Mientras los representantes de otros países traen consigo símbolos patrios, estatuillas, monumentos a escala y cuadros alegóricos a gestas bélicas, el ex gobernador entrega un libro con imágenes propias de su pasado como motonauta y el incendio de su departamento.
En los últimos días del 2014, cuando su matrimonio con Karina Rabolini aún se mantenía en pie y el por entonces gobernador anhelaba quedarse con la presidencia de la Nación, Daniel Scioli presentó su libro “Un hombre, un sueño, la gran Argentina”. El libro recorre en imágenes su vida personal, desde los primeros trazos de su infancia a su experiencia política, pasando por su trayectoria deportiva como motonauta. “La gran Argentina”, recordarán los memoriosos, era el nombre de la lancha con la que compitió a lo largo y ancho del mundo y logró ocho campeonatos mundiales antes de retirarse.
El documento es poco más que una galería de fotos, con breves textos de Scioli. En su mayoría, es un grupo de fotografías cuidadas, plasmadas en 300 páginas, mostrando lo que el propio dirigente peronista describió en la presentación: “Viví situaciones límites, y en ellas uno tiene que sacar lo mejor de adentro para salir adelante. Esto es lo que muestro en mi libro”.
Tras la derrota electoral de 2015, Scioli fue enviado sin escalas al oscuro limbo de los “peronistas que pierden”. Algo similar ocurrió con Aníbal Fernández, que recaló en un puesto menor en Pinamar, desde donde tuvo que comenzar de nuevo su escalada en la arena política.
Luego de un paso casi desapercibido como diputado nacional entre 2017 y 2020, fue enviado por el gobierno de Alberto Fernández como embajador argentino a Brasil. Apagado, apartado de los vaivenes de la política local y con dificultades para trasladarse por la cuarentena, Scioli pasa sus días recibiendo visitas diplomáticas, a las que agasaja con el libro que presentó en 2014.
La decisión del ex gobernador no dejó de sorprender en tierras argentinas. Su rol como embajador lo hace representante del país en otro extranjero, de su política exterior y su cultura. Poco y nada pareciera tener que ver su carrera como motonauta, su infancia o el incendio de su departamento en Capital Federal, que componen el núcleo de su libro.
Casi como un intento de campaña propia, mientras los diplomáticos extranjeros le obsequian símbolos característicos de sus países, como réplicas en escala de monumentos, cuadros alegóricos de gestas patriotas y estatuillas, Scioli replica una y otra vez con la entrega de su autobiografía “La gran Argentina”, que resultó un verdadero fracaso de ventas pero que, atento a su slogan personal de “sacar lo mejor en los peores momentos”, Scioli pareciera abrazar como su única esperanza para volver a la relevancia política que alguna vez tuvo.
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