Por Carlos Pagni
La convención partidaria del viernes traza el desafío de redactar un nuevo contrato societario con el Pro; los desafíos de Larreta y el factor Milei
Este viernes la UCR reunirá, en La Plata, a su Convención Nacional. En la superficie se trata sólo de un ancestral ritual partidario. Sin embargo, si se examina con atención lo que sucederá en esa asamblea, se tendrá un diagnóstico bastante preciso del trance que atraviesa Juntos por el Cambio.
Se advertirá, sobre todo, que esa coalición está frente al desafío de redactar un nuevo contrato societario. La vida pública presenta hoy un panorama muy distinto del que ofrecía en 2015, cuando, en Gualeguaychú, se celebró un congreso parecido.
En aquella Argentina, una clase media alarmada por la consigna “vamos por todo” se movilizó para resistir la hegemonía kirchnerista. Cristina Kirchner había sido reelecta por el 54% del electorado. La oposición era un inventario de fragmentos, cuya astilla más importante obtuvo, con Hermes Binner, 17% de los votos. La ciudadanía, que había comenzado el siglo pidiendo “que se vayan todos”, reclamaba que aparezca alguien.
Cambiemos fue la respuesta a ese reclamo. Una alianza que se presentaba como la garantía de supervivencia de una república. La unión del Pro, el radicalismo y la Coalición Cívica se forjó con ese propósito: defender un sistema de reglas. Ese fue el estatuto nunca escrito de aquella oposición que, con la candidatura de Mauricio Macri, llegó al poder en 2015.
La encrucijada actual es muy distinta. En principio, porque si con algo no puede ser confundido el oficialismo actual es con un bloque autoritario. No es que le falte vocación. Le falta consistencia. Por lo tanto, la expectativa de la sociedad no parece estar orientada a frenar un desborde institucional. Es más urgente estabilizar la economía. Para Juntos por el Cambio ese reto es mucho más exigente. No se trata ahora de defender un sistema de reglas. El pacto entre los socios debe formularse alrededor de contenidos. Es ante esa necesidad que aparece un choque de culturas, que ya se insinuó durante la gestión de Macri. El propio Macri, en estos días, estimula ese debate.
Sobre este horizonte se recortarán las definiciones de la convención radical. La dirigencia del partido llegará a La Plata sin conflictos por el organigrama. Ya está acordada una conducción liderada por la corriente federal que coordinan, entre otros, Facundo Manes, Gerardo Morales, Gustavo Valdés y Ernesto Sanz. Y el grupo de Martín Lousteau, Emiliano Yacobitti y Rodrigo De Loredo se integrará como minoría.
La discusión pasa en estas horas por otro eje: cuál es el mensaje que debe dar el radicalismo hacia el exterior. Dicho de otro modo, cómo definirá su relación con el resto de la coalición. En el orden del día que se está elaborando aparece un punto 11, con dos formulaciones. Una dice: “Ratificación de la participación de la Unión Cívica Radical en la alianza Juntos por el Cambio”. La otra: “Ratificar la vocación y la voluntad política de la Unión Cívica Radical de fortalecer una coalición opositora amplia al oficialismo nacional, basada en acuerdos programáticos y en denominadores y valores comunes”.
Como es evidente, existe un desacuerdo sobre la relación con el Pro. Que es, en realidad, un debate sobre la relación con Macri. En las vísperas del encuentro de La Plata, un sector pretende indicar que la permanencia de la UCR en Juntos por el Cambio es condicional. Allí está Facundo Manes, cuyo hermano, Gastón, presidirá la Convención. Ese dúo se va volviendo decisivo. Por eso en los bares cercanos al Comité Nacional llaman a los Manes, con cariño, Jack & Bob. El neurólogo está lanzado a la carrera presidencial, con el apoyo de un sector del radicalismo. En especial del bonaerense, encabezado por Maximiliano Abad. Se sabrá con el tiempo si Manes es para esos radicales un proyecto, o una herramienta de negociación con el Pro, sobre todo con Horacio Rodríguez Larreta.
A pesar de aquellos borradores, es muy posible, sin embargo, que el viernes no haya un párrafo sobre la adscripción del radicalismo a Juntos por el Cambio. Un grupo de dirigentes prefiere reemplazar ese texto por una declaración política que delimite la fisonomía conceptual del partido. Una profesión de fe socialdemócrata, que podría modularse con aquella definición de Adenauer que Sanz solía reiterar en su campaña de 2015: “Tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. La línea de ese documento, que exaltará el equilibrio entre igualdad y libertad, quedó prefigurada en el texto que publicó el gobernador Valdés en LA NACION el lunes pasado. Es interesante el trabajo de Valdés, que está empeñado en una renovación de la narrativa radical, con un equipo de especialistas encabezado por Laura Canepa y Lucas Colonna.
Macri y Milei
La discusión interna de Juntos por el Cambio sobre cuestiones programáticas se inició en aquella reunión, calificada como mala por todos los que participaron en ella, en la que Macri advirtió que “Milei está robando nuestras ideas”. Para los radicales fue una señal de alarma. Javier Milei había hablado en esas horas de relativizar la educación pública y hacer estallar el Banco Central. Antes había bromeado con que, en sus ratos de ocio, lanza dardos sobre un retrato de Raúl Alfonsín. En aquel momento nació la iniciativa de producir el documento que un grupo de radicales está redactando en estas horas.
El ascenso de Milei tiene una influencia enorme en el debate de la coalición opositora. Su consecuencia inmediata está a la vista: Macri ha recuperado una gran centralidad. Para él el pasable éxito de la prédica fiscalista es un peligro y, a la vez, una reivindicación. Un peligro porque los votos que van hacia Milei son, antes que nada, votos propios. Milei debilita al Pro y, dentro del Pro, a Macri. Una reivindicación, porque el ex presidente ve que esas creencias se parecen a las suyas. En este clima, Macri levanta el perfil, anuda compromisos mañana tarde y noche, y se prepara para dar un paso más largo: regresar al conurbano de la mano de Néstor Grindetti, el intendente de Lanús.
El protagonismo de Macri complica a Patricia Bullrich, con quien comparte una base de simpatizantes. También condiciona a Larreta. Macri se ha fijado el rol de custodio de la posición del Pro en el dial ideológico. Y entiende que entre sus obligaciones está comprometer más al jefe de Gobierno porteño con esa sensibilidad.
En el caso de Larreta, no se puede hablar de que esté hiperactivo. Sigue así. Pero adelantó su cronograma: se ha lanzado a formular definiciones sobre cuestiones nacionales, abandonando el rol de gestor de parques y jardines que desempeñaba hasta ahora. En un momento en que todos los estudios de opinión señalan la falta de un horizonte, él promete algo verosímil: un método, un plan. ¿Con qué objetivo? Dar trabajo. Macri pide más: reformas pro-mercado y, si fuera posible, conflictos. En esta divergencia cobija una incógnita central para cualquier argumento de campaña. ¿La sociedad argentina está demandando cambios que suponen ajustes? ¿O demanda sólo estabilidad? El fraseo de estas cuestiones es importante para el proselitismo. Mucho más en el caso de Larreta, que aspira a liderar una alianza más amplia que Juntos por el Cambio, sumando fracciones de otras fuerzas, en especial del peronismo. Este dialoguismo tiene un límite: cualquier contacto con el oficialismo. En las últimas horas se encargó de facilitar esa distancia el arzobispo armenio quien, amabilísimo, retuvo a Larreta al salir del Te Deum, ahorrándole un abrazo de Alberto Fernández.
Larreta y Macri libran un duelo menos visible y más agresivo. Macri lleva la cuenta de dos años de agresiva indiferencia, por la cual hasta se le negó el micrófono en algún acto. Duele tanto como el alineamiento de su “hermano de la vida”, Nicolás Caputo, hoy al lado del jefe de Gobierno, atendiendo, como siempre, urgencias materiales. El sello de esa presencia se llama Edgardo Cenzón. También Jorge Macri cerró un acuerdo con Larreta por la candidatura a la sucesión porteña. Se notó en el protagonismo que tuvo el ministro de Gobierno en la Catedral.
Por el acuerdo con Jorge Macri reaccionó Lousteau, cuyo aliado Rodrigo De Loredo visitó al ex presidente Macri para fotografiarse con él. Larreta reaccionó a esa foto: concurrió a un locro del 25 de Mayo organizado por Evolución, la línea interna de Lousteau. Enseguida hubo enojados: Juan Pablo Arenaza, que milita con Bullrich, emitió un tweet quejándose de que el jefe de Gobierno hablara de que el radicalismo puede ganar la Capital. Hay que prestar atención a este detalle: Larreta puede, con sus predilecciones, pagar costos en la Legislatura. De 32 legisladores oficialistas, él controla sólo 5. Tres responden a Bullrich, 3 a Cristian Ritondo, 2 a Macri, 4 a Daniel Angelici, 4 a Lousteau, 4 a Elisa Carrió, 3 a Graciela Ocaña, 2 a Ricardo López Murphy y 2 al socialista Roy Cortina. El quorum es de 31 votos. La disputa interna en Juntos por el Cambio puede crear complicaciones.
La provincia de Buenos Aires es otro campo de batalla entre Larreta y Macri. Allí el jefe porteño apoya para la gobernación a Diego Santilli. El candidato hoy pasea por Israel de la mano de Mario Montoto, que fue su proveedor en el área de Seguridad de la Ciudad. ¿Más transparencia? Imposible. Macri apoya a Ritondo, quien reacercó a María Eugenia Vidal con el expresidente. Ritondo ahora tiene que protagonizar un milagro: que Macri indulte a Federico Salvai.
El exministro de Seguridad bonaerense presta servicios invalorables en un terreno que está entre las preocupaciones principales de Macri: el de las causas judiciales. Como miembro de la Comisión Bicameral de Inteligencia, donde están sometidas a examen las operaciones ilegales realizadas por el espionaje del anterior gobierno, Ritondo propuso la citación del tenebroso Antonio Stiuso. El ex agente de inteligencia habría sido acercado al ex presidente por Guillermo Cóppola, de quien Stiuso se sirve para algunas de sus “prestaciones”. Gustavo Arribas y Silvia Majdalani esperan que Stiuso ejerza su influencia, que es muchísima, sobre el juez Mariano Martínez de Giorgi, para derrumbar toda la causa sobre actividades clandestinas de la AFI que ellos conducían. El argumento sería que la investigación se inició con irregularidades cometidas en Lomas de Zamora por el juez Federico Villena. En este punto aparece una contradicción inesperada: el principal defensor de Villena hoy en el Consejo de la Magistratura sería Daniel Angelici, quien se presenta a sí mismo como “socio” de Macri.
El movimiento de este mar de fondo explica el comportamiento de los barquitos en la superficie. Santilli no debe sentirse cómodo con la alianza entre Ritondo y los jefes de una agencia que lo tuvo entre sus blancos: los expedientes están plagados de informes inconvenientes que los espías elevaban a sus jefes sobre Santilli. Quien los proveía era nada menos que Martín Terra, amigo de Arribas y ex esposo de la actual mujer del candidato.
La competencia de Santilli con Ritondo, a quien en el entorno del “Colo” se refieren con la misteriosa denominación de “el chofer del cuarto piso”, promete ser pesada. Exjefe de la Metropolitana contra ex jefe de la Bonaerense. Ritondo juega con ventaja: el torneo se realiza en la provincia. Aquel Pro de estudiantina animado por Jaime Durán Barba quedó como una simpática imagen en la historia.
Acuerdo con ruido
Algunas balas –en un sentido metafórico-- de esta batalla saltarán hacia la Ciudad. El acuerdo de Larreta con Jorge Macri incluiría el apoyo a Santilli en la provincia. Jorge Macri es candidato porteño pero sigue siendo el presidente del Pro bonaerense. Santilli ya comenzó a actuar como el heredero de este Macri. Se verá más claro en la conducta de Bruno Screnzi, quien no podía tener otro destino que el que consiguió en las últimas horas: director de un banco. En este caso, el Provincia. El acuerdo de la oposición con el gobierno de Axel Kicillof fue negociado por Jorge Macri y por Santilli con Martín Insaurralde. Gracias a ese entendimiento Kicillof logró entronizar de por vida a Federico Thea como titular del Tribunal de Cuentas que vigila, entre otras organizaciones, a las municipalidades. Los intendentes bonaerenses del Pro arden: el arreglo lo sellaron dos porteños. Pequeña venganza de Jorge Macri contra el Grupo Dorrego, con especial dedicatoria para Grindetti, que el año pasado pactó el ingreso de Santilli al distrito, sin avisarle.
Otro herido fue Joaquín De la Torre, quien renunció a la vicepresidencia segunda del Senado bonaerense. Un paso más, y De la Torre arma un bloque aparte. Un nido para Javier Milei, con quien colabora en el armado de un partido en la provincia. Nunca hay que olvidar la imagen de De la Torre sentado a la mesa de Macri con la excusa de agasajar a Mario Vargas Llosa y Cayetana Álvarez de Toledo.
El radicalismo del distrito también se entiende con Larreta a través de Jorge Macri y de Santilli. Así nace la candidatura de Marina Sánchez Herrero a ocupar un lugar en la Corte provincial. Otro tema hablado con Insaurralde. Sánches Herrero es la esposa de Abad, el manager de Facundo Manes, “Jack”, en la UCR. Abad y Manes están explorando la integración de otro aliado de Larreta: Emilio Monzó como candidato a la gobernación. Pésima noticia para Mauricio Macri.
Un encanto habitual de la política es su costumbre de ofrecer armonías enigmáticas. Las proximidades tácticas de la UCR con Larreta se proyectan en un plano general. Al tomar distancia programática de Mauricio Macri, los radicales equilibran la configuración de Juntos por el Cambio. Es una oportunidad para Larreta, que puede recuperar algo principal para un candidato a Presidente: la equidistancia.
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