Arrancó la temporada electoral y la dirigencia del Frente Renovador entró, como el resto del ring político, en tiempos de definiciones. El ministro ordena esperar pero los territorios le piden pista. El planteo sobre la posibilidad del FdT y las conversaciones del ministro con economistas sobre la posibilidad de que se cumpla su vaticinio de bajar la inflación a 3-4 puntos en mayo.
Pablo Ibáñez
La política arde y Sergio Massa, que hace más de treinta años respira política, trata de mantenerse lejos de ese fuego. A tres meses de jurar como superministro, el tigrense debe domar sus propios impulsos y, además, controlar a sus laderos. Les prohibió, como regla general, que hablen de candidaturas y les bajó la indicación de que estén lo más lejos posible de cualquier rosca o armado electoral.
“Es la inflación, estúpidos”, mensajeó Massa en el WhatsApp de funcionarios y la frase, que reversiona una frase emblemática de la campaña presidencial de Bill Clinton en EEUU, se esparció en el massismo, no solo el que se ubica en cargos del Ejecutivo y del Congreso, sino en la tropa que está en los territorios y que, cuando arranca el forcejeo por definir espacios y los posiciones para el armado de listas, empezaron a pedir pista para meterse en la negociación.
La definición, eficaz o no, aporta una dosis de realismo brutal: Massa advierte que en la medida que no haya un sendero hacia una baja de la inflación, entendida ésta como el indicador más sensible del humor social, todo el armado electoral además de generar rechazo público, parece condenado al fracaso. Solo con algún horizonte de mejora, el Frente de Todos (FdT) -y, como parte de éste, el massismo- tiene por delante alguna expectativa para el 2023.
Como contó este diario, Massa tiene una proyección que solo repite entre sus íntimos, de avanzar hacia una inflación que en mayo próximo esté en el orden de los 3,5 o 4 puntos. Seguirá, admite, siendo alta pero marcará una tendencia sostenida a la baja aunque se trate de una baja lenta. Con ese fin, a pesar de no creer en los congelamientos y los controles rígidos de precios, y ante la percepción de que octubre tenga un número alto de inflación -entre 6,5 y 7-, el ministro aceptó aplicar, como excepción, un modelo de “precios congelados por cuatro meses”.
El plazo no es un tema menor: certifica la convicción del ministro de que el control de precios, de modo indefinido, no funciona pero que ante un octubre con posibles rebotes luego del 6,2% de septiembre, requerirá una medida extra para tratar de volver a encarrilar la tendencia o, si no hay rebote, sostener la baja. El norte del 3,5 - 4 puntos en mayo es motivo de debate, político-técnico, de Massa con distintos economistas, algunos de los cuales expresan sus dudas sobre la posible concreción de esa proyección. Uno de ellos es Diego Bossio, con quien el ministro habla todas las semanas; otro es Emanuel Álvarez Agis, quien emitió un diagnóstico sombrío. Massa tiene una agenda nutrida: cada tanto charla, también, con Carlos Melconian
Indicación
La idea clintoniana, que en la original dice “es la economía”, y en su autor es el campañista James Carville, aparece como una definición de Massa para sacar de la agenda cualquier referencia a una eventual candidatura suya el año próximo.
“Nadie hace nada”, mandó a avisar Massa. Es una indicación incómoda y odiosa porque, en muchas provincias, se entró en la temporada electoral directa. En algunos territorios los tiempos se apuran y antes de fin de año podrían tener que tomar definiciones. Massa, como regla general, pero sobre todo como planteo táctico, es el primero en gambetear cualquier definición electoral. Esta semana volvió a plantear que no contempla candidato en el 2023, algo que dice en el Congreso y que, dos semanas atrás, planteó su hijo Tomás en un reportaje con Vorterix.
Es un juego dual: Massa entiende, por su propio olfato y porque así se lo dicen, datos en mano, sus consultores, que debe moverse como ministro y debe dejar de lado cualquier indicio de que es un candidato potencial. Una cosa está ligada a la otra: toda hipótesis de competir en el 2023 está atado a cómo sea su desempeño como ministro pero, a su vez, su performance al frente de la crisis del gobierno aparece ligada con la idea de priorizar, o no, una candidatura propia.
“Sergio conjuga algo muy particular: lo banca Cristina y lo banca el Círculo Rojo”, explica una fuente del ecosistema K y trasluce, sin decirlo, que esa anomalía está condenada a que en algún momento se produzca una colisión entre los dos principales soportes del ministro de Economía. “A ella y a ellos, les conviene que a Sergio le vaya bien”, interpreta un dirigente del entorno massista.
Equilibrios
Un Massa que no habla de política, que no está sumergido en la rosca, en el tire y afloje, es una imagen casi antinatural de Massa. Se esforzó, durante semanas, para no meterse en la discusión sobre la eliminación o no de las PASO hasta que habló en El Destape: para pedir una mesa de definición en el FdT pero, en paralelo, para decir que es un tema que está fuera de la agenda de la calle. Dos verdades pero, a su vez, dos incompatibilidades para Massa que, aunque no habla en público del tema, hace números y cuentas sobre las chances de que un proyecto oficial se pueda aprobar en Diputados.
Ese equilibrio, muy frágil, lo golpea en la línea de flotación: Massa es visto, ante todo, como un dirigente y se lo recuerda con varias alianzas y pertenencias políticas que debe, ahora, mutar -en poco tiempo, en medio de dudas- hacia la figura de un ministro hacedor cuya prioridad no es su propio beneficio político. Una tarea casi imposible, a la que Massa aspira con eso de decir que no será candidato en el 2023.
Esa idea abruma, a la vez, al massismo que no tiene intenciones de tomarse una temporada sabática -como desliza el ministro- sino que presiona, va y viene, para negociar en estos meses para retener o aumentar su poder y protagonismo en las elecciones del año próximo. Hay otro renglón delicado: en los territorios, Massa tiene aliados que estuvieron o están enfrentados con el kirchnerismo, que es ahora el principal socio del ministro. Las dinámicas locales tienen, además, lógicas propias y Massa no quiere que un cierre local, le genera una crisis con el dispositivo K que derive, hacia arriba, en una tensión con Cristina que no quiere tener.
Massa tiene, como una tarea metódica, ir a ver dos veces por semana a la vicepresidente, contarle las decisiones que tiene en carpeta, el avance de las medidas que tomó, la consulta sobre lo que hizo y lo que tiene en estudio. Hasta hace un ejercicio, casi psicoanalítico, de anticipar lo que a la vice no le va a gustar y los temas en los que, por su posición política y el mensaje a su tropa, Cristina va a tener que emitir una opinión, seguramente crítica.
Territorios
A la hora de hablar de territorios, Massa -aunque hace tiempo desistió de ser candidato a gobernador porque cree que los “problemas bonaerenses se resuelven desde Casa Rosada”- piensa en la provincia de Buenos Aires. Mantuvo, así y todo, su autonomía respecto al peronismo territorial aunque haya dirigentes del FR que, de origen peronista, que intervengan en las disputas locales del peronismo.
Dirigentes ligados a Massa son congresales del PJ bonaerense y participarán, como tales, en el Congreso de este sábado en Mar del Plata. Pero formalmente, el FR se mantiene como integrantes del FdT aunque evita subsumirse, o ser subsumido, por el peronismo oficial. En provincia de Buenos Aires, con un cronograma que sigue los tiempos de Nación, Massa tiene más tiempo. No es casual, quizá, que su norte de una baja inflacionaria tenga como deadline el mes de mayo, justo un mes antes del cierre de listas que opera el sábado 24 de junio a las 12 de la noche.
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