, PAMI escucha a través de los delegados de Luana Volnovich, cámporista pura paladar negro.
Y sumo un dato más. ¿Recuerdan cuando desde este mismo lugar hablamos que, tras la carta pública de Cristina por el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, la relación entre Sergio Massa y Máximo había quedado chamuscada? Aquí está uno de los resultados: Máximo arma incluso en Tigre y Presidente Perón, donde ocurrieron las tomas de Guernica y donde manda Blanca Cantero, esposa de uno de los líderes de la CGT Carlos Acuña, el más cercano a Massa.
Grindetti, Garro, Valenzuela y Macri, intendentes bonaerense de Juntos por el Cambio
Juntos pero separados. Dentro de Juntos por el Cambio tampoco es muy distinto el panorama. Salvo los que tienen otras aspiraciones para 2023 –dos que buscan ser gobernadores, uno que busca saltar al Senado– el resto sabe que le queda poco tiempo para conseguir algún lugar desde el cual sobrevivir en política. Todos sabemos que la permanencia en la memoria popular es directamente proporcional a la importancia del cargo ocupado, y a nadie hace gracia quedarse afuera de todo en 2023.
“Todos quieren la reelección, lo que pasa es que no queda bien decirlo”, sostiene un alto funcionario del conurbano sur y agrega que “mucho peor es pagar el costo político de impulsar la vuelta atrás”.
En público, quienes ya se pronunciaron abiertamente por la negativa de una “rere” son Jorge Macri de Vicente López, Néstor Grindetti de Lanús y Martín Yeza, de Pinamar.
Macri y Grindetti conforman junto con Julio Garro –intendente de La Plata en segundas nupcias– y Diego Valenzuela –ídem pero en Tres de Febrero– un espacio llamado Grupo Dorrego, desde el cual buscan coordinarse con la esperanza de colocar un gobernador bonaerense salido de las intendencias, algo que choca de frente con el interés de Diego Santilli, vice porteño, y el resto de los intendentes de Juntos por el Cambio de extracción radical, quienes también tienen un grupo de Whatsapp. Hay que tener en cuenta que no es poca cosa el número de intendentes que tiene la oposición en la provincia de Buenos Aires: sobre 135 municipios controlan sesenta.
El abogado Miguel Saredi, concejal de La Matanza en un monobloque, sostuvo a Infobae que “desde la ciencia política, el límite a los mandatos es sano”, pero que “ya son varios los que plantean que éste debería ser considerado el primer período”. Sin embargo, el concejal del distrito más peronista de este lado de la Vía Láctea sostuvo que, ante la posibilidad de que se insista demasiado en la derogación de la ley, le “parece sano que se vaya por el medio y se considere este período”, dado que teme que “se pierda todo al derogar la ley”.
Desde La Plata, Garro está de acuerdo con la ley, aunque remarca que “algunos dicen que su cláusula transitoria está mal aplicada en el medio de un mandato”. En diálogo con Infobae, el intendente afirma que “aplicar una ley durante un mandato y no ‘a partir de’ es lo que algunos cuestionan y algunos constitucionalistas y distintos ciudadanos ven como un problema”. Sobre la posibilidad de modificar la ley o recurrir judicialmente, el intendente platense afirmó que “no debe modificarse legislativamente” y que “quizás recurran a la Justicia los que dicen que la cláusula transitoria está mal aplicada, no yo”.
Por su parte, Maximiliano Abad, el radical más cercano a María Eugenia Vidal en la legislatura bonaerense, presentó un proyecto para darles mayor autonomía a los municipios sobre sus propios reglamentos. Y esto, obviamente, incluye el tema de las reelecciones. El mismo bloque había sancionado un freno a las reelecciones y no quiere pagar el costo de contradecirse. Una buena forma de no tener que elegir vereda es ir por el medio de la calle y que cada municipio decida. Sin embargo, por el sistema vigente en la elección de concejales, es muy difícil que los oficialismos locales no logren imponer su voluntad. Más allá de eso, y al igual que la ley en conflicto, si se llegara a aprobar tardaría su tiempo en implementarse.
Marco legal. En lo que se amparan los intendentes que buscan la re reelección es el artículo 7 de las disposiciones transitorias de la ley 14.836, que modifica la Ley Orgánica de las Municipalidades, un decreto dictador por el general Emilio Bonnecarrére, interventor de la dictadura de Lonardi y Aramburu. Esta cláusula transitoria dice que “el periodo de los Intendentes, Concejales, Consejeros Escolares, Diputados y Senadores a la entrada en vigencia de la presente ley será considerado como primer periodo”. O sea que no hay mucha vuelta que darle: los que estén cursando un segundo mandato, o un tercer, o un cuarto (Fernando Grey en Esteban Echeverría y Ferraresi en Avellaneda) o hasta un sexto mandato, como Gustavo Posse en San Isidro, debería ser el último de corrido. Podrían volver a presentarse recién después de dejar pasar un período.
Entre las cosas más llamativas del argumento de los que sostienen que la ley debería considerar como primer mandato al iniciado en 2019 es que hay, al menos, dos antecedentes enormes en la historia constitucional reciente de la Argentina.
Carlos Ruckauf, exgobernador de la Provincia de Buenos Aires
A fines de 2001, el entonces gobernador Carlos Ruckauf renunció a la gobernación bonaerense para asumir como ministro de Relaciones Exteriores de Eduardo Duhalde. Su mandato fue concluido por su vicegobernador, Felipe Solá. En 2003 Solá se presentó a la reelección y, cuando quiso buscar otro mandato, le tiraron con la ley por la cabeza recordándole que su primer mandato fue el iniciado como vice en 1999.
Pero si hay un caso que realmente es análogo a la situación de los intendentes y que debería sonrojar a varios, es el que ocurrió desde el 10 de diciembre de 1995 hasta mediados de 1999. La reforma Constitucional de 1994 redujo el mandato presidencial de seis a cuatro años y habilitó la reelección por un período más de corrido. Pero, por si las dudas, en la cláusula transitoria novena los constituyentes aclararon que “el mandato del presidente en ejercicio al momento de sancionarse esta reforma deberá ser considerado como primer período”. Menem hasta llegó a decir que era el único argentino proscrito, pero al finalizar su segundo mandato tuvo que dejar pasar un período para volver a presentarse en 2003. Resulta increíble que con tamaño antecedente que todos los abogados menores de 50 estudiaron y los mayores presenciaron, todavía se discuta la validez de una cláusula de una ley.
Desde los pasillos del palacio legislativo bonaerense no creen que la solución pase por las cámaras: “La solución será judicial”, afirmó un experimentado legislador que responde a un histórico peronista del conurbano y avisora un escenario en el que un intendente se la juegue y se presente para un tercer período y deba resolver la Justicia.
Y allí se verá si prevalecen los antecedentes constitucionales históricos o la política mete la cola y una cláusula escrita en castellano es reinterpretada desde el argot del profundo conurbano bonaerense.
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