Lo aseguró uno de los testigos que estuvo en el centro clandestino de detención, David Lugones. Esta mañana se recorrió el lugar ubicado atrás del Batallón de Ingenieros 181.
Por primera vez en Neuquén la justicia autorizó la inspección de dos centros clandestinos y el recorrido de ambos será parte de la tercera etapa del juicio contra los responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar.
La Escuelita de Neuquén funcionó entre 1976 y 1983 aproximadamente como tal y se instaló en una edificación preexistente. “Fue refaccionada y adaptada a su nuevo destino -era antes una caballeriza- por las Compañías A y C de Construcciones. Las compañías de Comando y Servicios y de Combate, aseguraban el apoyo logístico, las guardias externas y el personal de calle para los operativos de rastrillaje”, describe el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) “Nunca más”. La construcción fue demolida durante la década de 1990.
Esta mañana los jueces del Tribunal Oral Federal (TOF) Leónidas Moldes, Diego Barroetaveña y Richard Gallegos; los fiscales Adrián García Lois y Marcelo Grosso; los y las abogadas de la querella y la defensa; los testigos/víctimas Rubén Ríos, Luis Genga, Lugones, Dora Seguel, Isidro López, Oscar Paillalef, Benedicto Bravo y Pedro Maidana; las Madres de Plaza de Mayo del Alto Valle Inés Ragni y Lolín Rigoni, Oscar Ragni, familiares, la prensa y el público en general realizaron la inspección ocular de La Escuelita. El recorrido duró alrededor de una hora y estuvo custodiado por la policía federal y efectivos del ejército. Primero los jueces junto a los sobrevivientes caminaron la zona, identificando lugares, paredes y hasta árboles. Luego se habilitó el ingreso de periodistas y militantes que se acercaron.
mapa de la escuelita“Este es el lugar donde otros no están, no donde nosotros estuvimos, sino donde otros no están más entre nosotros“, afirmó Lugones mientras recorría lo poco que quedó del centro clandestino. ”Cuando nos llevaban a torturar nos hacían agachar mucho, era una sensación rara. Cuando vemos la distancia con el alambrado (del Batallón), habían soldados haciendo guardia, entonces no querían que nos vean cuando nos llevaban al lugar de tortura que estaba afuera de donde estábamos permanentemente”, relató. De hecho, uno de los puntos destacables de la inspección fue observar la cercanía entre el Batallón y La Escuelita, de entre 50 y 100 metros. Los vestigios del centro clandestino están ubicados a unos 300 metros de la calle Chaco y Luis Beltrán. “Me comentaban algunos de los jueces que estaban sorprendidos de la corta distancia que había con el Batallón, ellos pensaban que era más. Los que estaban en el Batallón sabían lo que pasaba acá“, agregó Lugones.
El sobreviviente y testigo en esta etapa del juicio encontró parte de las paredes que formaban el baño del centro clandestino. “Un día pude ver el baño, y en el ’84 cuando nos metimos acá yo me fui derecho al baño y lo encontré. Había hecho un plano donde estaba el inodoro y demás, y estaba tal cual. Y la altura del techo que era más baja”, recordó aludiendo a la primera vez que recorrieron (pero sin autorización) La Escuelita en abril de 1984, junto a integrantes de la APDH, de la Conadep, sobrevivientes y medios de prensa, entre otros.
El recorrido permitió escenificar muchas de las declaraciones de los y las testigos/víctimas. “Esto sirve para que los jueces tomen verdadera conciencia de lo que están juzgando. Que puedan identificar el lugar y crean en nuestro testimonio“, afirmó Genga. En su caso recordó que en un momento de su detención (primeros días de septiembre de 1976) lo sacaron afuera y lo llevaron a un lugar donde el agua “claqueaba, hacía ruido”. Hoy en la inspección pudo ver que a unos 15 metros hay una laguna y un curso de agua que se nota al crecer el río Limay. “Yo conocía el lugar, la orientación, porque dos años antes nos habían dado una ayuda para construir la escuela 50 en Río Negro. Cada dos por tres venía a buscar materiales acá. Conocía este ámbito, no La Escuelita, pero tenía idea que una construcción había“, describió.
Lugones y el álamo donde eran golpeados. Foto Patagonia FotoPress (Matías Subat)
Lugones y el álamo donde eran golpeados. Foto Patagonia FotoPress (Matías Subat)
Lugones junto al resto de los sobrevivientes fueron armando el croquis del lugar donde estuvieron hace más de 30 años.
El edificio donde estaban detenidos habría estado ubicado hacia la derecha (mirando hacia calle Chaco), mientras que al fondo y más cerca del río estaría el galpón donde eran torturados. Al lado de la construcción más grande los testigos identificaron un álamo. “Este viejo álamo que ya esta caído era el álamo donde nos golpeaban la cabeza cuando nos sacaban. Estaba justo en el trayecto al lugar de tortura, quizás sería una diversión para ellos“, refirió Lugones.
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