El intendente Guillermo Montenegro, cómo adelantó en forma exclusiva mdphoy.com, tira paredes con Alberto Fernández, mantiene brindis burbujeantes con Luis Barrionuevo, se tutea con Sergio Berni, habla con la familia Moyano, y mantiene (por el momento) una especie de síndrome de Estocolmo tanto con Kicillof como con Raverta.
Por: Jorge Elías Gómez.
Macri y Vidal, en agosto de 2016, debieron abandonar el Barrio Belisario Roldán bajo una lluvia de piedras producto de un vandalismo político del kirchnerismo. El ex presidente y la ex gobernadora fueron auxiliados por integrantes de la UOCRA y la policía bonaerense, fueron piedras y gruesos epítetos de verdad, según rezan las crónicas del momento
Alberto Fernández enroló recientemente a Guillermo Montenegro, entre quienes no le tiran piedras. El intendente de Pinamar, Martín Yezza, también decididamente se alineó en esa tesitura y entre ambos dibujaron una línea difusa entre oficialismo y oposición. ¿Acompañamiento?
Pinamar y Mar del Plata, son ciudades bonaerenses emblemáticas en Argentina. Montenegro y Yezza no pueden derrapar en sus municipios y abonan en esa línea de seguimiento, no hay vías de escape ante semejante responsabilidad. Es un PRO moderado. ¿Cómo es la historia?
Ya en finales de 2015 mdphoy.com definió a CAMBIEMOS en Mar del Plata “como un tren fantasma”, y amplió “es una familia ensamblada en 2° y 3er. grado”. ¿Qué pasó? Hubo una conjura política alentada mediáticamente, de la que participaron los propios aliados de esa coalición.
El candidato a intendente del PRO, fue auspiciado como el Pepe Mujica marplatense. Fracasó el propósito de sus “socios” de alcanzar su desplazamiento antes de cumplir sus dos primeros años de mandato. Luego, el cumplimiento de los dos restantes, fue parte de un insólito y sistemático plan de destrucción FUNCIONAL al resto de las tribus políticas marplatenses, el restosignifica oficialismo + oposición.
Así, enfrentando una planificada y alocada estrategia, debió gobernar un díscolo intendente, sobrellevando una herencia recibida que era un estado de postración. Muy posiblemente, Carlos Fernando Arroyo, nunca hubiera sido intendente sin haber sido investido como candidato del PRO.
Y aquí, es quizás necesaria una pequeña introducción. Los candidatos propios, “puros” (digamos) no tenían NI TIENEN votos para acceder a un concejal en el PRO. Es irrefutable. Por mencionar sólo a algunos, Aicega (encabeza por abecedario y demérito), Lalo Ramos, Franco Bagnato, Emiliano Giri, Guillermo Volponi, por citar a algunos, que por distintas razones alcanzaron magros visos de notoriedad.
Vidal que como construcción política acostumbra a alambrar sus espacios, ante semejante espanto en la oferta genuina marplatense, echó mano a un deseo que Guillermo Montenegro solía hacer escuchar con diferentes interlocutores, volver a Mar del Plata e intentar convertirse en intendente de General Pueyrredon.
Todo muy difícil, enrevesado. Un paso en falso y todo se iba a pique para CAMBIEMOS. No en vano, Fernanda Raverta esperó el último voto, de la última urna, de la última escuela para reconocer su derrota.
En la campaña de Montenegro hubo que alinear varios planetas para llegar, y hasta meterse en internas ajenas. A Pulti no le dio la nafta, se desinfló y así jugó el papel de Mario Roberto Russak en 1995, que dejó al profesor Blas Aurelio Primo Aprile como intendente de Mar del Plata.
Alberto Fernández enroló recientemente a Guillermo Montenegro, entre quienes no le tiran piedras. El intendente de Pinamar, Martín Yezza, también decididamente se alineó en esa tesitura y entre ambos dibujaron una línea difusa entre oficialismo y oposición. ¿Acompañamiento?
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